Hay que tener mucho cuidado si nos
arriesgamos a iniciar una conversación bajo el título de “¿Qué es eso de
filosofía?”. Martin Heidegger Siempre que se formula la pregunta ¿qué es la filosofía?
Siento vértigo por la complejidad que esta "inocente" pregunta
implica, incluso en ocasiones pienso que esta pregunta se debería plantear al
final del curso de Historia de la Filosofía y no al principio, porque se puede
correr el riesgo de que la Historia de la Filosofía se vuelva una historia del
concepto de filosofía (1).
La profundidad de la cuestión la han
abordado los grandes filósofos y se han escrito tomos completos referentes al
punto, no se trata en este trabajo abordar una lista de definiciones de la filosofía,
ni siquiera se trata de hacer una definición sistemática de mi punto de vista, apenas
abordar el tema para darme cuenta de lo complicado que resulta esto que
nosotros pretendemos enseñar a los alumnos en unas cuantas horas. Con la humildad
que me merece este trabajo veo necesario que un Virgilio (o varios) nos conduzca(n)
por este camino sinuoso, aunque sepamos de antemano que no llegaremos a un fin
majestuoso o a un paraíso sino con buenaventura a lo más que podemos aspirar es
a la tranquilidad de un descanso para continuar el viaje posteriormente.
Ferrater Mora, en su diccionario,
señala que varios son los problemas en torno a la filosofía: el primero, el del
término filosofía; el segundo, los orígenes de la filosofía; el tercero su
significación y el cuarto la división de la filosofía en sus ramas; y que de
estos el punto tres es el más discutido (2).
Este ensayo tiene que ver igualmente
con el punto tres y el punto uno, con el término filosofía y su significación.
Cualquier filósofo puede ser nuestro
guía pues el camino que ha seguido cualquiera de ellos para encontrar su
respuesta a la filosofía es un desafío que nos puede servir de pretexto para
iniciar este camino; uno de estos guías será Rubén Sanabria, quien escribe su
libro Introducción a la Filosofía (3) en 1976 y que lo elegí por las siguientes
razones: es un libro escrito en español, lo que nos permite acceder al sentido
claro de sus conceptos como hispano parlantes que somos; otra razón es que es
un libro didáctico, de acceso sencillo y claro, y el último punto es que en su
introducción él describe claramente que su intención es abordar la definición
de filosofía (4). Sin embargo, no sólo el Dr. Sanabria es nuestro guía sino
sobre todo es nuestro interlocutor, seguiremos su reflexión como un punto de
partida para nuestro diálogo, de igual modo recurriremos a Xavier Zubiri entre otros.
La filosofía como concepto es
sumamente problemático, puesto que hay muchos puntos de vista desde dónde se
puede abordar tal cuestión. Heidegger en su disertación llamada “¿qué es eso de
la filosofía?”, aborda el problema desde los orígenes griegos, desde la
historia y la genealogía (5), otros lo harán desde la religión, como Santo
Tomás de Aquino y San Agustín, otros más desde la existencia como Jean-Paul
Sartre, y otros más desde el vacío de sentido (6).
Se sabe que cuando se estudia
cualquier ciencia se comienza generalmente con la definición de tal ciencia, lo
sabemos desde la secundaria, donde los primeros temas a estudiar eran las definiciones
y las ciencias auxiliares de tal o cual disciplina así como su método y objeto
de estudio. La filosofía no tiene una definición definitiva (valga la
contradicción), todas las ciencias actuales y las posibles son sus ciencias auxiliares
y para ello no hay un método, no hay un sólo camino ni un sólo acuerdo acerca
del concepto, ni siquiera hay un objeto de estudio definido (todo es
susceptible de ser reflexión filosófica).
Entonces el primer problema de la filosofía
es ella misma. Esto significa que la filosofía, al contrario de las ciencias,
tiene que ir precisando su objeto a medida que avanza. En consecuencia para
saber qué es la filosofía no queda otro camino que filosofar (7). Las
definiciones de la filosofía son variadas. Común a ellas sólo parece ser el
hecho de que la filosofía es en los diversos sistemas filosóficos el primero de
sus problemas.
Etimológicamente la palabra filosofía
viene de dos voces griegas, philia y sophia. Philia significa amor, aspiración,
tendencia: del verbo phileo que, además de la significación primaria de amar,
tiene las acepciones de tender, investigar, aspirar. Sophia es sabiduría,
saber. Entonces filosofía philos-sophia es amor, aspiración, a la sabiduría.
