Ser
asesor del primero B del turno matutino ha sido una difícil tarea en lo que va
del año. Alumnos y padres nuevos, la mayoría de la misma comunidad pero
procedentes de distintas escuelas primarias, 41 adolescentes (o apenas niños
entrando a la adolescencia) en una escuela nueva.
A casi medio
año escolar, el grupo se ha perfilado como uno de los más problemáticos a decir
de mis compañeros maestros. Un grupo difícil de manejar, con fuertes problemas
de disciplina, con mucha falta de atención y, sobre todo, con muy poca disposición
para el trabajo escolar.
En los
dos períodos evaluados en el grupo se sumaron 79 materias-alumno reprobadas: 18
en el primer período y 51 en el segundo, colocándose como el grupo más
reprobador de los cuatro existentes.
Pero sin
duda alguna, su problema más fuerte es la disciplina. Cuando entras al salón es
un concierto de baterías, silbidos y tarareos, y pasa un buen rato hasta que el
concierto se detiene. Las niñas son muy parlanchinas y es hasta el saludo en
voz fuerte, casi un grito del profesor o profesora, que los sonidos disminuyen
un poco. Son preadolescentes, pienso, ruidosos y escandalosos.
Su maestra
de Español me ha dicho en algunas ocasiones: “Me cuesta mucho trabajar con ese
grupo, son muy latosos, los hombres tienen una manía por tocar la batería,
apenas pueden y empiezan a tamborilear son sus lápices en la butaca. Apenas te
volteas, Manuel y Edgar ya se levantaron a molestar a sus compañeros y el grupito
de la esquina inicia el relajo, casi siempre son los mismos”
Frecuentemente,
como dice la maestra Lolita, cuando Manuel y Edgar no están en el aula, los
maestros comentan de la tranquilidad que se vive, de lo agradable que es
trabajar sin ellos. Y ¿saben qué?, es cierto, hasta en mis propias clases se siente
distinto cuando ellos no están.
A veces me
parece que el problema se ve agravado por una actitud generalizada en estas
nuevas generaciones de adolescentes: la poca motivación para el estudio. Y cada
día me convenzo más de que los jóvenes y los adolescentes de hoy, son
generaciones menos dedicadas y más dispersas. Pero ahora tengo frente a mí a
cuarenta muchachos que son personas reales.
Sí, el
principal problema de mi grupo es la disciplina y el rendimiento.
Lamentablemente los involucrados en ambas situaciones casi siempre son los
mismos alumnos: los que tiene problemas de disciplina también los tienen de rendimiento.
Hay básicamente tres grupitos que se identifican como indisciplinados, provocadores,
reprobadores.
Quiero
entender qué pasa con mi grupo y me doy cuenta que debo atender a muchos elementos
que se conjugan para resultar en lo que ahora es el grupo, muchos factores y también muchos matices. ¿Quiénes son mis alumnos?
Es un grupo grande,
41 alumnos. 21 hombres y 20 mujeres de entre 12 y 14 años. La mayoría de la
comunidad en la que se ubica la escuela. Los padres en su mayoría son obreros,
albañiles, empleadas domésticas y amas de casa que apenas cursaron la escuela
primaria. 18 tienen entre uno y dos hermanos, 9 de ellos tienen tres o cuatro,
5 tienen cinco hermanos y 5 de ellos entre diez y doce hermanos. Solo uno es
hijo único. Dos de estos muchachos viven con uno solo de sus padres.
Las primeras pistas
para entender a mi grupo las encontré en el IDANIS cuyos resultados me fueron
facilitados por el departamento de Orientación Educativa. Luego de analizarlos un
poco me encontré que estos chicos, a diferencia de generaciones anteriores,
habían desarrollado un poco más sus habilidades lingüísticas y sus evaluaciones
(en los rangos de IDANIS de menor a mayor A, B, C y D) los ubicaban en su
mayoría en el nivel B y C. Destacando que hubo alumnos que alcanzaron el rango
D, el mayor de la prueba.
Esto significa que
los alumnos de mi grupo asesorado, en cuanto a sus habilidades verbales, son
capaces de identificar temas, las ideas que en un texto se presentan, así como gran
parte de las relaciones de importancia, generalidad, secuencia y causalidad. Reconocen
información implícita, pueden inferir significados y en algunos momentos son
capaces de reconocer aspectos subjetivos y valorativos expuestos en los textos
o discursos.
Para las habilidades
matemáticas no sucede lo mismo, en este aspecto mis alumnos han tenido
calificaciones muy bajas, lo que los ubica en su gran mayoría en los dos rangos
más bajos (A y B) del IDANIS. Solo el 3.5% en promedio escapan a estos bajos
niveles.
Esto significa que
los alumnos del 1B son estudiantes que tienen serias dificultades para reconocer
y relacionar los elementos de una situación problemática que implique traducción
de situaciones verbales a expresiones numéricas, tienen dificultades para interpretar
relaciones espaciales y utilizar el lenguaje matemático.
Esto se traduce directamente
en problemas directos en las asignaturas de matemáticas, física, química,
biología y geografía; y su aprendizaje se verá limitado por falta de ejercicio
intelectual de tipo lógico relacionado directamente con el lenguaje matemático.
Finalmente el IDANIS
me ofreció datos referidos a las habilidades de mis alumnos para el razonamiento
abstracto, similar al caso de las habilidades lingüísticas, las de razonamiento
abstracto ubican casi la totalidad de alumnos en los dos primeros rangos, los
más bajos. De hecho, más de la mitad en el rango más bajo.
