martes, 16 de junio de 2015

A fondo: reflexiones sobre la disciplina en el aula

A. La postergación del placer con fines educativos

Todos los seres vivos tienen como prioridad la satisfacción de las necesidades básicas con el fin de prolongar la vida propia o la especie, en el caso de los seres humanos estas necesidades tal como la alimentación, la evacuación de lo que el cuerpo no necesita, la sexualidad, la pertenencia, se pueden resumir en una palabra: supervivencia.

 
La búsqueda de satisfactores ha llevado al ser humano a crear las herramientas necesarias para que los recursos sean suficientes para el grupo en el momento presente y pueda haber reservas para el futuro. Estas necesidades básicas van acompañadas de placer al ser satisfechas (1); por el contrario si las necesidades básicas no son satisfechas aparece el displacer, con todo el espectro de displacer que esto supone, desde angustia hasta enfermedades mortales...

 

Sigmund Freud se dio cuenta de esta dualidad en los seres humanos, por un lado nos empeñamos en satisfacernos individualmente, pero por otra parte no podríamos hacerlo sin el grupo al que pertenecemos. Entonces accedemos a la pregunta ancestral ¿qué es más importante, el grupo o el individuo? A diferencia de otros animales que nacen con roles específicos dentro del grupo, el ser humano tiene la posibilidad de elegir los momentos en que habrá de escoger el desarrollo del grupo o el desarrollo individual.

 

Somos seres sociales, ya lo apuntaban los griegos, y esta pertenencia al grupo ha creado en el ser humano la necesidad de organización para la supervivencia, esta organización dio paso a las sociedades y a la cultura (2).

 

Freud trata de explicar la ecuación de la siguiente manera: el ser humano pertenece a una sociedad de la cual extrae sus satisfactores, acompañados con su dosis de placer, y esta se encarga de educar al individuo para que mantenga los principios de supervivencia del grupo; Freud descubrió que la ocupación de los individuos más jóvenes era exclusivamente su auto desarrollo, mientras más joven era el individuo más centrado en sí mismo era su preocupación.

 

Así, para que se pueda llegar a tener la conciencia de grupo el individuo tiene que aprender que en ocasiones el grupo es más importante que su individualidad, incluso que su vida; y por esto habrá que educarle, y ¿en qué consiste esa educación? La respuesta es sencilla, aunque no su ejecución. La educación del individuo consiste en postergar la satisfacción inmediata de ciertas necesidades individuales junto con el placer que conlleva para poder alcanzar las metas que el grupo requiere, esto tiene un precio: displacer individual (3).

 

La socialización del individuo inicia en las primeras etapas de la vida, comienza con los tiempos de la alimentación del bebé, enseguida con el control de esfínteres y así sucesivamente va apropiándose de los principios que son valiosos para la sociedad a costa de su satisfacción inmediata. Ante esta continua limitación del placer inmediato algunos individuos logran adaptarse y aprehender mejor las exigencias del grupo, mientras que otros individuos sufren más esta adaptación, y algunos no lo logran.

 

B. Disciplina

La comunidad humana se preocupó por enseñar a las nuevas generaciones los valores que permitirían la continuidad de la misma, en todas las culturas encontramos los modos en que estos valores son transmitidos a los más jóvenes, encontramos tradiciones orales, escritas, pictográficas, musicales, etcétera. Sin intención de hacer una “historia de la educación” podemos mencionar que entre los griegos encontramos los primeros intentos de lo que posteriormente serían las universidades occidentales, y desde entonces una continua discusión viene acompañando este desarrollo de la educación: ¿cuál es el mejor camino para educar?

 

El concepto de disciplina viene aparejado con el de educación, cualquiera que sea el concepto de esta. Evidentemente también la aplicación de lo que conocemos como disciplina ha tenido muchísimas variantes. En estricto sentido la disciplina es mantener la conducta individual y de grupo dentro de ciertos parámetros suficientes para el desempeño de ciertas prácticas. ¿Qué sucede con aquellos que no logran? En la antigüedad los pupilos eran casi pertenencias del educador, los padres entregaban a los hijos (en sus inicios únicamente varones) y los maestros definían qué hacer y qué no hacer, sabemos que en la Academia platónica los alumnos literalmente se iban a vivir con el maestro, muchos años después lo mismo sucedió en la Edad Media con las universidades, no hace mucho tiempo el profesor todavía tenía la libertad del uso del castigo físico a los alumnos que no se adecuaban a los estándares mínimos.

