jueves, 28 de mayo de 2015

A fondo: ser asesor de secundaria, la radiografía de un grupo

Ser asesor del primero B del turno matutino ha sido una difícil tarea en lo que va del año. Alumnos y padres nuevos, la mayoría de la misma comunidad pero procedentes de distintas escuelas primarias, 41 adolescentes (o apenas niños entrando a la adolescencia) en una escuela nueva.
 
 
A casi medio año escolar, el grupo se ha perfilado como uno de los más problemáticos a decir de mis compañeros maestros. Un grupo difícil de manejar, con fuertes problemas de disciplina, con mucha falta de atención y, sobre todo, con muy poca disposición para el trabajo escolar.
 


En los dos períodos evaluados en el grupo se sumaron 79 materias-alumno reprobadas: 18 en el primer período y 51 en el segundo, colocándose como el grupo más reprobador de los cuatro existentes.
 
 
Pero sin duda alguna, su problema más fuerte es la disciplina. Cuando entras al salón es un concierto de baterías, silbidos y tarareos, y pasa un buen rato hasta que el concierto se detiene. Las niñas son muy parlanchinas y es hasta el saludo en voz fuerte, casi un grito del profesor o profesora, que los sonidos disminuyen un poco. Son preadolescentes, pienso, ruidosos y escandalosos.

 

Su maestra de Español me ha dicho en algunas ocasiones: “Me cuesta mucho trabajar con ese grupo, son muy latosos, los hombres tienen una manía por tocar la batería, apenas pueden y empiezan a tamborilear son sus lápices en la butaca. Apenas te volteas, Manuel y Edgar ya se levantaron a molestar a sus compañeros y el grupito de la esquina inicia el relajo, casi siempre son los mismos”

 

Frecuentemente, como dice la maestra Lolita, cuando Manuel y Edgar no están en el aula, los maestros comentan de la tranquilidad que se vive, de lo agradable que es trabajar sin ellos. Y ¿saben qué?, es cierto, hasta en mis propias clases se siente distinto cuando ellos no están.

 

A veces me parece que el problema se ve agravado por una actitud generalizada en estas nuevas generaciones de adolescentes: la poca motivación para el estudio. Y cada día me convenzo más de que los jóvenes y los adolescentes de hoy, son generaciones menos dedicadas y más dispersas. Pero ahora tengo frente a mí a cuarenta muchachos que son personas reales.

 

Sí, el principal problema de mi grupo es la disciplina y el rendimiento. Lamentablemente los involucrados en ambas situaciones casi siempre son los mismos alumnos: los que tiene problemas de disciplina también los tienen de rendimiento. Hay básicamente tres grupitos que se identifican como indisciplinados, provocadores, reprobadores.

 

Quiero entender qué pasa con mi grupo y me doy cuenta que debo atender a muchos elementos que se conjugan para resultar en lo que ahora es el grupo, muchos factores y también muchos matices. ¿Quiénes son mis alumnos?

 

Es un grupo grande, 41 alumnos. 21 hombres y 20 mujeres de entre 12 y 14 años. La mayoría de la comunidad en la que se ubica la escuela. Los padres en su mayoría son obreros, albañiles, empleadas domésticas y amas de casa que apenas cursaron la escuela primaria. 18 tienen entre uno y dos hermanos, 9 de ellos tienen tres o cuatro, 5 tienen cinco hermanos y 5 de ellos entre diez y doce hermanos. Solo uno es hijo único. Dos de estos muchachos viven con uno solo de sus padres.

 

Las primeras pistas para entender a mi grupo las encontré en el IDANIS cuyos resultados me fueron facilitados por el departamento de Orientación Educativa. Luego de analizarlos un poco me encontré que estos chicos, a diferencia de generaciones anteriores, habían desarrollado un poco más sus habilidades lingüísticas y sus evaluaciones (en los rangos de IDANIS de menor a mayor A, B, C y D) los ubicaban en su mayoría en el nivel B y C. Destacando que hubo alumnos que alcanzaron el rango D, el mayor de la prueba.

 

Esto significa que los alumnos de mi grupo asesorado, en cuanto a sus habilidades verbales, son capaces de identificar temas, las ideas que en un texto se presentan, así como gran parte de las relaciones de importancia, generalidad, secuencia y causalidad. Reconocen información implícita, pueden inferir significados y en algunos momentos son capaces de reconocer aspectos subjetivos y valorativos expuestos en los textos o discursos.

 

Para las habilidades matemáticas no sucede lo mismo, en este aspecto mis alumnos han tenido calificaciones muy bajas, lo que los ubica en su gran mayoría en los dos rangos más bajos (A y B) del IDANIS. Solo el 3.5% en promedio escapan a estos bajos niveles.

 

Esto significa que los alumnos del 1B son estudiantes que tienen serias dificultades para reconocer y relacionar los elementos de una situación problemática que implique traducción de situaciones verbales a expresiones numéricas, tienen dificultades para interpretar relaciones espaciales y utilizar el lenguaje matemático.

 

Esto se traduce directamente en problemas directos en las asignaturas de matemáticas, física, química, biología y geografía; y su aprendizaje se verá limitado por falta de ejercicio intelectual de tipo lógico relacionado directamente con el lenguaje matemático.

 

Finalmente el IDANIS me ofreció datos referidos a las habilidades de mis alumnos para el razonamiento abstracto, similar al caso de las habilidades lingüísticas, las de razonamiento abstracto ubican casi la totalidad de alumnos en los dos primeros rangos, los más bajos. De hecho, más de la mitad en el rango más bajo.

