El
trabajo en equipo supone un proceso colectivo en donde diferentes personas se
reúnen para formar un grupo en el que cada uno aporta su experiencia, conocimiento
y habilidad personal con vistas al logro de determinados objetivos comunes.
Trabajar en equipo no es sumar individualidades, sino más bien, implica la construcción
de una estrategia común, el sentimiento de pertenencia al grupo y la responsabilidad
compartida respecto de las tareas que se emprenden para alcanzar las metas. Se
puede definir como “número pequeño de personas con habilidades complementarias que
están comprometidas con un propósito común, con metas de desempeño y con una propuesta
por las que se consideran mutuamente responsables” (Katzenbach y Smith, 2002,
p. 39).
La
creación de un equipo de trabajo se logra cuando cada integrante de un grupo
toma la decisión de aportar lo mejor de su personalidad, conocimientos y
habilidades para trabajar de manera óptima con sus compañeros y lo hace además,
con pleno conocimiento de que es lo mejor para él. El trabajo en equipo lleva
entonces la decisión personal de cada miembro de incorporarse al equipo, de
apropiarse de las normas que lo regulan, de mostrar apertura a los problemas y
dificultades de tipo técnico, administrativo o humano que enfrenta la organización
a la que pertenecen.
La
conformación de equipo transita por una sencilla estructura que los autores
Katzenbach y Smith (2002), denominan “la curva de desempeño del equipo” (p.84):
1.
Grupo de Trabajo: grupo para el cual no existe la necesidad de un
desempeño adicional importante para convertirse en equipo
2.
Seudoequipo: grupo que no se centra en el desempeño colectivo, ni
intenta hacerlo
3.
Equipo potencial: conjunto que intenta mejorar su desempeño, pero
no ha desarrollado la responsabilidad compartida
4.
Verdadero equipo: pequeño número de personas igualmente
comprometidas con propósitos, metas y propuestas de trabajo comunes asumidas
con responsabilidad mutua
5.
Equipos de alto desempeño: grupo que cumple con las expectativas
del verdadero equipo, pero además reúne a miembros que están también
comprometidos con el crecimiento y éxito personal mutuo.
El proceso de desarrollo
de un equipo ha sido abordado desde diferentes perspectivas. Schutz (1994,
citado por Zepeda, 1999, p. 54), identifica tres dimensiones en su desarrollo:
inclusión, control y apertura.
1.
Inclusión:
los integrantes se reconocen entre sí, establecen los primeros contactos
2.
Control:
se definen reglas, responsabilidades, jerarquías, procesos, procedimientos, así
como los grados de dependencia de los integrantes
3.
Apertura:
se manifiestan actitudes abiertas de honestidad y confianza mutua entre los integrantes.
La apertura a la diversidad y la tolerancia son la clave para identificar aquellas
situaciones que requieren ser mejoradas para que el trabajo en equipo alcance
niveles de excelencia.
En la creación de un
equipo de Alto Rendimiento se transita también por los procesos de incursión, control,
apertura, pero se desarrollan a mayor profundidad valores compartidos como la honestidad,
convivencia y participación, generando ambientes propicios que impulsan la creación
de una filosofía de trabajo que se basa en estos valores. Sobre este punto
Borghino (citado por Zepeda, 1999), observa algunos criterios comunes en
equipos de alto rendimiento:
1.
El
proceso de cambio en el cual interviene la organización, debe contemplar a ésta
en su totalidad
2.
El
diseño del cambio debe ser orientado mediante principios, valores, visión y
misión compartidos
3.
La
eficacia es el resultado del compromiso y el trabajo en equipo.
Estos equipos deben
estar conformados por aquellas personas que puedan aportar algo significativo
al cumplimiento de los objetivos estratégicos organizacionales, además de
reunir algunas de las siguientes características (Zepeda, 1999):
·
Poseer
el conocimiento necesario para planear satisfactoriamente las acciones
·
Verse
afectado de manera directa por los cambios o acciones que se generan en la
organización
·
Poseer
el interés legítimo por contribuir de manera honesta a la consecución de las metas
deseadas.
Boyett y Boyett
(1999), identifican 4 etapas comunes por las que transitan los equipos:
1º. Etapa: Equipo inicial. Existe un
supervisor líder que apoya las actividades diarias del equipo, en donde sus
integrantes comparten poco a poco las responsabilidades y obligaciones del
mismo con el apoyo del supervisor / líder que en esta etapa inicial debe asumir
de acuerdo a Katzenbach y Smith (s.f. citados por Boyett y Boyett, 1999), los siguientes
retos:
·
Apoyar
al equipo en la creación de propósitos, metas y enfoques propios de trabajo y
ayudarles a clarificar la Misión y objetivos institucionales, para que exista relación
entre su actuar y el de la organización, iniciando además el desarrollo de
actitudes de confianza mutua y compromiso grupal
·
Apoyar
al equipo en el desarrollo de habilidades para la resolución de problemas, toma
de decisiones, técnicas y procedimientos, que en un futuro próximo necesitarán
para actuar y progresar al interior del equipo
·
Eliminar
los posibles obstáculos de actuación del equipo y proveer de los recursos
necesarios para sus funciones
·
Ayudarlos
a crecer y desarrollarse
·
Procurar
que todos los integrantes, incluido él mismo, realizan la misma cantidad de trabajo
real.
2º. Etapa: Equipo de la Transición. El momento en que
el equipo asume en mayor grado las responsabilidades de su actuar diario, el
líder pasa a ser coordinador ya que los integrantes de equipo empiezan a tomar
sus propias decisiones, procedimientos y metodologías de trabajo para su diario
actuar.
3º. Etapa: El Equipo Experto: el coordinador /
líder se separa del equipo, e inicia un nuevo rol semejante al de un director
general, controlando a más de un equipo, actuando como mediador y proveedor de
recursos, brindando retroalimentación sobre el desempeño. En esta etapa el
equipo toma decisiones por consenso, asumiendo la responsabilidad total de las
mismas.
4º. Etapa: Equipo Maduro. Los integrantes son
totalmente responsables de sus funciones y el papel del coordinador desaparece
y actúa sólo cuando se le necesita. Boyett y Boyett (1999), también mencionan
que en el desarrollo de un equipo se presentarán cuatro etapas previsibles:
formación, inestabilidad, normalización y desempeño. En cada una de estas
etapas los integrantes manifiestan ciertas actitudes que se manifiestan de la
siguiente manera:
En la formación se
perciben periodos de nerviosismo y sensación de orgullo por pertenecer al
equipo, pero al mismo tiempo afloran las dudas acerca de lo que se espera de cada
uno de ellos, sintiéndose inseguros, confusos y ansiosos. Cada uno evalúa a los
demás y mide sus habilidades y aptitudes en relación con las propias. Scholtes
(s.f. citado por Boyett y Boyett, 1999), recomiendan ayudarlos a conocerse,
clarificar sus funciones, dar sentido de direccionalidad a sus funciones,
establecer propósitos claros y brindar toda la información necesaria.
En la etapa de
inestabilidad, se manifiesta impaciencia ante la falta de cierto grado de progreso,
sienten dificultad por realizar un trabajo en equipo, se experimentan
sensaciones de frustración, enojo que se pone en evidencia al culparse
mutuamente por no existir avances en el trabajo generando confrontaciones,
tensiones, disparidades y hostilidad, se forman subgrupos y se producen más
enfrentamientos tendenciales.
Luchan además por
centrar su trabajo en la misión, objetivos, su papel en el equipo y toman algunos
acuerdos sobre como trabajaran en unión, los autores comentan que esta es la etapa
más difícil por la que han de transitar los equipos y recomiendan: resolver los
temas de poder y autoridad centralizada, tomar acuerdos sobre cómo y quien
tomará las decisiones, tomar mayor responsabilidad en lo que están intentando
hacer.
Durante la etapa de
normalización, poco a poco se deja de lado la actitud individual por sobresalir
y se cae en la cuenta de que se trabaja de manera conjunta por un objetivo
común. Las personas empiezan a desarrollar la noción de pertenencia y se acercan
al nivel de nosotros, se muestran más cooperativas y buscan de relacionarse con
los demás, pese a estos logros, todavía no existen productos reales de trabajo.
Se recomienda en esta etapa aprovechar las habilidades, conocimientos y
experiencias de cada integrante, fomentar el respeto a la diversidad y
estimular el trabajo colaborativo.
En la etapa de
desempeño, por fin ocurre el progreso, la gente comprende que lo que como equipo
se intenta conseguir, crean y utilizan “procesos y procedimientos estructurados
para comunicarse, resolver conflictos, distribuir recursos y relacionarse con
los demás miembros de la organización” (Boyett y Boyett, 1999, p. 188). Los conflictos se canalizan constructivamente y se buscan soluciones creativas, el trabajo se realiza. Algunos consejos dados por los autores son: favorecer la cooperación actualizando métodos y procedimientos, ayudarlos a conducir el cambio, representar al equipo ante instancias externas, controlar progresos y celebrar los logros.
Referencias:
Boyett, J. y Boyett, J.
(1999). Hablan los Gurús. Bogotá, Colombia. : Norma.
Katzenbach, J. &
Smith, D. (2002). La sabiduría de los equipos. México: Grupo Patria
Cultural.
Zepeda, F. (1999). Psicología
organizacional. México: Pearson Educación.
Graciela Nolasco Aviña.
Es Maestra en Administración
de Instituciones Educativas y
Profesora en Educación Básica
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