 

Como toda creación humana, las acepciones se van modificando o enriqueciendo, de igual modo ha sido en el caso de la educación. En nuestros tiempos el respeto al individuo en todos los aspectos por mínimo que sea es una constante, como sociedad hemos madurado en la concepción del término dignidad y por fin podemos decir que todos los seres humanos tienen dignidad, aunque en la práctica sea otra cosa. El problema es que no hemos definido hasta dónde llega la dignidad, y algunos creen que el concepto propio de dignidad es mejor que el concepto de dignidad de otros. Ante esto, los educadores nos enfrentamos a un problema gigantesco: ¿cómo educar con disciplina pero sin atacar la dignidad de los educandos?

 

C. Causas de problemas disciplinarios dentro de la escuela

Avancemos con calma, como educadores nos encontramos jugando un papel importante en la vida de los alumnos y de la sociedad. Dejemos para otro momento la discusión acerca de si los valores que pretendemos mostrar son los adecuados o no (no es el fin de este trabajo abordar esta discusión); las instituciones para las que laboramos tienen un ideario así como una misión en la cual como educadores regularmente no se nos toma opinión y sin embargo nos insertamos a las instituciones educativas con la firme convicción de que lo que nosotros enseñamos es algo más que devengar un salario.

 

Con base en lo anterior nos presentamos en el aula haciendo un esfuerzo por compartir cierta área del conocimiento a alumnos que serán tarde o temprano, y de cierto modo u otro, los educadores de las posteriores generaciones y no he encontrado nunca un profesor que diga que la materia que imparte no sirve para nada y no debería estar en el currículum académico.

 

Para que los profesores puedan enseñar y los alumnos puedan recibir la enseñanza debe haber disposición de ambos lados, unos a transmitir un conocimiento y otros a recibirlo. Hasta aquí todo está bien en teoría, pero en la práctica nos enfrentamos a realidades diversas, precisamente porque nuestra labor es con seres humanos.

 

Sabemos que la disposición del alumno a recibir un conocimiento no siempre es la óptima, dicho sea de paso que en ocasiones la disposición del profesor a enseñar tampoco es la óptima. Por esta vez centremos nuestra atención en el alumno.

 

Cuando no hay disposición de los alumnos a recibir ciertos conocimientos la falta de interés se puede manifestar de distintos modos: algunos alumnos aprenden que se puede fingir atención y viajar con la mente sin molestar a los compañeros o a los profesores, otros no han logrado esa adaptación y manifiestan su indisposición con problemas disciplinarios, retan a los compañeros, desvían su atención, retan al profesor, etcétera. Los primeros no incurren en una falta de disciplina, los segundos sí; son estos los que provocan dolores de cabeza a los profesores. Un profesor novato puede caer en ciertas provocaciones y ocasionar un caos hasta perder el control de la clase, y todos conocemos casos en que es el profesor el que finalmente abandona la clase. Profesores con más experiencia hemos logrado aprender a librar estos conflictos en muchas ocasiones simplemente por ensayo y error. En las carreras profesionales nunca se nos enseñó qué hacer en el caso de alumnos que incurren en faltas evidentes de disciplina.

 

Richard Lewis y Allen Mendler4 mencionan cuatro posibles razones por las cuales los alumnos pueden incurrir en faltas de disciplina: aburrimiento de los alumnos, los alumnos no tienen poder, los límites son poco claros, falta de escapes adecuados para los sentimientos y ataques a la dignidad.

 

1.    Aburrimiento de los alumnos. Todos los educadores nos sentimos contentos con nuestro saber, y para cualquier expositor es gratificante encontrar un público que se entusiasme con nuestra clase. ¿cómo reaccionamos cuando uno de nuestros alumnos se aburre, y además no se molesta en demostrarlo? A veces creemos que los alumnos tienen la obligación de que nuestra clase les parezca interesante (elemento que en realidad es más responsabilidad del profesor que del alumno) por una parte, y por otra nos justificamos de las malas notas que el alumno obtiene como consecuencia de su desinterés, aunque sepamos que esta es una verdad a medias

2.    El alumno no tiene poder. La mayoría de nuestras instituciones tienen en el escalafón más bajo del organigrama a los alumnos, de tal modo que ellos son sólo receptáculos de las decisiones que se hacen en esferas que ellos nunca conocen. Durante ciertas horas del día a los alumnos se les dice a qué hora ir al baño, a qué hora tomar sus alimentos, a qué hora ir al laboratorio, a qué hora salir y hasta cómo vestirse, todo lo anterior en pos de una educación de alto nivel. Es obvio que algunos alumnos sientan que no tienen poder, es deber del profesor entablar el diálogo con los alumnos y que estos sepan que hay cosas que se pueden negociar y otras que no. Todos sabemos de casos en que la “tiranía” del profesor ha terminado en una terrible “revolución” por parte de los alumnos

3.    Límites poco claros. Todas las escuelas cuentan con un reglamento para alumnos, y los profesores creemos ingenuamente que todos los alumnos conocen perfectamente el reglamento, valdría la pena leerlo junto con ellos. Por otra parte, los profesores en ocasiones no somos claros en las reglas dentro del tiempo que convivimos con ellos y muchas veces improvisamos reglas y sanciones que lejos de ayudar provocan enojo en los alumnos y la percepción de que el profesor es injusto.