 

Así, el impacto negativo de esto es grave, significa que mis asesorados cuentan con pocas posibilidades de lograr un aprendizaje fluido y consistente pues sus capacidades para construir y articular coherentemente los conocimientos son muy pobres, independientemente del contenido específico de las asignaturas.

 

 

NIVEL
HABILIDAD VERBAL
COMPRENSIÓN LECTORA
COMPLETACIÓN DE ORACIONES
HABILIDAD MATEMÁTICAS
ARITMÉTICA
GEOMETRÍA
SERIACIÓN DE FIGURAS
A
21.4
28.5
28.5
67.8
53.5
57.1
60.7
B
46.4
17.8
17.8
28.5
39.2
39.2
35.7
C
28.6
28.5
28.5
3.5
7.1
3.5
3.5
D
3.5
24.9
24.9
0
0
0
0

 

Tabla de porcentajes para el grupo de 1B según los resultados de IDANIS

 

 

Así en lo general, mi grupo parece tener mejores herramientas para la comunicación que para el pensamiento abstracto y el razonamiento matemático. Un panorama no muy alentador y sí más preocupante.

 

Fuera de esto –como si eso fuera poco--, tendría que volver la mirada a ocho muchachos, aquellos que en las reuniones de evaluación siempre salían a relucir por su conducta o su rendimiento, y que casi siempre formaban parte de la lista de los once maestros que los atendían.

 

Cinco de ellos habían presentado la prueba de IDANIS y se tenía la evaluación correspondiente, tres de ellos no. Sí, entre ellos los dos más latosos: Manuel y Edgar.

 

De los otros cinco, solamente uno alcanzó el nivel B, los otros cuatro se ubicaron en el nivel más bajo, reflejando muy pocas habilidades para el estudio.

 

Con esta información inicial empecé a buscar en cada uno de los casos “difíciles” del grupo, en estos niños que tenían problemas de disciplina y rendimiento, en el afán de llegar a razones más personales para estos chicos. Me encontré con estas situaciones:

 

§  Sus resultados en el IDANIS los colocan en el nivel más bajo de habilidades

§  Algunos de ellos han sido reprobadores en la escuela primaria

§  Estos niños a pesar de tener sus útiles para cada materia no los llevan al aula y sus padres no les revisan las mochilas

§  Son muy distraídos y su trabajo va de poco a nada en el aula

§  En casa no hacen tareas

§  Dedican su tiempo en clase a molestar a sus compañeros

§  La situación con sus padres es especial: uno vive solo con la madre, a otro el padre lo consiente tanto que sus intentos por ayudarlo no funcionan, otro de ellos enfrenta una separación

 

Mención aparte merecen Manuel y Edgar, dos niños especiales en el grupo, especiales por la influencia que en él tienen. Manuel es hijo único, su padre lo consiente mucho pero no tiene la suficiente autoridad para guiarlo, me parece que sin querer el padre le envía mensajes dobles y Manuel toma el que mejor le conviene. En el aula jamás hace un trabajo, sus libretas están en blanco, su mochila vacía, ningún libro se asoma por ahí, así que su tiempo lo invierte en molestar a los demás, en hablar y hablar, un niño con el que no se puede uno descuidar porque alborota a los demás. Este ya es su segundo año en primer grado y al paso que va, seguramente habrá uno más.

 

Por otra parte, Edgar es un muchachito simpático, pero que desquicia al más sereno y ecuánime de los profesores. Un minuto callado y quieto es un oasis en los cincuenta minutos de la clase. Los maestros, --todos, no hay ninguno que quede fuera—se muestran impotentes ante él. No saben qué hacer, ni cómo tratarlo, su capacidad de tolerancia cada vez es menor cuando se trata de Edgar.

 

En los primeros meses del ciclo escolar y luego de varias llamadas al padre para enterarle de las travesuras de su hijo, de su falta de atención y de los problemas que estaba provocando en el aula, éste llegó con una carta de la Secretaría en la que se autorizaba su estancia en la escuela y una nota médica que incluía el diagnóstico psiquiátrico de su hijo: trastorno neurológico del desarrollo expresado por déficit de atención, hiperactividad, trastorno negativista (oposicionista), desafiante, con necesidad de tratamiento farmacológico y recomendación de manejo psicológico complementario.

 

Ningún maestro ha sabido cómo tratarlo y poco han podido hacer al respecto, es un desafío al que no hemos encontrado un camino apropiado, alguien ha dicho: “solo nos queda aguantarlo”.

 

Ahora que tengo un panorama más completo de mis alumnos, de mi grupo asesorado, me quedan nuevas preguntas por responder, las más apremiantes, ¿cómo puedo ayudar a estos muchachos? ¿cuáles serán las acciones más adecuadas para mejorar la disciplina y el rendimiento? y una conclusión: ser asesor de un grupo como este, --o tal vez como cualquier otro—puede ser una tarea difícil, muy difícil, si verdaderamente quiero conocer y ayudar a mis alumnos.

 

Pues bien, colegas maestros de secundaria, ¿cuántos grupos como este hay en su escuela? ¿cuántos Manueles, Javieres y Edgars conoces? ¿cuántos docentes de secundaria podremos tener en mente todas estas cosas cuando entramos al 1B de nuestra escuela o a cada uno de los grupos en los que damos clase diariamente?

 

 

 

J. Rafael Mora Vázquez
Maestría en Ciencias de la Educación y
Maestría en Desarrollo Humano
Doctorado en Educación

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