Quizá
resulte extraño a estas alturas hablar de una filosofía de la educación, cuando
Octavi Fullat prefiere hablar de las filosofías de la educación, haciendo
alusión a la pluralidad de filosofías que abordan el análisis del hecho
educativo, no así para Bernard Lonergan, quien contempla la problemática de
hablar de una filosofía de la educación, sin embargo utiliza este término para
hacer referencias al cúmulo de reflexiones en torno al deber ser de la educación.
Ha sido
extraño para muchos versados en la filosofía sistemática, sobre todo en
filosofía clásica, acuñar la existencia de una filosofía de la educación (1,
más aún cuando ésta se ha comenzado a gestar y consolidar a finales del siglo
antepasado y principios del pasado, cuando se consideró a la educación no sólo como
un derecho, sino también como una obligatoriedad del Estado el proveer,
facilitar la educación de la ciudadanía.
La
transición de la pedagogía a las llamadas ahora ciencias de la educación, hizo necesario
el surgimiento de la (s) filosofía (s) de la educación, como la aplicación de
las filosofías al análisis del hecho educativo. Si la sociología, la historia,
la economía, la Psicología, etc. surgen para analizar y/o estudiar cómo se da
de hecho la educación, la filosofía aparece como una disciplina que tiene como intención
estudiar, analizar no cómo se da de hecho la educación, sino como debe ser.
En el
estudio del deber ser de la educación, la filosofía se presenta como el ideal,
como el conjunto de utopías que rigen a la prácticaeducativa, utopías que
desaparecen cada que se realizan o tienen lugar los ideales de la educación, surgiendo
nuevas utopías, a tal grado que el hecho educativo se encuentra siempre en tensión
entre lo que es de hecho y lo que debería ser.
Dadas las
reflexiones anteriores, considero que es necesario presentar algunos tópicos que
permitan la intelección del surgimiento y desarrollo de las ideas filosóficas
que han guiado y guían a la práctica educativa de muchas de nuestras
instituciones que integran el sistema educativo; es más no hay una
sistematización de la filosofía de la educación, y al no haberlo induce, sobre
todo a quienes carecen de formación filosófica, a un caos intelectual, que
terminan negando la utilidad de la filosofía de la educación, como parte integrante
del cúmulo de asignaturas que forman a un maestro en educación.
Iniciaré
proponiendo un esquema básico que sirva de instrumento para analizar los principios
que rigen a toda filosofía de la educación, principios que considero son tópicos
que permiten, no sólo analizar las filosofías de la educación, sino también
hacer filosofía de la educación.
Las Filosofías de la
educación pueden abordarse desde los aspectos:
·
Ontológico: que responde a la pregunta ¿qué es?
·
Antropológico: que responde a la pregunta ¿qué es el
hombre?
·
Gnoseológico: que responde a las preguntas: ¿conocemos?,
¿cómo conocemos?
·
Teleológico: responde a la pregunta ¿para qué?
·
Axiológico: responde a la pregunta ¿qué valores deben
regir la conducta del ser humano?
·
Estético: responde a la pregunta acerca de la belleza
de los seres.
El orden de los
aspectos enunciados anteriormente, se han establecido según la siguiente
lógica. Generalmente, toda filosofía inicia reflexionando en torno al ser para
establecer su concepción acerca de la intelección de todo aquello que responde
a la pregunta del ser y al responder a la pregunta ¿qué es?, nos damos cuenta
que lo común en todo los seres es el ser, pues decimos que los árboles son, de
la misma manera que los hombres, las piedras y Dios son. Sin embargo, si bien el
ser es común a todos, la naturaleza del ser no lo es. Dios, por ejemplo, existe
en sí y por sí, mientras que los árboles, los hombres, las piedras, son sólo
por participación del ser del que es en sí y por sí, más aún, el ser de los hombres,
se distingue del ser de los árboles y de las piedras, y así podemos seguir profundizando
en el ser estableciendo semejanzas y diferencias entre aquellos de quienes se
dice que son.
Una vez respondida la
pregunta por el ser, se reflexiona en torno al ser del hombre, ¿qué es el
hombre?, ¿qué lo distingue del resto de los seres?, ¿cuál es su naturaleza?
Habrá filosofías que afirmen que el hombre es un animal racional, compuesto de
materia y espíritu (concepción clásica helénica). Habrá quienes dirán que el
hombre es un homo faber (concepción moderna). Habrá también quienes afirman que
el hombre es el lobo del hombre (Hobbes). Habrá quienes digan que el hombre es
un hamo absconditus (Scherer).
Respondida la
pregunta por el ser del hombre, ahora nos damos a la tarea de responder a las
preguntas: ¿qué conoce el hombre? y ¿cómo conoce el hombre? Y encontramos
varias posiciones, desde quienes dudan de la capacidad del conocimiento
(escepticismo) hasta quienes afirman que el hombre es capaz de llegar a la certeza
de los conocimientos, pasando por los fideístas, los tradicionalistas, los dogmáticos,
los racionalistas, los empiristas.
El aspecto
teleológico, responde a la pregunta ¿para qué son los seres?, ¿cuál es el fin
de los seres? También aquí las respuestas filosóficas se dividen, generalmente
en dos posturas fundamentales, atendiendo a los aspectos temporales: las
filosofías inmanentes y las filosofías trascendentes. Las filosofías inmanentes
consideran que los seres, particularmente el hombre, es temporal, y que su
esencia es ser en el tiempo, siendo la temporalidad lo necesario para ser, nada
es ni puede ser fuera del tiempo; el hombre fuera del
tiempo nada es. Las filosofías de la trascendencia,
afirman que el hombre es y puede ser fuera del
tiempo, pues según su naturaleza, puede llegar
a eternizarse, más aún, la muerte es el paso
definitivo de un estado del ser a otro estado
de ser.
Los
valores que rigen la conducta del hombre (aspecto axiológico) son los que
permitirán, no solo la convivencia o la pertenencia a un determinado grupo
étnico o social, sino también su supervivencia, su ser en y con otros, pues el
ser del hombre tiene un carácter de alteridad. Ningún ser humano puede siendo
en sí y por sí por analogía y participación de quien es en sí y por sí por autonomasia,
ser sólo para sí, pues esto sería la destrucción de la humanidad.
Finalmente,
la dimensión estética. Quien ha logrado aprehender, develar y entender la naturaleza
de los seres, así como su valor, ha logrado también contemplar su belleza, a través
de una especie de beatitud ontológica, que permite desear y amar al ser,
dejándose seducir por todo aquello que es.
Los
aspectos mencionados, están presentes en todas las filosofías de la educación, mismas
que permiten la formación del hombre, de ahí que la filosofía contemple a la educación
como una antropogénesis, según Baltasar Castro.
Jorge Luis Cruz Pérez.
Maestro en Ciencias de la
Educación
Doctor en Educación
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