Este ciclo
escolar el maestro Roberto cumple 15 años de servicio y se siente ya a la mitad
del camino, satisfecho, listo para participar en el próximo concurso por una subdirección.
Hace unos días sus sentimientos cambiaron. Hoy se siente indefenso, desamparado,
desencantado y lleno de enojo.
Con los
más de 1950 puntos alcanzados en el escalafón del año escolar pasado y con los
puntos logrados en éste, abrigaba la esperanza de participar con un buen
puntaje en el concurso.
Al
principio pensó en que sería un error –mayúsculo, pero solamente un error-- de
la Comisión Mixta Interna ---representación Sindical y Subdirección de su escuela--,
pues apareció solamente con 1641 puntos de los casi 1990 que lograría este año.
Luego el desencanto: había entrado en vigor el Reglamento Estatal de Promociones
2003 de la Secretaria de Educación para los Trabajadores Afiliados de su Sección.
Por
desgracia para él, el nuevo reglamento --modificado por una comisión de la
Secretaria de Educación y los representantes del SNTE-- abiertamente favorece
al magisterio normalista, marginando a los docentes que no cuentan con antecedentes
normalistas, aun cuando tengan una formación en ciencias de la educación.
Ciencias
de la Educación, que a pesar de haber sido cursada en un Institución Formadora
de Docentes no se le ha reconocido como tal --bajo el argumento de no tener el
antecedente en formación docente--.
Así que
según este nuevo reglamento, siempre tendrán la ventaja los egresados de las
Escuelas Normales.
Es
lamentable que las dos instituciones encargadas de la educación básica --al
menos para este estado de la república--, promuevan políticas discriminatorias
entre sus miembros y resalten diferencias que en la práctica de las aulas y las
experiencias acumuladas cada día se van desvaneciendo.
Al
ingresar al sistema educativo ¿acaso no somos ya parte de él, con las mismas
obligaciones y derechos? ¿Con las mismas oportunidades?
Como
trabajadores de la educación --afiliados a un sindicato que vela por los
derechos de sus agremiados--, ¿tenemos obligaciones y derechos distintos debido
a las diferentes trayectorias de formación profesional? ¿Son diferentes las
cuotas de los normalistas que las de los universitarios?, ¿por qué entonces
diferenciar a sus agremiados? ¿o es que verdaderamente existen fundamentos
académicos, pedagógicos y laborales sólidos para mantener tales distinciones?
Seguramente
esta no es la postura de todo normalista –al menos eso se espera--, seguramente
hay docentes de educación básica normalistas y no normalistas que demuestra
calidad en la docencia y cualidades suficientes para pretender una promoción.
Seguramente
habrá normalistas calificados y otros no tanto, como seguramente los habrá
universitarios –con mejor perfil y aptitud que muchos normalistas—y también los
habrá con un bajo perfil para la tarea docente, muy lejos del normalista.
Por lo
pronto el Maestro Roberto recordó un viejo dicho de su madre: “Y ahora agua y
ajo”
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