miércoles, 24 de junio de 2015

La definición de filosofía como problemática en sí misma: el amor a la sabiduría


Hay que tener mucho cuidado si nos arriesgamos a iniciar una conversación bajo el título de “¿Qué es eso de filosofía?”. Martin Heidegger Siempre que se formula la pregunta ¿qué es la filosofía? Siento vértigo por la complejidad que esta "inocente" pregunta implica, incluso en ocasiones pienso que esta pregunta se debería plantear al final del curso de Historia de la Filosofía y no al principio, porque se puede correr el riesgo de que la Historia de la Filosofía se vuelva una historia del concepto de filosofía (1).

 
La profundidad de la cuestión la han abordado los grandes filósofos y se han escrito tomos completos referentes al punto, no se trata en este trabajo abordar una lista de definiciones de la filosofía, ni siquiera se trata de hacer una definición sistemática de mi punto de vista, apenas abordar el tema para darme cuenta de lo complicado que resulta esto que nosotros pretendemos enseñar a los alumnos en unas cuantas horas. Con la humildad que me merece este trabajo veo necesario que un Virgilio (o varios) nos conduzca(n) por este camino sinuoso, aunque sepamos de antemano que no llegaremos a un fin majestuoso o a un paraíso sino con buenaventura a lo más que podemos aspirar es a la tranquilidad de un descanso para continuar el viaje posteriormente.

 

Ferrater Mora, en su diccionario, señala que varios son los problemas en torno a la filosofía: el primero, el del término filosofía; el segundo, los orígenes de la filosofía; el tercero su significación y el cuarto la división de la filosofía en sus ramas; y que de estos el punto tres es el más discutido (2).

 

Este ensayo tiene que ver igualmente con el punto tres y el punto uno, con el término filosofía y su significación.

 

Cualquier filósofo puede ser nuestro guía pues el camino que ha seguido cualquiera de ellos para encontrar su respuesta a la filosofía es un desafío que nos puede servir de pretexto para iniciar este camino; uno de estos guías será Rubén Sanabria, quien escribe su libro Introducción a la Filosofía (3)  en 1976 y que lo elegí por las siguientes razones: es un libro escrito en español, lo que nos permite acceder al sentido claro de sus conceptos como hispano parlantes que somos; otra razón es que es un libro didáctico, de acceso sencillo y claro, y el último punto es que en su introducción él describe claramente que su intención es abordar la definición de filosofía (4). Sin embargo, no sólo el Dr. Sanabria es nuestro guía sino sobre todo es nuestro interlocutor, seguiremos su reflexión como un punto de partida para nuestro diálogo, de igual modo recurriremos a Xavier Zubiri entre otros.

 

La filosofía como concepto es sumamente problemático, puesto que hay muchos puntos de vista desde dónde se puede abordar tal cuestión. Heidegger en su disertación llamada “¿qué es eso de la filosofía?”, aborda el problema desde los orígenes griegos, desde la historia y la genealogía (5), otros lo harán desde la religión, como Santo Tomás de Aquino y San Agustín, otros más desde la existencia como Jean-Paul Sartre, y otros más desde el vacío de sentido (6).

 

Se sabe que cuando se estudia cualquier ciencia se comienza generalmente con la definición de tal ciencia, lo sabemos desde la secundaria, donde los primeros temas a estudiar eran las definiciones y las ciencias auxiliares de tal o cual disciplina así como su método y objeto de estudio. La filosofía no tiene una definición definitiva (valga la contradicción), todas las ciencias actuales y las posibles son sus ciencias auxiliares y para ello no hay un método, no hay un sólo camino ni un sólo acuerdo acerca del concepto, ni siquiera hay un objeto de estudio definido (todo es susceptible de ser reflexión filosófica).

 

Entonces el primer problema de la filosofía es ella misma. Esto significa que la filosofía, al contrario de las ciencias, tiene que ir precisando su objeto a medida que avanza. En consecuencia para saber qué es la filosofía no queda otro camino que filosofar (7). Las definiciones de la filosofía son variadas. Común a ellas sólo parece ser el hecho de que la filosofía es en los diversos sistemas filosóficos el primero de sus problemas.

 

Etimológicamente la palabra filosofía viene de dos voces griegas, philia y sophia. Philia significa amor, aspiración, tendencia: del verbo phileo que, además de la significación primaria de amar, tiene las acepciones de tender, investigar, aspirar. Sophia es sabiduría, saber. Entonces filosofía philos-sophia es amor, aspiración, a la sabiduría.

 

Los griegos distinguían dos vocablos, épisthmh, en tanto conocimiento teórico, y la sabiduría sofia, en tanto conocimiento a la vez teórico y práctico propio del llamado sabio (8).  Las palabras sophia y sophos en la primitiva literatura griega tenían un sentido muy amplio: significaban toda clase de saber. En Homero y Hesíodo sophía es lo mismo que habilidad, astucia; y lógicamente, sophos significa persona hábil en las artes mecánicas, y por extensión hombre astuto, sutil, ingenioso. Las palabras philosophia y philosopho no se encuentran en los autores mencionados (9).

 

La palabra sophía es el abstracto de un adjetivo sophós, que significó “entendido en algo”, “el que sabe algo”, cualquier cosa como una habilidad manual, cómo escribir o hacer escudillas, o tallar la madera y el mármol, hasta cosas más complejas como el gobierno de las ciudades, el arte, etc. Pero lo esencial es que el sustantivo sophía denota mucho más que el contenido a que se aplica, un atributo del sophós mismo; sophía es una cualidad un modo de ser del hombre, lo que hace de él que sea un artífice, un artista o un "sabio".

 

Zubiri hace una diferenciación importante entre sophía y filosofía, dice que la sophía, como theoría, fue la gran creación de Grecia, algo que afecta al modo mental de situarse ante las cosas, más que a la zona de objetos sobre que recae. Esta teoría griega se desarrolló desde la simple consideración teorética de los jonios, hasta su articulación racional en epistéme; mientras la sophía no pasó de ser un simple examen del mundo en su conjunto, algo muy próximo a la sabiduría religiosa, se expresó, como ésta, en forma poética; cuando comenzó a revestir el carácter de conocimiento racional se introdujo la prosa en la filosofía (10).

 

Dilthey menciona que Herodoto emplea el verbo philosophein para designar la cultura del espíritu, el esfuerzo por adquirir conocimientos nuevos. El vocablo aparece usado en forma verbal (philosopheîn) en un pasaje que encierra todos los elementos esenciales de la cuestión (11).

 

Herodoto pone en boca de Creso estas palabras dirigidas a Solón: "Han llegado hasta nosotros muchas noticias tuyas, tanto por tu sabiduría (sophíe), como por tus viajes, y de que movido por el gusto de saber (hos philosophéon) has recorrido muchos países por examinarlos (theoríes heíneken)" (12). Aquí aparecen íntimamente asociados los tres términos de sophía, theoría y philosophia.

 

La palabra philosopho se encuentra por primera vez en Heráclito: “conviene pues, sin duda, que tengan conocimiento de muchísimas cosas los hombres amantes de la sabiduría” (philosopho andres) (13). Según la tradición que se remonta a Heráclides de Ponto, discípulo de Platón, y que recogen Cicerón y Diógenes Laercio fue Pitágoras (580-496) el que dio sentido exacto a las palabras filosofía y filósofo: “todos los que ponían sus afanes en la contemplación de las cosas eran considerados y llamados sabios; y este nombre les duró hasta el tiempo de Pitágoras, el cual, como escribe Heráclides Póntico, oyente de Platón..., trató con Leonte, docto y elocuentemente, algunas cuestiones.

 

Admirándose Leonte de su ingenio y elocuencia le preguntó qué gran arte profesaba; a lo que Pitágoras respondió que él no sabía ningún arte sino que era filósofo” (14). La Historia atribuye por primera vez el término filósofo a Pitágoras, quien pidió que no se le llamara sabio, pues sabio sólo lo era Dios, y se le llamó filósofo, por ser amante de la sabiduría. Diógenes Laercio afirma igualmente que Pitágoras fue el primero al que se le impuso el nombre de filósofo porque decía que ninguno de los hombres es sabio, sólo Dios lo es, y que el hombre se debe contentar con amar y buscar la sabiduría (15).

 

En la época de los sofistas (hacia 444 a.C.) y de Sócrates, la palabra filosofía se emplea para designar el ejercicio sistemático del conocimiento teórico. A partir de entonces el sentido de la palabra filosofía va evolucionando y precisándose más. La sophía como actitud mental comenzó con los jónicos siendo, según hemos dicho, lo que vagamente no se llamó sino theoría, examen o estudio de la naturaleza por sí misma, un esfuerzo dirigido a la verdad por la verdad.

