martes, 26 de mayo de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: hasta por debajo de las piedras


Vuelvo a dar un vistazo a las listas de calificaciones y persiste esta sensación de preocupación. Con todos los grupos parece que es lo mismo, muchos alumnos no alcanzan una calificación aprobatoria, más de diez alumnos en cada grupo.

 

Las indicaciones de la dirección y de la supervisión escolar tienen un peso invisible que poco a poco va produciendo un sentimiento de frustración. Reprobar a menos del 8 % de alumnos es lo permitido, es lo aceptable, si rebasas ese número algo estás haciendo mal e inevitablemente se endosa la factura al docente sin mediar ninguna otra posibilidad.

 

A veces me pregunto si cuando los chicos reprueban efectivamente es que estoy haciendo mal, que el único responsable soy yo y casi siempre me convenzo de que no es así, que he hecho mi mejor esfuerzo en el trabajo con los alumnos y que hay “otras cosas” que influyen en que los muchachos reprueben.

 

En todo caso habría que poner atención a todos los factores que llevan a un chico a reprobar, y aunque muchos de ellos escapan al ámbito de influencia del docente, pienso en cómo organizo mi clase: cada alumno lleva en su libreta un registro diario de actividades, ahí se anotan las calificaciones de las actividades ordinarias en el salón de clases –que llamamos así porque son las actividades comunes que se realizan en el aula o en casa, como lecturas, ejercicios en el libro de texto, cuaderno y tareas— y también las actividades especiales –que son actividades más complejas, que requieren de mayor dedicación y tiempo, y que ofrecen un producto en el que el alumno tiene la oportunidad de dar cuenta de lo aprendido y su aplicación— ejemplo de éstas son los exámenes, las visitas, exposiciones, investigaciones, antologías y demás actividades complejas.

 

Cada una de mis clases tiene dos partes bien definidas. En una lo teórico, los elementos conceptuales que comprendidos adecuadamente por los estudiantes les permitirían desarrollar procesos y procedimientos más prácticos y obtener algún tipo de producto que reflejara la apropiación de lo aprendido, que es la segunda parte de la clase.

 

A lo largo de los cursos escolares he ido tratando de utilizar las técnicas más apropiadas a cada contenido, procurando el desarrollo de habilidades en mis alumnos. Pero en los últimos años me he encontrado con prácticas cada día más comunes entre los alumnos, prácticas que obstaculizan el aprendizaje y hasta la participación activa de los alumnos.

 

Frecuentemente hay alumnos que “olvidan” sus materiales de trabajo, desde el libro de texto hasta la libreta o plumas; en algunos casos este olvido parece ser consciente y una manifestación clara de desagrado por el trabajo académico; y lo que es peor --aunque confirma esta percepción de irrelevancia de la escuela secundaria al alumno—no es solo una práctica de mi clase, varios de mis compañeros docentes también sufren de este mal.

 

Por otra parte, las tareas ya no representan un compromiso para el alumno, una actividad de refuerzo de lo aprendido, han perdido ese carácter. De mis cuarenta alumnos, una tercera parte no cumple con estas actividades. Los padres lo saben, pero no parece importarles mucho, muchos de ellos tienen como mayor preocupación su incapacidad para guiarlos, para obtener de ellos un poco de obediencia.

 

Lamentablemente la falta de materiales, las ausencias y faltas, el bajo rendimiento y los problemas de conducta parecen coincidir siempre en los mismos alumnos.

 

En este asunto de la reprobación ¿el único responsable es el docente? ¿cuál es la responsabilidad del alumno y del padre de familia? Algo deben tener en este asunto. Muchas preguntas relacionadas con ellos podrían aquí ser anotadas: ¿es la escuela secundaria relevante para los estudiantes? ¿tiene algún sentido individual y social estudiar la secundaria? ¿cuál sería ese sentido para mis alumnos? ¿ofrece la escuela secundaria lo que ellos necesitan, lo que les es significativo?

 

La poca significatividad será parte de la apatía que buena parte de los estudiantes muestran hacia la escuela secundaria?, esto va más allá de los comentarios de “hacer dinámica e interesante la clase” para que los alumnos se motiven –acaso no hay una motivación interna, responsabilidad de los usuarios--.

 

Buena parte de las respuestas parecen estar en ellos, en los usuarios primarios de la escuela secundaria: alumnos y padres.

 

Por lo pronto y como otras tantas veces, busco “hasta por debajo de las piedras” algo que pueda encontrar para justificar el seis de estos trece alumnos y bajar el índice de reprobación, al menos, al ocho por ciento.

 

 

 

 

El Maestro Roberto

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