Así, el impacto
negativo de esto es grave, significa que mis asesorados cuentan con pocas
posibilidades de lograr un aprendizaje fluido y consistente pues sus
capacidades para construir y articular coherentemente los conocimientos son muy
pobres, independientemente del contenido específico de las asignaturas.
NIVEL
|
HABILIDAD VERBAL
|
COMPRENSIÓN LECTORA
|
COMPLETACIÓN DE ORACIONES
|
HABILIDAD MATEMÁTICAS
|
ARITMÉTICA
|
GEOMETRÍA
|
SERIACIÓN DE FIGURAS
|
A
|
21.4
|
28.5
|
28.5
|
67.8
|
53.5
|
57.1
|
60.7
|
B
|
46.4
|
17.8
|
17.8
|
28.5
|
39.2
|
39.2
|
35.7
|
C
|
28.6
|
28.5
|
28.5
|
3.5
|
7.1
|
3.5
|
3.5
|
D
|
3.5
|
24.9
|
24.9
|
0
|
0
|
0
|
0
|
Tabla de porcentajes para el grupo de 1B según los
resultados de IDANIS
Así en lo general, mi
grupo parece tener mejores herramientas para la comunicación que para el
pensamiento abstracto y el razonamiento matemático. Un panorama no muy
alentador y sí más preocupante.
Fuera de esto –como
si eso fuera poco--, tendría que volver la mirada a ocho muchachos, aquellos
que en las reuniones de evaluación siempre salían a relucir por su conducta o su
rendimiento, y que casi siempre formaban parte de la lista de los once maestros
que los atendían.
Cinco de ellos habían
presentado la prueba de IDANIS y se tenía la evaluación correspondiente, tres
de ellos no. Sí, entre ellos los dos más latosos: Manuel y Edgar.
De los otros cinco,
solamente uno alcanzó el nivel B, los otros cuatro se ubicaron en el nivel más
bajo, reflejando muy pocas habilidades para el estudio.
Con esta información
inicial empecé a buscar en cada uno de los casos “difíciles” del grupo, en estos
niños que tenían problemas de disciplina y rendimiento, en el afán de llegar a
razones más personales para estos chicos. Me encontré con estas situaciones:
§ Sus resultados en el
IDANIS los colocan en el nivel más bajo de habilidades
§ Algunos de ellos han
sido reprobadores en la escuela primaria
§ Estos niños a pesar
de tener sus útiles para cada materia no los llevan al aula y sus padres no les
revisan las mochilas
§ Son muy distraídos y
su trabajo va de poco a nada en el aula
§ En casa no hacen
tareas
§ Dedican su tiempo en
clase a molestar a sus compañeros
§ La situación con sus
padres es especial: uno vive solo con la madre, a otro el padre lo consiente
tanto que sus intentos por ayudarlo no funcionan, otro de ellos enfrenta una
separación
Mención aparte
merecen Manuel y Edgar, dos niños especiales en el grupo, especiales por la
influencia que en él tienen. Manuel es hijo único, su padre lo consiente mucho
pero no tiene la suficiente autoridad para guiarlo, me parece que sin querer el
padre le envía mensajes dobles y Manuel toma el que mejor le conviene. En el
aula jamás hace un trabajo, sus libretas están en blanco, su mochila vacía,
ningún libro se asoma por ahí, así que su tiempo lo invierte en molestar a los
demás, en hablar y hablar, un niño con el que no se
puede uno descuidar porque alborota a los
demás. Este ya es su segundo año en primer
grado y al paso que va, seguramente habrá uno
más.
Por otra
parte, Edgar es un muchachito simpático, pero que desquicia al más sereno y
ecuánime de los profesores. Un minuto callado y quieto es un oasis en los
cincuenta minutos de la clase. Los maestros, --todos, no hay ninguno que quede
fuera—se muestran impotentes ante él. No saben qué hacer, ni cómo tratarlo, su
capacidad de tolerancia cada vez es menor cuando se trata de Edgar.
En los
primeros meses del ciclo escolar y luego de varias llamadas al padre para enterarle
de las travesuras de su hijo, de su falta de atención y de los problemas que estaba
provocando en el aula, éste llegó con una carta de la Secretaría en la que se autorizaba
su estancia en la escuela y una nota médica que incluía el diagnóstico psiquiátrico
de su hijo: trastorno neurológico del desarrollo expresado por déficit de atención,
hiperactividad, trastorno negativista (oposicionista), desafiante, con
necesidad de tratamiento farmacológico y recomendación de manejo psicológico
complementario.
Ningún maestro
ha sabido cómo tratarlo y poco han podido hacer al respecto, es un desafío al
que no hemos encontrado un camino apropiado, alguien ha dicho: “solo nos queda
aguantarlo”.
Ahora que
tengo un panorama más completo de mis alumnos, de mi grupo asesorado, me quedan
nuevas preguntas por responder, las más apremiantes, ¿cómo puedo ayudar a estos
muchachos? ¿cuáles serán las acciones más adecuadas para mejorar la disciplina
y el rendimiento? y una conclusión: ser asesor de un grupo como este, --o tal
vez como cualquier otro—puede ser una tarea difícil, muy difícil, si
verdaderamente quiero conocer y ayudar a mis alumnos.
Pues
bien, colegas maestros de secundaria, ¿cuántos grupos como este hay en su escuela?
¿cuántos Manueles, Javieres y Edgars conoces? ¿cuántos docentes de secundaria
podremos tener en mente todas estas cosas cuando entramos al 1B de nuestra escuela
o a cada uno de los grupos en los que damos clase diariamente?
J. Rafael Mora Vázquez
Maestría en Ciencias de la Educación y
Maestría en Desarrollo Humano
Doctorado en Educación
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