Los griegos distinguían dos vocablos,
épisthmh, en tanto conocimiento teórico, y la sabiduría sofia, en tanto
conocimiento a la vez teórico y práctico propio del llamado sabio (8). Las palabras sophia y sophos en la primitiva literatura
griega tenían un sentido muy amplio: significaban toda clase de saber. En
Homero y Hesíodo sophía es lo mismo que habilidad, astucia; y lógicamente,
sophos significa persona hábil en las artes mecánicas, y por extensión hombre
astuto, sutil, ingenioso. Las palabras philosophia y philosopho no se
encuentran en los autores mencionados (9).
La palabra sophía es el abstracto
de un adjetivo sophós, que significó “entendido en algo”, “el que sabe
algo”, cualquier cosa como una habilidad manual, cómo escribir o hacer
escudillas, o tallar la madera y el mármol, hasta cosas más complejas como el
gobierno de las ciudades, el arte, etc. Pero lo esencial es que el sustantivo sophía
denota mucho más que el contenido a que se aplica, un atributo del sophós
mismo; sophía es una cualidad un modo de ser del hombre, lo que hace de
él que sea un artífice, un artista o un "sabio".
Zubiri hace una diferenciación importante
entre sophía y filosofía, dice que la sophía, como theoría, fue
la gran creación de Grecia, algo que afecta al modo mental de situarse ante las
cosas, más que a la zona de objetos sobre que recae. Esta teoría griega
se desarrolló desde la simple consideración teorética de los jonios, hasta su articulación
racional en epistéme; mientras la sophía no pasó de ser un simple
examen del mundo en su conjunto, algo muy próximo a la sabiduría religiosa, se
expresó, como ésta, en forma poética; cuando comenzó a revestir el carácter de
conocimiento racional se introdujo la prosa en la filosofía (10).
Dilthey menciona que Herodoto emplea
el verbo philosophein para designar la cultura del espíritu, el esfuerzo por adquirir
conocimientos nuevos. El vocablo aparece usado en forma verbal (philosopheîn)
en un pasaje que encierra todos los elementos esenciales de la cuestión (11).
Herodoto pone en boca de Creso estas
palabras dirigidas a Solón: "Han llegado hasta nosotros muchas noticias
tuyas, tanto por tu sabiduría (sophíe), como por tus viajes, y de que
movido por el gusto de saber (hos philosophéon) has recorrido muchos
países por examinarlos (theoríes heíneken)" (12). Aquí aparecen íntimamente
asociados los tres términos de sophía, theoría y philosophia.
La palabra philosopho se encuentra por
primera vez en Heráclito: “conviene pues, sin duda, que tengan conocimiento de
muchísimas cosas los hombres amantes de la sabiduría” (philosopho andres) (13).
Según la tradición que se remonta a Heráclides de Ponto, discípulo de Platón, y
que recogen Cicerón y Diógenes Laercio fue Pitágoras (580-496) el que dio
sentido exacto a las palabras filosofía y filósofo: “todos los que ponían sus
afanes en la contemplación de las cosas eran considerados y llamados sabios; y este
nombre les duró hasta el tiempo de Pitágoras, el cual, como escribe Heráclides Póntico,
oyente de Platón..., trató con Leonte, docto y elocuentemente, algunas
cuestiones.
Admirándose Leonte de su ingenio y
elocuencia le preguntó qué gran arte profesaba; a lo que Pitágoras respondió
que él no sabía ningún arte sino que era filósofo” (14). La Historia atribuye
por primera vez el término filósofo a Pitágoras, quien pidió que no se le
llamara sabio, pues sabio sólo lo era Dios, y se le llamó filósofo, por ser
amante de la sabiduría. Diógenes Laercio afirma igualmente que Pitágoras fue el
primero al que se le impuso el nombre de filósofo porque decía que ninguno de
los hombres es sabio, sólo Dios lo es, y que el hombre se debe contentar con
amar y buscar la sabiduría (15).
En la época de los sofistas (hacia 444
a.C.) y de Sócrates, la palabra filosofía se emplea para designar el ejercicio
sistemático del conocimiento teórico. A partir de entonces el sentido de la
palabra filosofía va evolucionando y precisándose más. La sophía como
actitud mental comenzó con los jónicos siendo, según hemos dicho, lo que
vagamente no se llamó sino theoría, examen o estudio de la naturaleza
por sí misma, un esfuerzo dirigido a la verdad por la verdad.
Inmediatamente después, este saber
filosófico, que es la theoriu, adoptó en Parménides y
Heráclito la forma de una especie de visión
intelectual del mundo, noûs. Más tarde, finalmente, en Atenas
esta visión intelectual del mundo se desplegó en una explicación
racional de él, en una epistéme. La filosofía, pues, lanzada por
el cauce puramente intelectivo, comenzó por ser simple theoria, fue
después visión intelectual de las cosas y terminó siendo una ciencia.
Y a medida que fueron alumbrándose nuevas zonas de realidad,
se fueron creando nuevas formas de saber racional.
Recordemos también, para ser completos,
que con los sofistas la filosofía fue la cultura intelectual, paideía
(16). Ante todo, el
saber filosófico va descubriendo las múltiples posibilidades de
la realidad; el pensar el mundo se encuentra con la necesidad, y condena
a la vez, de reflexionar cada parte del mundo que se va
descubriendo y el objeto de la filosofía cada vez es más amplio.
En un principio, el saber filosófico
se ocupó preferentemente de los dioses, y vio en el mundo una especie de
prolongación genética de ellos. Junto a los dioses, los jónicos descubren
la naturaleza como algo propio. Más tarde, Parménides y Heráclito
descubren a su vez en ella esa misteriosa y sutil cualidad del "ser",
por lo que decimos que esta naturaleza es la realidad. Los físicos
sicilianos y atenienses encuentran la realidad de la naturaleza en la
zona oculta de sus "elementos".
Con los pitagóricos aparecen,
junto a la naturaleza, los objetos matemáticos, cuya realidad es
distinta de la de los seres naturales; la idea de realidad sufre entonces
una modificación y una ampliación esenciales. Los sofistas y Sócrates
ponen ante los ojos de sus contemporáneos la realidad autónoma
del orbe vital, tanto política como ética: el discurso, la virtud
y el bien.
Aristóteles parte de la idea de que la
filosofía ha de ser un saber teorético. A lo que su búsqueda va disparada es
hacia el carácter racional que ha de adoptar este saber teorético que venía
siendo ya la filosofía. Lo que formalmente busca es, pues, su forma racional.
¿Será posible hacer de la filosofía una epistéme? Una forma especial, un
tipo de filosofía: la filosofía como epistéme, y no la existencia de toda
posible filosofía, es lo que constituye el término primario de la búsqueda aristotélica.
Que la idea y hasta la pretensión estuvieran
ya parcialmente en marcha antes de Aristóteles, es un hecho innegable. Pero Aristóteles
encuentra justificada su preocupación ante la inmensa variedad de zonas que la epistéme
filosófica abarcaba en su tiempo. En realidad, lo que se tenía eran muchas
ciencias filosóficas, y como todas se dedicaban a un saber entonces todas eran
sofías, pero lo que les daba unidad era el adjetivo "filosóficas".
Pero el sentido de este adjetivo fue
haciéndose cada vez más turbio y oscuro a medida que había ido enriqueciéndose
su contenido. Aristóteles trata de hacernos ver que entre tantas filosofías, lo
filosófico de todas ellas, la filosofía, ha ido ocultando su esencia
tras la floración exuberante de los conocimientos filosóficos. Si pudiéramos saber
con rigor qué es lo filosófico en todas estas filosofías, habríamos descubierto
algo que sería una filosofía de tipo nuevo, de tipo superior a las existentes
hasta entonces, una filosofía que no sería un saber filosófico acerca de un
objeto más, de una nueva zona del mundo, sino que sería la filosofía de
todo saber filosófico en cuanto tal.
Por esto Aristóteles la llamó filosofía
por excelencia, el saber filosófico en primera línea, el saber filosófico propiamente
dicho, o como él dice "filosofía primera" (17). Frente a ella,
las filosofías de su tiempo serían filosofías más o menos "regionales",
como se decía hace unos años; filosofías segundas las llamaba él. La
genialidad de Aristóteles en este punto ha estribado en no pretender que el objeto
propio de la filosofía sea una zona especial de realidad como lo fue todavía para
Platón: la filosofía ha de abarcar la realidad entera. Su objeto ha de
determinarse, pues, de diferente manera a como lo hacen las filosofías segundas.
Mientras estas ciencias filosóficas estudian
cada una de las distintas zonas de realidad, esto es, los distintos modos que
las cosas tienen de ser reales, la filosofía primera estudiará la realidad en
cuanto tal. Desde el punto de vista de su objeto, lo filosófico de todas las ciencias
filosóficas se halla justamente en que estudian los distintos modos de realidad
de las cosas. Es claro entonces que lo real en cuanto real constituirá el
carácter de lo filosófico en cuanto filosófico. El esfuerzo por construir una ciencia
filosófica le lleva así, en consecuencia (tan sólo en consecuencia),
a un segundo esfuerzo, a un esfuerzo por encontrar en la realidad un objeto que
le sea propio a aquélla.