 

Inmediatamente después, este saber filosófico, que es la theoriu, adoptó en Parménides y

Heráclito la forma de una especie de visión intelectual del mundo, noûs. Más tarde, finalmente, en Atenas esta visión intelectual del mundo se desplegó en una explicación racional de él, en una epistéme. La filosofía, pues, lanzada por el cauce puramente intelectivo, comenzó por ser simple theoria, fue después visión intelectual de las cosas y terminó siendo una ciencia. Y a medida que fueron alumbrándose nuevas zonas de realidad, se fueron creando nuevas formas de saber racional.

 

Recordemos también, para ser completos, que con los sofistas la filosofía fue la cultura intelectual, paideía (16). Ante todo, el saber filosófico va descubriendo las múltiples posibilidades de la realidad; el pensar el mundo se encuentra con la necesidad, y condena a la vez, de reflexionar cada parte del mundo que se va descubriendo y el objeto de la filosofía cada vez es más amplio.

 

En un principio, el saber filosófico se ocupó preferentemente de los dioses, y vio en el mundo una especie de prolongación genética de ellos. Junto a los dioses, los jónicos descubren la naturaleza como algo propio. Más tarde, Parménides y Heráclito descubren a su vez en ella esa misteriosa y sutil cualidad del "ser", por lo que decimos que esta naturaleza es la realidad. Los físicos sicilianos y atenienses encuentran la realidad de la naturaleza en la zona oculta de sus "elementos".

 

Con los pitagóricos aparecen, junto a la naturaleza, los objetos matemáticos, cuya realidad es distinta de la de los seres naturales; la idea de realidad sufre entonces una modificación y una ampliación esenciales. Los sofistas y Sócrates ponen ante los ojos de sus contemporáneos la realidad autónoma del orbe vital, tanto política como ética: el discurso, la virtud y el bien.

 

Aristóteles parte de la idea de que la filosofía ha de ser un saber teorético. A lo que su búsqueda va disparada es hacia el carácter racional que ha de adoptar este saber teorético que venía siendo ya la filosofía. Lo que formalmente busca es, pues, su forma racional. ¿Será posible hacer de la filosofía una epistéme? Una forma especial, un tipo de filosofía: la filosofía como epistéme, y no la existencia de toda posible filosofía, es lo que constituye el término primario de la búsqueda aristotélica.

 

Que la idea y hasta la pretensión estuvieran ya parcialmente en marcha antes de Aristóteles, es un hecho innegable. Pero Aristóteles encuentra justificada su preocupación ante la inmensa variedad de zonas que la epistéme filosófica abarcaba en su tiempo. En realidad, lo que se tenía eran muchas ciencias filosóficas, y como todas se dedicaban a un saber entonces todas eran sofías, pero lo que les daba unidad era el adjetivo "filosóficas".

 

Pero el sentido de este adjetivo fue haciéndose cada vez más turbio y oscuro a medida que había ido enriqueciéndose su contenido. Aristóteles trata de hacernos ver que entre tantas filosofías, lo filosófico de todas ellas, la filosofía, ha ido ocultando su esencia tras la floración exuberante de los conocimientos filosóficos. Si pudiéramos saber con rigor qué es lo filosófico en todas estas filosofías, habríamos descubierto algo que sería una filosofía de tipo nuevo, de tipo superior a las existentes hasta entonces, una filosofía que no sería un saber filosófico acerca de un objeto más, de una nueva zona del mundo, sino que sería la filosofía de todo saber filosófico en cuanto tal.

 

Por esto Aristóteles la llamó filosofía por excelencia, el saber filosófico en primera línea, el saber filosófico propiamente dicho, o como él dice "filosofía primera" (17). Frente a ella, las filosofías de su tiempo serían filosofías más o menos "regionales", como se decía hace unos años; filosofías segundas las llamaba él. La genialidad de Aristóteles en este punto ha estribado en no pretender que el objeto propio de la filosofía sea una zona especial de realidad como lo fue todavía para Platón: la filosofía ha de abarcar la realidad entera. Su objeto ha de determinarse, pues, de diferente manera a como lo hacen las filosofías segundas.

