Desde hace
quince años es una acción que cada inicio de curso hay que hacer, casi siempre
por petición de la dirección y muy pocas veces como un ejercicio cuyos resultados
sean usados por los profesores en sus propios cursos, al menos en mi escuela.
El examen
diagnóstico se ha convertido más en un requisito que en un instrumento útil para
los docentes, tal vez porque tenemos muy pocas herramientas para diagnosticar
-- tal vez porque, por alguna razón “sabemos” a priori que nuestros alumnos
llegan con un bajo nivel de apropiación de los contenidos del año anterior...
... tal
vez porque los años nos han forjado esa idea que en sí misma tiene algo de real--
o simplemente porque sus posibles usos se pierden en el enjambre de demandas
administrativas iniciales para los docentes.
Aun así,
este año quiero que mi examen diagnóstico sea algo útil para mí, más allá de lo
que pueda ser para la dirección de la escuela o de la palomita en el renglón de
“elaboró un examen diagnóstico” del formulario de carrera magisterial. La gran pregunta
es entonces, ¿para qué quiero un examen diagnóstico, para qué me va a servir?
Ciertamente
que los resultados me darán una idea de lo que los muchachos saben y saben hacer,
tal vez hasta de sus actitudes ante algunas situaciones particulares. Y esos datos
¿en qué los voy a utilizar, además de justificar dos o tres procesos
administrativos?; podrían servirme para adecuar los contenidos del programa al
nivel de los alumnos, identificar qué áreas hay que trabajar más y para diseñar
estrategias de trabajo allí donde hace falta afianzar algún contenido, y esto para
cada uno de los nueve grupos que atiendo. Una tarea que se me antoja difícil pero
necesaria si quiero hacer del examen diagnóstico algo verdaderamente útil y no solo
letras en un papel.
Como soy maestro
de español de primero y segundo tendré que pensar en dos instrumentos de
evaluación que me permitan saber cómo llegan mis alumnos al nuevo curso. Esto me lleva
a otra pregunta, ¿qué quiero saber de mis
alumnos, de sus conocimientos, o más aún, qué
me interesa saber de ellos respecto de la
asignatura de español?
Al pensar en los
grupos de los muchachos de nuevo ingreso me encuentro con que existe una herramienta
de suyo muy valiosa y que me aportaría datos muy consistentes, es el Instrumento
para el diagnóstico de alumnos de nuevo ingreso a secundaria (IDANIS), que tiene
una unidad de diagnóstico específica para mi asignatura, la de “Habilidad
Verbal”, que aborda al conjunto de recursos vinculados al conocimiento
lingüístico que permiten procesar información para acceder a los significados
de los textos.
Los resultados vienen
en una hoja llamada “relación de alumnos inscritos definitivamente en el
plantel” con la que se conforman los grupos, así que la información resulta
fácil de trabajar; y no solo eso, hay un documento que incluye ya el
diagnóstico y las recomendaciones de trabajo para cada rango establecido, así
puedo ver el nivel de logro de mis futuros alumnos en áreas como aptitud para el
aprendizaje, aptitud verbal, comprensión lectora y completación de oraciones.
Las dos últimas de
gran valor pues miden, por una parte, las habilidades del alumno para acceder
al contenido de comunicaciones escritas; y por la otra, la capacidad de reintegrar
textos, reconocer secuencias temporales, relaciones lógicas y concordancias
gramaticales de los textos.
El documento con los
diagnósticos y recomendaciones se llama “nuestros nuevos alumnos en secundaria”
y contiene las bases y criterios para la interpretación de los resultados de la
prueba; cada escuela tiene al menos uno.
Como verán este es un
instrumento al que todos los maestros tenemos acceso en nuestras escuelas y que
brinda, al menos para los grupos de primer grado, información valiosa para el
diagnóstico de los grupos aplicable a la mayoría de las asignaturas.
Ahora solo me queda
pensar en cómo haré el diagnóstico de mis alumnos de segundo grado.
Maestro Roberto
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