Todas las ciencias se refieren
siempre a un objeto más o menos determinado, con el que el hombre se ha
encontrado ya, lo mismo en la Historia que la Física, la Economía, etc. El
hombre de ciencia y cualquier aspirante a ese conocimiento puede dirigirse y
referirse claramente a ese objeto de estudio, es la razón suficiente de tal
disciplina, y ante tal objeto se plantea discusiones, caminos, métodos para
explicar mejor tal objeto. La biología se dedica a los seres vivos, la zoología
a los animales, la geografía al estudio de la Tierra.
Los positivistas pensaban que si la
presunta ciencia no posee claridad previa acerca de lo que persigue, es que aún
no es ciencia. Todo titubeo en este punto es signo inequívoco de imperfección (18)
Las ciencias se van modificando y puede ser que el objeto de estudio cambie también,
pero siempre el objeto de estudio será claro. Con la filosofía pasa lo
contrario se comienza por ignorar si tiene objeto propio de estudio, decir que
el objeto de estudio de la filosofía es la sabiduría es tan confuso como decir que
no sabemos cuál es.
La filosofía se presenta, ante todo,
como un esfuerzo, como una "pretensión", una posibilidad. Mientras la
ciencia versa sobre un objeto que ya se tiene con claridad, la filosofía navega
en el esfuerzo por la progresiva constitución intelectual de su propio objeto.
Por esto, la filosofía sólo puede existir creándose a sí misma una y otra vez.
El filósofo se da cuenta de su objeto en su propia reflexión filosófica, es
decir cuando se encuentra filosofando, el objeto se descubre en la práctica de
la filosofía. El filósofo se va abriendo paso en la maleza de la realidad y va
avanzando a tientas.
Es posible que el filósofo haya
comenzado con un cierto propósito intelectual, digamos pensar el Estado, pero
esto no quiere decir que este comienzo sea formalmente el principio de
su filosofía.
A diferencia de lo que acontece en la
ciencia, la filosofía tiene que madurar en cada filósofo. Y, por tanto, lo que
propiamente constituye su historia es la historia de la idea misma de filosofía;
por aquí debe aclararse la relación original existente entre la filosofía y su
propia historia, dice Zubiri (19).
Es posible que, en ocasiones, el
filósofo comience con un concepto previo de la filosofía. Pero, ¿qué sentido y
función desempeña semejante concepto dentro de la filosofía? Es aquí donde
radica la importancia de volver una y otra vez al origen de la filosofía, a
plantearse cada filósofo qué es la filosofía, así se construirá evidentemente,
un concepto que él, el filósofo, se ha forjado, y que, por tanto, es posesión o
propiedad de él. Pero como la filosofía consiste en este abrirse camino,
resulta que en él se constituye la idea misma de la filosofía.
Continúa Zubiri, la definición de la
física no es obra de la ciencia física, mientras que la obra de la filosofía
es la conquista de su propia idea. En este punto, aquel momento inicial no
tiene nada que hacer: la filosofía ha cobrado consistencia propia, de
nada sirven las definiciones ya, y con ella su concepto adecuado: el concepto
que la filosofía se ha forjado de sí misma (20). Y empieza a ver una identidad
del filósofo con la filosofía y se confunden sin poder saber quién engendró a quién.
No es la filosofía obra del filósofo, ni viceversa. Es el logos que compartimos
y nosotros participamos de él, como decían los antiguos griegos. La filosofía
jamás es algo definitivo –es un constante dinamismo-: Empieza con cada
filósofo, nace en cada sistema (21).
Rubén Sanabria habla de la aventura
del filosofar, aventura incierta que nos coloca en situación de crisis, de incertidumbre,
donde lo desconocido nos seduce. Para lograr saber qué es la filosofía debemos
filosofar, debemos entregarnos a la filosofía. Pero quien lo hace se lanza a
una aventura incierta -¡no saber qué es la filosofía y entregarse a ella!-. No
se conoce ni su rumbo ni su destino y eso es precisamente lo que se busca: un
rumbo y un destino (22).
Este punto es discutible, en el
sentido de que Rubén Sanabria no especifica cuál es ese rumbo y ese destino, pero
hay que entenderlo adecuadamente, no está hablando del rumbo metódico válido
para toda filosofía ni tampoco está hablando de un destino último sino este rumbo
y este destino es de aquel que camina hacia alguna dirección y por lo tanto hacia
un lugar, aunque a este puede nunca llegarse. Sanabria da un paso adelante y
asegura que la filosofía nos lanza al mundo de lo desconocido y de la
perplejidad. Más no sólo la filosofía no tiene de antemano ni un objeto ni un método,
sino que no debe tenerlos. Esto desconcierta al hombre superficial – el que
está convencido de que la filosofía “no sirve para nada” – y lo aleja de la
filosofía. Pero atrae y apasiona al que tiene verdadera vocación filosófica (23).