 

Mientras estas ciencias filosóficas estudian cada una de las distintas zonas de realidad, esto es, los distintos modos que las cosas tienen de ser reales, la filosofía primera estudiará la realidad en cuanto tal. Desde el punto de vista de su objeto, lo filosófico de todas las ciencias filosóficas se halla justamente en que estudian los distintos modos de realidad de las cosas. Es claro entonces que lo real en cuanto real constituirá el carácter de lo filosófico en cuanto filosófico. El esfuerzo por construir una ciencia filosófica le lleva así, en consecuencia (tan sólo en consecuencia), a un segundo esfuerzo, a un esfuerzo por encontrar en la realidad un objeto que le sea propio a aquélla.

 

Todas las ciencias se refieren siempre a un objeto más o menos determinado, con el que el hombre se ha encontrado ya, lo mismo en la Historia que la Física, la Economía, etc. El hombre de ciencia y cualquier aspirante a ese conocimiento puede dirigirse y referirse claramente a ese objeto de estudio, es la razón suficiente de tal disciplina, y ante tal objeto se plantea discusiones, caminos, métodos para explicar mejor tal objeto. La biología se dedica a los seres vivos, la zoología a los animales, la geografía al estudio de la Tierra.

 

Los positivistas pensaban que si la presunta ciencia no posee claridad previa acerca de lo que persigue, es que aún no es ciencia. Todo titubeo en este punto es signo inequívoco de imperfección (18) Las ciencias se van modificando y puede ser que el objeto de estudio cambie también, pero siempre el objeto de estudio será claro. Con la filosofía pasa lo contrario se comienza por ignorar si tiene objeto propio de estudio, decir que el objeto de estudio de la filosofía es la sabiduría es tan confuso como decir que no sabemos cuál es.

 

La filosofía se presenta, ante todo, como un esfuerzo, como una "pretensión", una posibilidad. Mientras la ciencia versa sobre un objeto que ya se tiene con claridad, la filosofía navega en el esfuerzo por la progresiva constitución intelectual de su propio objeto. Por esto, la filosofía sólo puede existir creándose a sí misma una y otra vez. El filósofo se da cuenta de su objeto en su propia reflexión filosófica, es decir cuando se encuentra filosofando, el objeto se descubre en la práctica de la filosofía. El filósofo se va abriendo paso en la maleza de la realidad y va avanzando a tientas.

 

Es posible que el filósofo haya comenzado con un cierto propósito intelectual, digamos pensar el Estado, pero esto no quiere decir que este comienzo sea formalmente el principio de su filosofía.

 

A diferencia de lo que acontece en la ciencia, la filosofía tiene que madurar en cada filósofo. Y, por tanto, lo que propiamente constituye su historia es la historia de la idea misma de filosofía; por aquí debe aclararse la relación original existente entre la filosofía y su propia historia, dice Zubiri (19).

 

Es posible que, en ocasiones, el filósofo comience con un concepto previo de la filosofía. Pero, ¿qué sentido y función desempeña semejante concepto dentro de la filosofía? Es aquí donde radica la importancia de volver una y otra vez al origen de la filosofía, a plantearse cada filósofo qué es la filosofía, así se construirá evidentemente, un concepto que él, el filósofo, se ha forjado, y que, por tanto, es posesión o propiedad de él. Pero como la filosofía consiste en este abrirse camino, resulta que en él se constituye la idea misma de la filosofía.

 

Continúa Zubiri, la definición de la física no es obra de la ciencia física, mientras que la obra de la filosofía es la conquista de su propia idea. En este punto, aquel momento inicial no tiene nada que hacer: la filosofía ha cobrado consistencia propia, de nada sirven las definiciones ya, y con ella su concepto adecuado: el concepto que la filosofía se ha forjado de sí misma (20). Y empieza a ver una identidad del filósofo con la filosofía y se confunden sin poder saber quién engendró a quién. No es la filosofía obra del filósofo, ni viceversa. Es el logos que compartimos y nosotros participamos de él, como decían los antiguos griegos. La filosofía jamás es algo definitivo –es un constante dinamismo-: Empieza con cada filósofo, nace en cada sistema (21).

 

Rubén Sanabria habla de la aventura del filosofar, aventura incierta que nos coloca en situación de crisis, de incertidumbre, donde lo desconocido nos seduce. Para lograr saber qué es la filosofía debemos filosofar, debemos entregarnos a la filosofía. Pero quien lo hace se lanza a una aventura incierta -¡no saber qué es la filosofía y entregarse a ella!-. No se conoce ni su rumbo ni su destino y eso es precisamente lo que se busca: un rumbo y un destino (22).

 

Este punto es discutible, en el sentido de que Rubén Sanabria no especifica cuál es ese rumbo y ese destino, pero hay que entenderlo adecuadamente, no está hablando del rumbo metódico válido para toda filosofía ni tampoco está hablando de un destino último sino este rumbo y este destino es de aquel que camina hacia alguna dirección y por lo tanto hacia un lugar, aunque a este puede nunca llegarse. Sanabria da un paso adelante y asegura que la filosofía nos lanza al mundo de lo desconocido y de la perplejidad. Más no sólo la filosofía no tiene de antemano ni un objeto ni un método, sino que no debe tenerlos. Esto desconcierta al hombre superficial – el que está convencido de que la filosofía “no sirve para nada” – y lo aleja de la filosofía. Pero atrae y apasiona al que tiene verdadera vocación filosófica (23).

 

Podemos decir, entonces que no significa que la filosofía no sea un saber estricto, sino que es un saber distinto. Mientras la ciencia es un conocimiento que estudia un objeto que está ahí, la filosofía, por tratar de un objeto que por su propia índole huye, será un conocimiento que necesita perseguir a su objeto y retenerlo ante la mirada humana. La filosofía no consiste sino en la constitución activa de su propio objeto, en la puesta en marcha de la reflexión.

 

Según decía Aristóteles, "todos los hombres desean naturalmente saber". Este deseo de saber se manifiesta en el hombre por la curiosidad inteligente, o el asombro intelectual. Una de las desventajas que tenemos en nuestros días, es que ya nada profundo nos causa admiración, sólo lo raro llama nuestra atención. Filósofos tales como Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino dicen que el hombre tiene una necesidad natural de saber. Después, desde el inicio de los tiempos modernos, especialmente Descartes, la duda sustituye al asombro, esto hace que la filosofía entre en peligro. La filosofía nace de la admiración, pasa por etapas: La Inteligencia capta algún hecho. Continúa con la admiración, pero se ignora su causa, Culmina con el conocimiento de la causa por el intelecto. Finalmente se enseña y se comunica.

 

Quien busca en la filosofía una verdad absoluta, una verdad definitiva, pronto se da cuenta de que esto quizá no es posible: si filosofa de verdad tiene clara conciencia de que llegar a la verdad total quizá sea imposible al hombre. Pero esto no lo decepciona. Porque la decepción pronto se convierte en un afán de seguir buscando, en una obstinación por la filosofía. ¿Por qué esta manía? Si la filosofía es un constante empezar, si sus respuestas no son definitivas, si se manifiesta en sistemas opuestos y aun contradictorios, si es fuente de duda y perplejidades ¿por qué la insistencia en filosofar? (24).

 

Pero quien siente la necesidad de filosofar, quien oye la voz del ser, siente que la filosofía es una tarea imperiosa, improrrogable, siente que es el quehacer decisivo de su vida. Y continúa en su tarea a pesar de las decepciones y de los fracasos. Porque la necesidad de filosofar está enraizada en lo más profundo del ser humano.

 

Por lo pronto sabemos que la filosofía es un quehacer, algo que el hombre tiene que hacer... filosofar es primordialmente teorizar. Theorein, en griego, significa “mirar algo”, “mirar algo con el espíritu”, o sea contemplar (25).

 

Filosofar es una actitud existencial, es una praxis que implica a toda la persona y todo el contexto en que el filósofo está inmerso. A veces desconocemos lo que tenemos cerca. Normalmente ignoramos lo más próximo: estamos acostumbrados, no nos causa extrañeza, ni admiración; he ahí por qué no nos hacemos preguntas. Maravillarse es advertir que no entendemos. La maravilla nos hace ver en lo ordinario algo insólito.

 

Los filósofos de la antigua Grecia dijeron que la investigación y la filosofía nacieron de la admiración. Hoy en día se suele aceptar que la humanidad posee un alto nivel de conocimiento científico-técnico, y eso la hace poderosa. Es cierto, pero no sabemos si el edificio del saber humano es seguro. ¿Su prestigio no se desplomaría si el hombre sólo lo hubiera soñado, si fuera mera invención de nuestro deseo de seguridad?