4.    Falta de escapes adecuados para los sentimientos. “Otra fuente de problemas de disciplina es la falta de escapes adecuados para expresar los sentimientos. No corras. No pelees. No tires comida. La mayoría de los maestros tienen reglas para que los alumnos sepan lo que no deben hacer, pero pocas veces enseñamos a los alumnos qué hacer en lugar de ello”.5 Lo cierto es que muchos profesores no abrimos en nuestros cursos un momento para escuchar las inquietudes de los alumnos respecto a la forma y en ocasiones nos sentimos atacados cuando un alumno hace una crítica.

5.    Ataques a la dignidad. Este es el punto más crítico del escrito. Cuando un alumno se siente atacado en su dignidad, la defenderá incluso a costa de su propia estancia en la institución, ya no se diga de la relación con el profesor. Para un alumno es mejor ser visto como rebelde problemático que como tonto.

 

D. ¿Son necesarias las leyes en la sociedad?

Los inicios de curso son vitales para la sana relación que se llevará en el grupo durante la convivencia, siempre es importante que los alumnos sepan qué es lo que se espera de ellos y qué obtendrán a cambio, sobre todo en el caso de los adolescentes6. Para estos últimos, vale la pena platicar con ellos sobre el origen de las leyes y su necesidad en la sociedad, algunos dirán que sería la sociedad perfecta el no tener leyes, pero poco a poco se descubre que son necesarias para la vida diaria, de tal modo ellos se hacen conscientes de que las reglas no son nocivas y que, por el contrario, posibilitan el desarrollo de las comunidades humanas. En este mismo tópico es muy interesante abordar las consecuencias de violar una regla, es decir ¿quién sale perjudicado cuando se viola una regla? Unos dirán que el que rompe la regla, otros dirán que el que recibe el perjuicio pero la respuesta la sabemos: toda la sociedad. Una discusión que ayuda mucho, es pedirles a los alumnos que escriban cómo organizarían una escuela, mencionándoles las metas que debe cumplir la institución. Nos sorprenderemos con las respuestas que dan.

 

E. Sugerencias

La motivación juega un papel muy importante en la conducta de los alumnos, en esto reside la mayor parte del tiempo la disciplina dentro de un aula; de tal modo que como profesores debemos despertar el interés de los alumnos por nuestro tema, algunas sugerencias prácticas para mantener un nivel óptimo de disponibilidad se mencionan a continuación.

 

1.    Apréndase el nombre de todos sus alumnos. Dale Carnegie decía que el sonido más dulce para una persona es su nombre. Cuando usamos frases como “a ver compañero, dígame usted”, sin mencionar el nombre, es como decir: “no me importa quién eres, sólo contesta y ya”. Algunos alumnos se sorprenden agradablemente cuando descubren que el profesor los ubica perfectamente

2.    Poner en evidencia a un alumno es crearle un resentimiento que nunca olvidará bajo ninguna circunstancia, es un buen modo de hacerse de enemigos (7). Por el contrario, si el profesor hace preguntas de bajo riesgo, el alumno contestará adecuadamente y de este modo llamará su atención y su motivación, y su persona no quedará disminuida

3.    Anime a los alumnos a autoevaluarse, es un buen indicador de la autopercepción de los alumnos y de la percepción ante la clase

4.    Ante un momento de indisciplina no se desespere, trate de entender al alumno antes de juzgarlo, esto implica autocontrol por parte del profesor

5.    Sea claro en las reglas al inicio del curso y ejecute las sanciones como consecuencias y no como castigo, esto implica no inventar en el camino o improvisar reglas del juego, hacer esto creará en el alumno la percepción de que el profesor es injusto

6.    Sea creativo y muestre interés por su propia materia. Apasiónese por su cátedra, los alumnos valoran que un profesor muestre entusiasmo legítimo en su exposición

7.    Tenga un contacto individual con los alumnos que usted considere que necesitan una motivación extra. Cuando un profesor muestra un legítimo interés en el desarrollo académico de un alumno, este se compromete generalmente.

 

 

 

 

Omar Reyes Pérez

Es Maestro en Filosofía y

Psicoterapia Psicoanalítica

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