Podemos decir, entonces que no
significa que la filosofía no sea un saber estricto, sino que es un saber distinto.
Mientras la ciencia es un conocimiento que estudia un objeto que está
ahí, la filosofía, por tratar de un objeto que por su propia índole huye,
será un conocimiento que necesita perseguir a su objeto y retenerlo
ante la mirada humana. La filosofía no consiste sino en la constitución
activa de su propio objeto, en la puesta en marcha de la reflexión.
Según decía Aristóteles, "todos
los hombres desean naturalmente saber". Este deseo de saber se manifiesta
en el hombre por la curiosidad inteligente, o el asombro intelectual. Una de
las desventajas que tenemos en nuestros días, es que ya nada profundo nos causa
admiración, sólo lo raro llama nuestra atención. Filósofos tales como Platón,
Aristóteles, Santo Tomás de Aquino dicen que el hombre tiene una necesidad
natural de saber. Después, desde el inicio de los tiempos modernos, especialmente
Descartes, la duda sustituye al asombro, esto hace que la filosofía entre en peligro.
La filosofía nace de la admiración, pasa por etapas: La Inteligencia capta
algún hecho. Continúa con la admiración, pero se ignora su causa, Culmina con
el conocimiento de la causa por el intelecto. Finalmente se enseña y se
comunica.
Quien busca en la filosofía una verdad
absoluta, una verdad definitiva, pronto se da cuenta de que esto quizá no es
posible: si filosofa de verdad tiene clara conciencia de que llegar a la verdad
total quizá sea imposible al hombre. Pero esto no lo decepciona. Porque la
decepción pronto se convierte en un afán de seguir buscando, en una obstinación
por la filosofía. ¿Por qué esta manía? Si la filosofía es un constante empezar,
si sus respuestas no son definitivas, si se manifiesta en sistemas opuestos y
aun contradictorios, si es fuente de duda y perplejidades ¿por qué la insistencia
en filosofar? (24).
Pero quien siente la necesidad de
filosofar, quien oye la voz del ser, siente que la filosofía es una tarea
imperiosa, improrrogable, siente que es el quehacer decisivo de su vida. Y
continúa en su tarea a pesar de las decepciones y de los fracasos. Porque la
necesidad de filosofar está enraizada en lo más profundo del ser humano.
Por lo pronto sabemos que la filosofía
es un quehacer, algo que el hombre tiene que hacer... filosofar es
primordialmente teorizar. Theorein, en griego, significa “mirar algo”, “mirar
algo con el espíritu”, o sea contemplar (25).
Filosofar es una actitud existencial,
es una praxis que implica a toda la persona y todo el contexto en que el
filósofo está inmerso. A veces desconocemos lo que tenemos cerca. Normalmente
ignoramos lo más próximo: estamos acostumbrados, no nos causa extrañeza, ni admiración;
he ahí por qué no nos hacemos preguntas. Maravillarse es advertir que no entendemos.
La maravilla nos hace ver en lo ordinario algo insólito.
Los filósofos de la antigua Grecia
dijeron que la investigación y la filosofía nacieron de la admiración. Hoy en
día se suele aceptar que la humanidad posee un alto nivel de conocimiento
científico-técnico, y eso la hace poderosa. Es cierto, pero no sabemos si el
edificio del saber humano es seguro. ¿Su prestigio no se desplomaría si el
hombre sólo lo hubiera soñado, si fuera mera invención de nuestro deseo de seguridad?
Ahora, ¿para qué sirve la filosofía?
Se puede responder: "no sirve para nada". Pero aun aceptando semejante
respuesta, no cabe admitir que no sea valiosa. No es lo mismo ser útil que valer.
Servir para otra cosa es un tipo de valor, el valor de utilidad, propio de los
medios. Todos los medios -o útiles- son valiosos, aunque no todos los valores
son medios. Los medios son buenos para otra cosa, los fines son buenos en sí mismos.
Hay preguntas que se plantea el hombre de todo tiempo. Una de ellas tiene que
ver con la diferencia entre los saberes "técnicos" y los saberes
"liberales" (desinteresados), esto es, la diferencia entre dominio
del mundo y libertad interior, técnica y ética, cosas y personas, en una palabra:
el mundo y el hombre. Éstos son temas clásicos, que cobran especial interés en
la actualidad.
Con un lenguaje propio de su época, J.
Balmes formuló agudamente algunas de estas cuestiones en un libro publicado en
1846 (26), “Todo lo que concentra al hombre, llamándole a elevada contemplación
en el santuario de su alma, contribuye a engrandecerle, porque le despega de
los objetos materiales, le recuerda su alto origen y le anuncia su inmenso
destino”. Balmes hace una crítica a su tiempo, que hoy por hoy sigue actual,
menciona que en un siglo preocupado por el tener cada vez más, en que todo
parece encaminarse a no desarrollar las fuerzas del espíritu, sino en cuanto
pueden servir a regalar el cuerpo, conviene que se renueven esas grandes cuestiones,
en que el entendimiento divaga con amplísima libertad por espacios sin fin.
Sólo la inteligencia se examina a sí
propia, tal como la filosofía. En un lenguaje poético dice: “La piedra cae sin
conocer su caída; el rayo calcina y pulveriza, ignorando su fuerza; la flor
nada sabe de su encantadora hermosura; el bruto animal sigue sus instintos, sin
preguntarse la razón de ellos; sólo el hombre, esa frágil organización que aparece
un momento sobre la tierra para deshacerse luego en polvo, abriga un espíritu que,
después de abarcar el mundo, ansía por comprenderse, encerrándose en sí propio,
allí dentro, como en un santuario donde él mismo es a un tiempo el oráculo y el
consultor” (27).
Las preguntas originales quién soy,
qué hago, qué pienso, por qué pienso, cómo pienso, qué son esos fenómenos que
experimento en mí, por qué estoy sujeto a ellos, cuál es su causa, cuál el orden
de su producción, cuáles sus relaciones: he aquí lo que se pregunta el
espíritu; cuestiones graves, cuestiones espinosas, ácidas, dolorosas; pero
nobles.
La sola enumeración de esos temas,
persuade a muchos de la dificultad de la filosofía. Estos asuntos -se dice- son
importantes, pero no están al alcance de todo el mundo, son cosa de especialistas.
Eso es una dificultad; tal vez la mayor para quien se acerca por primera vez a estas
materias.
Lo mismo piensa Sanabria, que la filosofía
no es para todos, sino para algunos cuantos, y hace una diferenciación entre el
hombre de la calle y el filósofo, y aunque los dos viven en el mundo, viven de
distinta manera. Pues éste no está preocupado simplemente por el acontecer
cotidiano, o por la sobrevivencia, sino que además logra darle un sentido a su
vida y cuestiona el modo en que lleva a cabo ese acto de vivir (28). Además, se
nos plantea la disputa sobre el saber filosófico. Las razones a favor y en
contra insinuadas por Balmes, vienen a ser estas:
Después de veinticinco siglos la filosofía
sigue sin alcanzar utilidades claras. Continúa haciéndose las mismas preguntas.
Estamos en el siglo XXI, época de continuas sorpresas, de siempre nuevos
progresos tecnológicos. La filosofía no progresa, no es científica. ¿Por qué ocuparnos
de ella? Precisamente por eso, la necesitamos.
Ciencia y técnica tenemos, pero nos
falta meditar sobre la grandeza del hombre, su origen y su destino. Más allá
del rendimiento y la utilidad, hemos de poder discurrir sin límites. El
progreso material necesita del progreso espiritual, pero más allá del sentido
religioso, del espíritu que posibilita el sentido.
La misma ciencia y el progreso
material replantean la necesidad del filosofar, es decir, parece que siempre
nos empujan a buscar el por qué que nos dé alguna razón de todo cuanto existe.
No es inasequible, ni es preciso ni conveniente partir de cero, aunque algunos filósofos
lo hayan pretendido; aunque no sean conscientes de ello, todos llegan a la
filosofía con gran número de conocimientos previos. Por lo demás, todos tenemos
una idea -quizá confusa de lo que significa una concepción filosófica de la realidad;
y, de hecho, conocemos más de una.
Ciertamente, caer en la tentación de
considerar la filosofía como una actividad meramente especulativa y alejada de
todo fin práctico es ya un error recurrente a lo largo de la historia. Si bien
es difícil definir lo esencial del ser humano en una sola frase, podemos
señalar como uno de los fundamentos de su existencia el pensar. Con ello no se
señala meramente una actividad que conlleva la manipulación de representaciones
mentales. El pensar es, esencialmente, pensar que se piensa a sí mismo, tal
como la filosofía. En la libertad que nos viene dada por esta estructura del
pensar radican las conquistas que el hombre puede llevar a cabo en distintas
esferas. En el terreno del conocimiento científico, por ejemplo, los avances más
importantes han tenido lugar como consecuencia de crisis y revoluciones de conceptos
fundamentales. Cosas tales son posibles porque los antecedentes que fundamentan
las distintas ciencias resultan accesibles y revisables para el pensar.
El problema de las relaciones entre
ciencia y filosofía lo entendemos como una ampliación del problema de las
relaciones que cada ciencia positiva mantiene con las otras ciencias, así como con
la realidad que envuelve a todas ellas, limitando sus respectivos radios de
acción. Carece de sentido hablar, en abstracto, de las relaciones entre ciencia
y filosofía, porque éstas serán entendidas de diferente modo según lo que se
entienda por ciencia y por filosofía. La cuestión de las relaciones entre la
ciencia y la filosofía forma parte de la cuestión de las relaciones entre la
filosofía de la ciencia y la filosofía en general. Por supuesto sabemos que
toda ciencia se ve siempre rebasada por su objeto.
Por último escuchemos a Gilles
Deleuze, quien nos presenta su respuesta a la pregunta ¿Qué es filosofía? y nos
muestra claramente la acidez de lo que la filosofía es capaz. El filósofo
comienza diciendo que cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la
respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz; tal
como inicio este trabajo hablando de la “inocente” pregunta por la filosofía.
Continúa diciendo que la filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que
tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía
sirve para entristecer, y sirve para entristecer porque pone al individuo en situación
de crisis, contraría, cuestiona.
Sirve para detestar la estupidez, hace
de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en
todas sus formas. Deleuze se pregunta ¿existe alguna disciplina, fuera de la de
filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual
sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas
reactivas no podrían prevalecer. Y su crítica social es fuerte cuando da a la
filosofía una carga política de denuncia.
Denunciar en la mixtificación esta
mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas
y de los autores. Su concepto de filosofía es fuerte, agresivo, destructivo. En
fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo.
Hacer hombres libres, es decir, hombres
que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral,
y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar
del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios ¿quién, a excepción
de la filosofía, se interesa por todo esto? La filosofía tiene que ser crítica
porque nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación.
Y finalmente levanta la voz contra
aquellos que proclaman el fin de la filosofía puesto que por muy grandes que sean
la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía
que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran... pero ¿quién a
excepción de la filosofía se lo prohíbe?, finaliza (29).
Así la filosofía es una forma de
conocimiento que pretende ofrecer explicaciones de los temas que analiza empleando
la razón y los argumentos racionales (a diferencia de la fe o la autoridad). La
filosofía es un saber crítico, pues analiza los fundamentos de todo lo que
considera y nunca se limita a aceptarlos de forma ingenua. La filosofía es un
saber que emplea los datos y contribuciones de las ciencias y que es un camino de
doble sentido, donde las ciencias tienen forzosamente un fundamento filosófico
sobre la realidad.
Hasta aquí me parece que el camino
recorrido ha sido suficiente para tener más preguntas que respuestas, así es la
filosofía, y el camino que pueda yo mostrar, con todos sus vericuetos, representa
este esfuerzo individual por darle un sentido a este saber. En todo caso cada
lector hará su derrotero en el desafío de filosofar. Al final de este trabajo
me encuentro situado en una posición en la que cualquier observador diría: “estamos
igual que al principio”, nada más equívoco, la filosofía toca fibras muy
profundas en nuestra ser como humano, y cualquiera que se sumerja en las aguas
de este río, aunque vuelva a su vida anterior, nunca podrá ser el mismo.
Notas:
1.
Que
por supuesto lo es, pero nuestros estudiantes aprenden una serie de
definiciones y sistemas filosóficos que no los sienten propios, por eso ven
lejana, árida y aburrida a la filosofía, la razón es clara, porque no se les enseña
a filosofar, sino a aprender la Historia de la Filosofía
2.
Ferrater,
Mora José. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid, 1986, p. 1175
3.
Sanabria,
Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976
4.
“Generalmente
hay tres formas de escribirla (la introducción a la filosofía): Hay
Introducciones históricas en las que se expone la evolución histórica de la
filosofía –en sus líneas generales- y se dan algunas indicaciones para que el
lector advierta el núcleo de cada filosofía y la corriente a la que pertenece;
hay Introducciones temáticas en las que se dan a conocer los principales temas
de la filosofía y las soluciones que se han propuesto a los diferentes problemas;
hay también –aunque menos frecuente- Introducciones en las que se tratan la
evolución histórica y los diferentes temas filosóficos. “Yo prefiero esta forma
pensamiento de cada filósofo. Para ello están las historias de filosofía. A
veces –como es el caso de los presocráticos, por ejemplo-, es imposible decir
en concreto cuál fue el concepto que de la filosofía tuvo determinado filósofo.
Sin embargo, he procurado que haya los elementos suficientes para que se vea,
con más o menos exactitud, lo que el pensador consideraba como filosofía.
Sanabria, Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976, p. 9
5.
Heidegger,
Martín, ¿Qué es eso de la filosofía?, traducción y notas de Adolfo P.
Carpio, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960
6.
En
Aristóteles, la filosofía es una ciencia rigurosa, la sabiduría o saber por
excelencia: la ciencia de las cosas en cuanto son. Después de Aristóteles, en
las escuelas estoicas, epicúreas, etc., que llenan Grecia desde la muerte de
Alejandro, y luego todo el Imperio Romano, la filosofía se vacía de contenido
científico y se va convirtiendo cada vez más en un modo de vida, el del sabio
sereno e imperturbable, que es el ideal humano de la época. Dentro ya del
cristianismo, para San Agustín se trata de la contraposición entre una vita
theorética y una vita beata. Y unos siglos más tarde, Santo Tomás se moverá
entre una scientia theologica y una scientia philosophica. En Descartes se
trata de vivir de cierto modo, sabiendo lo que se hace y lo que se debe hacer. Así
aparece la filosofía como un modo de vida que postula una ciencia y se acumulan
las máximas exigencias de rigor intelectual y de certeza absoluta. Kant piensa
que la filosofía es la ciencia de la relación de todo conocimiento humano con
los fines esenciales de la razón humana. Husserl presenta la filosofía como
ciencia estricta y rigurosa y Dilthey la vincula esencialmente a la vida humana
y a la historia. Ver Marías Julián, Historia de la filosofía, Alianza,
México, 1994
7.
Op.
Cit. Sanabria… p. 15
8.
Op.
Cit. Ferrater... p. 1176
9.
Op.
Cit. Sanabria, Rubén... p. 19
11.
Dilthey,
W. La esencia de la filosofía, Filosofía y letras, México, 1944, p. 19
12.
Esta
nota está citada en tres textos, en el de Ferrater Mora, ya citado, en el de
Sanabria, y también lo encontramos en Zubiri, Xavier, en su libro Ciencia, Historia,
Filosofía
13.
Fragmento
35. La traducción es de Rodolfo, Moldolfo, Heráclito, Siglo XXI, México, 1966,
p. 35. Citado por Sanabria… P. 19
14.
Tusco
Lanae Disc., M. T. Ciceronis Opera, ex Regia, Tip Matriti, 1797, t. 11, p. 184
citado por Sanabria… p. 20
15.
Vida,
opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, 1, I, proemio, sec.8, 12.
citado por Sanabria... p. 22
16.
Zubiri,
Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974. pp. 107-122
17.
Zubiri,
Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974.pp. 107-122
18.
Ver
Bunge, Mario, La ciencia, su método y su filosofía, México, Alianza,
1980
21.
Op.
Cit. Sanabria… p. 17
22.
Op.
Cit. Sanabria… p. 17
23.
Op.
Cit. Sanabria… p. 18
24.
Ibid.
17
25.
Idem
26.
Citado
por Soldevilla, Fernando, Bellezas literarias, Imprenta de Ricardo
Rojas, Madrid, 1909
27.
Idem
28.
Sanabria...
véase sobre todo el primer capítulo.
29.
Deleuze,
Gilles; Guattari, Felix, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona,
1993. p. 64.
BIBLIOGRAFÍA
Bunge,
Mario, La ciencia, su método y su filosofía, México, Alianza, 1980
Deleuze,
Gilles; Guattari, Felix, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona,
1993
Dilthey,
W. La esencia de la filosofía, Filosofía y letras, México, 1944
Ferrater,
Mora José. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid, 1986
Heidegger,
Martín, ¿Qué es eso de la filosofía?, traducción y notas de Adolfo P.
Carpio, Buenos Aires, Ed. Sur, 1960
Marías Julián,
Historia de la filosofía, Alianza, México, 1994
Sanabria,
Rubén, Introducción a la Filosofía, México, Porrúa, 1976
Soldevilla,
Fernando, Bellezas literarias, Imprenta de Ricardo Rojas, Madrid,
1909
Zubiri,
Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1974. pp. 107-122
http://www.zubiri.org/works/spanishworks/nhd/elsaberfilosofico.htm
Omar de
Jesús Reyes Pérez
Maestro
en Filosofía y Psicoterapia Psicoanalítica
Profesor-investigador de la Universidad del Mar en Oaxaca
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