 

Ahora, ¿para qué sirve la filosofía? Se puede responder: "no sirve para nada". Pero aun aceptando semejante respuesta, no cabe admitir que no sea valiosa. No es lo mismo ser útil que valer. Servir para otra cosa es un tipo de valor, el valor de utilidad, propio de los medios. Todos los medios -o útiles- son valiosos, aunque no todos los valores son medios. Los medios son buenos para otra cosa, los fines son buenos en sí mismos. Hay preguntas que se plantea el hombre de todo tiempo. Una de ellas tiene que ver con la diferencia entre los saberes "técnicos" y los saberes "liberales" (desinteresados), esto es, la diferencia entre dominio del mundo y libertad interior, técnica y ética, cosas y personas, en una palabra: el mundo y el hombre. Éstos son temas clásicos, que cobran especial interés en la actualidad.

 

Con un lenguaje propio de su época, J. Balmes formuló agudamente algunas de estas cuestiones en un libro publicado en 1846 (26), “Todo lo que concentra al hombre, llamándole a elevada contemplación en el santuario de su alma, contribuye a engrandecerle, porque le despega de los objetos materiales, le recuerda su alto origen y le anuncia su inmenso destino”. Balmes hace una crítica a su tiempo, que hoy por hoy sigue actual, menciona que en un siglo preocupado por el tener cada vez más, en que todo parece encaminarse a no desarrollar las fuerzas del espíritu, sino en cuanto pueden servir a regalar el cuerpo, conviene que se renueven esas grandes cuestiones, en que el entendimiento divaga con amplísima libertad por espacios sin fin.

 

Sólo la inteligencia se examina a sí propia, tal como la filosofía. En un lenguaje poético dice: “La piedra cae sin conocer su caída; el rayo calcina y pulveriza, ignorando su fuerza; la flor nada sabe de su encantadora hermosura; el bruto animal sigue sus instintos, sin preguntarse la razón de ellos; sólo el hombre, esa frágil organización que aparece un momento sobre la tierra para deshacerse luego en polvo, abriga un espíritu que, después de abarcar el mundo, ansía por comprenderse, encerrándose en sí propio, allí dentro, como en un santuario donde él mismo es a un tiempo el oráculo y el consultor” (27).

 

Las preguntas originales quién soy, qué hago, qué pienso, por qué pienso, cómo pienso, qué son esos fenómenos que experimento en mí, por qué estoy sujeto a ellos, cuál es su causa, cuál el orden de su producción, cuáles sus relaciones: he aquí lo que se pregunta el espíritu; cuestiones graves, cuestiones espinosas, ácidas, dolorosas; pero nobles.

 

La sola enumeración de esos temas, persuade a muchos de la dificultad de la filosofía. Estos asuntos -se dice- son importantes, pero no están al alcance de todo el mundo, son cosa de especialistas. Eso es una dificultad; tal vez la mayor para quien se acerca por primera vez a estas materias.

 

Lo mismo piensa Sanabria, que la filosofía no es para todos, sino para algunos cuantos, y hace una diferenciación entre el hombre de la calle y el filósofo, y aunque los dos viven en el mundo, viven de distinta manera. Pues éste no está preocupado simplemente por el acontecer cotidiano, o por la sobrevivencia, sino que además logra darle un sentido a su vida y cuestiona el modo en que lleva a cabo ese acto de vivir (28). Además, se nos plantea la disputa sobre el saber filosófico. Las razones a favor y en contra insinuadas por Balmes, vienen a ser estas:

Después de veinticinco siglos la filosofía sigue sin alcanzar utilidades claras. Continúa haciéndose las mismas preguntas. Estamos en el siglo XXI, época de continuas sorpresas, de siempre nuevos progresos tecnológicos. La filosofía no progresa, no es científica. ¿Por qué ocuparnos de ella? Precisamente por eso, la necesitamos.

 

Ciencia y técnica tenemos, pero nos falta meditar sobre la grandeza del hombre, su origen y su destino. Más allá del rendimiento y la utilidad, hemos de poder discurrir sin límites. El progreso material necesita del progreso espiritual, pero más allá del sentido religioso, del espíritu que posibilita el sentido.

 

La misma ciencia y el progreso material replantean la necesidad del filosofar, es decir, parece que siempre nos empujan a buscar el por qué que nos dé alguna razón de todo cuanto existe. No es inasequible, ni es preciso ni conveniente partir de cero, aunque algunos filósofos lo hayan pretendido; aunque no sean conscientes de ello, todos llegan a la filosofía con gran número de conocimientos previos. Por lo demás, todos tenemos una idea -quizá confusa de lo que significa una concepción filosófica de la realidad; y, de hecho, conocemos más de una.

