martes, 26 de mayo de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: el docente y la reforma


 
En la mesa del aula de maestros Roberto encontró el periódico del día, estaba frente a una hora libre y bien podría sentarse a calificar los trabajos de sus alumnos o a leer el periódico. Al principio pensó en ponerse a calificar, luego, tal vez inconscientemente, comenzó a hojear el diario.

 
No encontró mucho, las noticias sobre la reforma a la escuela secundaria parecían haberse congelado y lo que ahora ocupaba a los medios eran, indudablemente, los acontecimientos bochornosos desatados por la propuesta de modificación al Artículo 122.

 
Desilusionado cerró el periódico. El comentario de su compañero, el maestro Gil, sentado en un extremo de la mesa, fue inevitable. Ambos compartían el interés por saber qué sucedería con la tan anunciada reforma, pero tal vez más, por el papel del docente en ella.

 
Antes de marcharse, Gil dejó en manos de Roberto unas cuantas hojas engrapadas, junto a un “tal vez esto te interese”. Claro que le interesó. Ya de entrada el título captó su atención inmediatamente: “El docente en las reformas educativas: sujeto o ejecutor de proyectos ajenos”, tenía que leer aquellas veintitantas páginas.

 

“La labor de enseñar se encuentra estrechamente vinculada con la historia de la humanidad… antiguamente se sostenía una cosmovisión de la docencia como apostolado… a mediados del siglo XIX se empezó a producir un tránsito de la visión religiosa a una perspectiva profesional”.

 

La lectura estaba aumentando el interés del Maestro Roberto. “La función del docente que hoy conocemos, sobre todo a nivel básico, se ha convertido en una actividad fundamental para el estado, responsable del funcionamiento del sistema educativo”. Esta última frase agradó a Roberto: “responsable del funcionamiento del sistema educativo”. Tal vez se conectó con el sentido de pertenencia, con su propio compromiso como docente, de su propia idea del sentido de ser profesor. Su sensación podría definirse como orgullo.

 

“Sin embargo podemos identificar otra tendencia que ritualiza o burocratiza el trabajo docente, que surge de la vinculación que tiene la tarea docente con los proyectos de estado… no existe un ejercicio liberal de la profesión; por el contrario, el docente recibe una serie de prescripciones sobre su desempeño y debe cumplir con tiempo y horario, entregar el diario de clase, cumplir un programa, asentar las calificaciones en determinadas actas, por lo cual recibe un salario”

 

La lectura tomaba un rumbo que ya no despertaba el orgullo de Roberto, por el contrario, se estaba acercando a un campo difícil de cruzar.

 

“El docente ha internalizado la función de empleado, esto es, de quien debe cumplir –a veces con el mínimo esfuerzo o con un comportamiento rutinario—con las obligaciones contractuales que tienen asignadas… el sentido intelectual y profesional de su labor ha quedado marginado, la dimensión profesional sólo se ha reducido a un discurso”

 

Discurso muy socorrido hace apenas unos años, desde el 93 con la reforma, discurso que quedó en eso, en solo palabras, “la revalorización social de la profesión docente”, en boca de los gobernantes en turno, del sindicato, de los directivos. El texto le ofreció una frase aún más contundente: “por diversas razones, que no son solo salariales, los docentes viven con gran insatisfacción su condición laboral y profesional”.

 

Timbre. Clase con 3 D, el grupo más difícil de todos. Cuatro treinta de la tarde, luego de ocho horas de clase, sentado en el autobús, el profe Roberto saca las hojas de su portafolio: el docente y las reformas educativas.

 

“La reforma de la educación es concebida a partir del trabajo de un conjunto de especialistas que interpreta las características que se derivan de un proyecto político general, así como de las directrices que reciben sobre el mismo… dejando a los directores y docentes del sistema la tarea de apropiarse de la misma, y también la responsabilidad de instrumentarla”.

 

¡Un peso muy grande!, piensa Roberto. ¿Cómo alguien puede apropiarse de los planteamientos de otro? ¿cómo puede alguien comprometerse con las decisiones de otro? ¿no es necesario primero convencer al docente, hacerlo sentir parte de esto, contar con su participación consciente y comprometida? ¿quién puede responsabilizarse por algo que no quiere hacer o de lo que no se está convencido y comprometido? Nos hace falta sentirnos parte de esta reforma, participar en su construcción.

 

Continúa leyendo.

 

“Sin embargo, una vez que la reforma se encuentra establecida surge una especie de desesperación en los responsables del sistema por identificar que los docentes no la asumen, no se convierten en elementos proactivos de ella, sino que en muchas ocasiones la rechazan en su fuero íntimo, actúan externamente como si fueran a operar a partir de ella, pero en realidad la ignoran, y en ocasiones la contradicen”

 

¡Pues claro! No somos parte de ella. Cinco cuarenta, llega a casa: comida, un breve descanso, sale a la otra escuela por dos horas más. Ya en la noche, después de la cena, continúa leyendo: “¿por qué los docentes no son actores centrales en las reformas? ¿por qué tienden a rechazarlas o a ignorarlas?” Cuatro

respuestas:

 

·         Porque no comparten sus tesis centrales

·         Porque son sujetos que viven la tensión del bajo salario, la baja satisfacción por los resultados académicos, la disminución de su prestigio profesional, una realidad que los coloca más como empleados que como profesionales. Todo esto tiene efectos en su rendimiento y la motivación para su trabajo

·         Porque la reforma supone una nueva visión de la educación donde lo pedagógico está ausente, el docente no asume el nuevo “deber ser” de la educación, ni mejora su desempeño docente

·         Porque la reforma no modifica los mecanismos y funcionamiento de las escuelas, sus estructuras organizacionales; y es ahí donde él se encuentra como docente, es parte de su vida en la escuela.

 

Al llegar al final del texto Roberto se quedó con una idea grabada, tal vez aquella idea que ha estado en su mente desde hace algunas semanas “es importante establecer un mecanismo que permita a los docentes participar de otra manera en la conformación de las reformas, su tarea no puede quedar reducida a apropiarse de ellas”

 

Debía descansar, su nuevo día comenzaría a las cinco treinta de la mañana, una hora y media más tarde, a las siete en punto, recibiría al primer grupo de los nueve que este día debe atender.

 

 

¡Sí, el tercero D!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario