martes, 26 de mayo de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: de las políticas escalafonarias y algo más


Este ciclo escolar el maestro Roberto cumple 15 años de servicio y se siente ya a la mitad del camino, satisfecho, listo para participar en el próximo concurso por una subdirección. Hace unos días sus sentimientos cambiaron. Hoy se siente indefenso, desamparado, desencantado y lleno de enojo.

 
Con los más de 1950 puntos alcanzados en el escalafón del año escolar pasado y con los puntos logrados en éste, abrigaba la esperanza de participar con un buen puntaje en el concurso.

 
Al principio pensó en que sería un error –mayúsculo, pero solamente un error-- de la Comisión Mixta Interna ---representación Sindical y Subdirección de su escuela--, pues apareció solamente con 1641 puntos de los casi 1990 que lograría este año. Luego el desencanto: había entrado en vigor el Reglamento Estatal de Promociones 2003 de la Secretaria de Educación para los Trabajadores Afiliados de su Sección.

Por desgracia para él, el nuevo reglamento --modificado por una comisión de la Secretaria de Educación y los representantes del SNTE-- abiertamente favorece al magisterio normalista, marginando a los docentes que no cuentan con antecedentes normalistas, aun cuando tengan una formación en ciencias de la educación.

 
De nada ha valido la formación académica recibida: el título universitario en una de las ciencias de la educación por no ser de institución formadora de docentes --léase Normal Superior---- ni su maestría en

Ciencias de la Educación, que a pesar de haber sido cursada en un Institución Formadora de Docentes no se le ha reconocido como tal --bajo el argumento de no tener el antecedente en formación docente--.

 

Así que según este nuevo reglamento, siempre tendrán la ventaja los egresados de las Escuelas Normales.

 

Es lamentable que las dos instituciones encargadas de la educación básica --al menos para este estado de la república--, promuevan políticas discriminatorias entre sus miembros y resalten diferencias que en la práctica de las aulas y las experiencias acumuladas cada día se van desvaneciendo.

 

Al ingresar al sistema educativo ¿acaso no somos ya parte de él, con las mismas obligaciones y derechos? ¿Con las mismas oportunidades?

 

Como trabajadores de la educación --afiliados a un sindicato que vela por los derechos de sus agremiados--, ¿tenemos obligaciones y derechos distintos debido a las diferentes trayectorias de formación profesional? ¿Son diferentes las cuotas de los normalistas que las de los universitarios?, ¿por qué entonces diferenciar a sus agremiados? ¿o es que verdaderamente existen fundamentos académicos, pedagógicos y laborales sólidos para mantener tales distinciones?

 
Seguramente esta no es la postura de todo normalista –al menos eso se espera--, seguramente hay docentes de educación básica normalistas y no normalistas que demuestra calidad en la docencia y cualidades suficientes para pretender una promoción.

 
Seguramente habrá normalistas calificados y otros no tanto, como seguramente los habrá universitarios –con mejor perfil y aptitud que muchos normalistas—y también los habrá con un bajo perfil para la tarea docente, muy lejos del normalista.

 
Seguramente esto obedece a políticas, que como siempre, buscan el beneficio de solo unos cuantos a pesar de que ambas instituciones reconocen que tienen la responsabilidad legal compartida ante el personal docente de preservar y proteger sus justos derechos escalafonarios.

 

Por lo pronto el Maestro Roberto recordó un viejo dicho de su madre: “Y ahora agua y ajo”

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