 

Ciertamente, caer en la tentación de considerar la filosofía como una actividad meramente especulativa y alejada de todo fin práctico es ya un error recurrente a lo largo de la historia. Si bien es difícil definir lo esencial del ser humano en una sola frase, podemos señalar como uno de los fundamentos de su existencia el pensar. Con ello no se señala meramente una actividad que conlleva la manipulación de representaciones mentales. El pensar es, esencialmente, pensar que se piensa a sí mismo, tal como la filosofía. En la libertad que nos viene dada por esta estructura del pensar radican las conquistas que el hombre puede llevar a cabo en distintas esferas. En el terreno del conocimiento científico, por ejemplo, los avances más importantes han tenido lugar como consecuencia de crisis y revoluciones de conceptos fundamentales. Cosas tales son posibles porque los antecedentes que fundamentan las distintas ciencias resultan accesibles y revisables para el pensar.

 

El problema de las relaciones entre ciencia y filosofía lo entendemos como una ampliación del problema de las relaciones que cada ciencia positiva mantiene con las otras ciencias, así como con la realidad que envuelve a todas ellas, limitando sus respectivos radios de acción. Carece de sentido hablar, en abstracto, de las relaciones entre ciencia y filosofía, porque éstas serán entendidas de diferente modo según lo que se entienda por ciencia y por filosofía. La cuestión de las relaciones entre la ciencia y la filosofía forma parte de la cuestión de las relaciones entre la filosofía de la ciencia y la filosofía en general. Por supuesto sabemos que toda ciencia se ve siempre rebasada por su objeto.

 

Por último escuchemos a Gilles Deleuze, quien nos presenta su respuesta a la pregunta ¿Qué es filosofía? y nos muestra claramente la acidez de lo que la filosofía es capaz. El filósofo comienza diciendo que cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz; tal como inicio este trabajo hablando de la “inocente” pregunta por la filosofía. Continúa diciendo que la filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer, y sirve para entristecer porque pone al individuo en situación de crisis, contraría, cuestiona.

 

Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. Deleuze se pregunta ¿existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Y su crítica social es fuerte cuando da a la filosofía una carga política de denuncia.

 

Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores. Su concepto de filosofía es fuerte, agresivo, destructivo. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo.

 

Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios ¿quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto? La filosofía tiene que ser crítica porque nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación.

 

Y finalmente levanta la voz contra aquellos que proclaman el fin de la filosofía puesto que por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran... pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?, finaliza (29).

 

Así la filosofía es una forma de conocimiento que pretende ofrecer explicaciones de los temas que analiza empleando la razón y los argumentos racionales (a diferencia de la fe o la autoridad). La filosofía es un saber crítico, pues analiza los fundamentos de todo lo que considera y nunca se limita a aceptarlos de forma ingenua. La filosofía es un saber que emplea los datos y contribuciones de las ciencias y que es un camino de doble sentido, donde las ciencias tienen forzosamente un fundamento filosófico sobre la realidad.

 

Hasta aquí me parece que el camino recorrido ha sido suficiente para tener más preguntas que respuestas, así es la filosofía, y el camino que pueda yo mostrar, con todos sus vericuetos, representa este esfuerzo individual por darle un sentido a este saber. En todo caso cada lector hará su derrotero en el desafío de filosofar. Al final de este trabajo me encuentro situado en una posición en la que cualquier observador diría: “estamos igual que al principio”, nada más equívoco, la filosofía toca fibras muy profundas en nuestra ser como humano, y cualquiera que se sumerja en las aguas de este río, aunque vuelva a su vida anterior, nunca podrá ser el mismo.

 

 

Notas:

1.     Que por supuesto lo es, pero nuestros estudiantes aprenden una serie de definiciones y sistemas filosóficos que no los sienten propios, por eso ven lejana, árida y aburrida a la filosofía, la razón es clara, porque no se les enseña a filosofar, sino a aprender la Historia de la Filosofía

2.     Ferrater, Mora José. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid, 1986, p. 1175

3.     Sanabria, Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976

4.     “Generalmente hay tres formas de escribirla (la introducción a la filosofía): Hay Introducciones históricas en las que se expone la evolución histórica de la filosofía –en sus líneas generales- y se dan algunas indicaciones para que el lector advierta el núcleo de cada filosofía y la corriente a la que pertenece; hay Introducciones temáticas en las que se dan a conocer los principales temas de la filosofía y las soluciones que se han propuesto a los diferentes problemas; hay también –aunque menos frecuente- Introducciones en las que se tratan la evolución histórica y los diferentes temas filosóficos. “Yo prefiero esta forma pensamiento de cada filósofo. Para ello están las historias de filosofía. A veces –como es el caso de los presocráticos, por ejemplo-, es imposible decir en concreto cuál fue el concepto que de la filosofía tuvo determinado filósofo. Sin embargo, he procurado que haya los elementos suficientes para que se vea, con más o menos exactitud, lo que el pensador consideraba como filosofía. Sanabria, Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976, p. 9

5.     Heidegger, Martín, ¿Qué es eso de la filosofía?, traducción y notas de Adolfo P. Carpio, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960

6.     En Aristóteles, la filosofía es una ciencia rigurosa, la sabiduría o saber por excelencia: la ciencia de las cosas en cuanto son. Después de Aristóteles, en las escuelas estoicas, epicúreas, etc., que llenan Grecia desde la muerte de Alejandro, y luego todo el Imperio Romano, la filosofía se vacía de contenido científico y se va convirtiendo cada vez más en un modo de vida, el del sabio sereno e imperturbable, que es el ideal humano de la época. Dentro ya del cristianismo, para San Agustín se trata de la contraposición entre una vita theorética y una vita beata. Y unos siglos más tarde, Santo Tomás se moverá entre una scientia theologica y una scientia philosophica. En Descartes se trata de vivir de cierto modo, sabiendo lo que se hace y lo que se debe hacer. Así aparece la filosofía como un modo de vida que postula una ciencia y se acumulan las máximas exigencias de rigor intelectual y de certeza absoluta. Kant piensa que la filosofía es la ciencia de la relación de todo conocimiento humano con los fines esenciales de la razón humana. Husserl presenta la filosofía como ciencia estricta y rigurosa y Dilthey la vincula esencialmente a la vida humana y a la historia. Ver Marías Julián, Historia de la filosofía, Alianza, México, 1994

7.     Op. Cit. Sanabria… p. 15

8.     Op. Cit. Ferrater... p. 1176

9.     Op. Cit. Sanabria, Rubén... p. 19


11.  Dilthey, W. La esencia de la filosofía, Filosofía y letras, México, 1944, p. 19

12.  Esta nota está citada en tres textos, en el de Ferrater Mora, ya citado, en el de Sanabria, y también lo encontramos en Zubiri, Xavier, en su libro Ciencia, Historia, Filosofía

13.  Fragmento 35. La traducción es de Rodolfo, Moldolfo, Heráclito, Siglo XXI, México, 1966, p. 35. Citado por Sanabria… P. 19

14.  Tusco Lanae Disc., M. T. Ciceronis Opera, ex Regia, Tip Matriti, 1797, t. 11, p. 184 citado por Sanabria… p. 20

15.  Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, 1, I, proemio, sec.8, 12. citado por Sanabria... p. 22

16.  Zubiri, Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974. pp. 107-122

17.  Zubiri, Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974.pp. 107-122

18.  Ver Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, México, Alianza, 1980



21.  Op. Cit. Sanabria… p. 17

22.  Op. Cit. Sanabria… p. 17

23.  Op. Cit. Sanabria… p. 18

24.  Ibid. 17

25.  Idem

26.  Citado por Soldevilla, Fernando, Bellezas literarias, Imprenta de Ricardo Rojas, Madrid, 1909

27.  Idem

28.  Sanabria... véase sobre todo el primer capítulo.

29.  Deleuze, Gilles; Guattari, Felix, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993. p. 64.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, México, Alianza, 1980

Deleuze, Gilles; Guattari, Felix, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993

Dilthey, W. La esencia de la filosofía, Filosofía y letras, México, 1944

Ferrater, Mora José. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid, 1986

Heidegger, Martín, ¿Qué es eso de la filosofía?, traducción y notas de Adolfo P. Carpio, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960

Marías Julián, Historia de la filosofía, Alianza, México, 1994

Sanabria, Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976

Soldevilla, Fernando, Bellezas literarias, Imprenta de Ricardo Rojas, Madrid, 1909

Zubiri, Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974. pp. 107-122

http://www.zubiri.org/works/spanishworks/nhd/elsaberfilosofico.htm

 

 

 

 

 

Omar de Jesús Reyes Pérez

Maestro en Filosofía y Psicoterapia Psicoanalítica

Profesor-investigador de la Universidad del Mar en Oaxaca

 

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