miércoles, 22 de julio de 2015

Del archivero: reflexiones en torno a la investigación de la educación

La investigación educativa durante la primera mitad y parte de la segunda del presente siglo, se vio influenciada por la tradición positivista, traducida ésta en la utilización de métodos cuantitativos, no sólo para su investigación, sino también para su ejecución. Ello trajo como consecuencia la utilización de métodos memorísticos en la práctica docente, teniendo como criterio de aprendizaje la exacta repetición de información transmitida por el profesor dentro del aula, haciendo a un lado la creatividad de los educandos en el proceso enseñanza aprendizaje.
 

Las políticas educativas institucionales, así como los planes y programas de estudio se subordinaron, mejor dicho están subordinados a una concepción positivista de la práctica educativa, lo cual se refleja en los planteamientos de objetivos y procedimientos que guían las actividades docentes dentro del aula. Cada vez más los centros educativos multiplican esfuerzos para adiestrar a los educandos, convirtiéndose los profesores más que en educadores, en instructores.

 

Indudablemente que la práctica educativa de la naturaleza arriba mencionada, trae como consecuencia la domesticación del hombre, pues su principal finalidad es adaptarlo para reproducir y garantizar la permanencia del orden social, al no formarle una consciencia crítica que le permita leer por sí mismo, mediante la recreación, el mundo en el que está inmerso.

 

Las graves y profundas crisis académicas de un alto porcentaje de estudiantes, radican en la vigencia de la utilización de métodos meramente cuantitativos en el proceso de aprender y en su evaluación, lo cual coloca a los educandos en una situación desventajosa que les hace sentir impotencia y frustración, que la mayoría de los casos llega a causar deserción escolar.

 

La problemática ampliamente mencionada, dio origen al surgimiento de nuevas formas para investigar y ejercitar la práctica educativa, pues a finales de las décadas de los 80’s y lo que va de los 90’s, fundamentándose en estudios de tipo etnográfico, es decir, en la observación directa de fenómenos educativos en su hábitat natural, surgen métodos cualitativos que permiten, no solo describir el hecho educativo, sino también analizarlo e interpretarlo.

 

Los estudios cualitativos de la práctica docente han permitido en la última década, explicar, a través de la interpretación e intelección de las significaciones, aquellas actitudes y acciones que decrementan la optimización del proceso enseñanza aprendizaje, pues del significado que se dé al hecho educativo, así como a sus actores, depende su práctica.

 

La investigación cualitativa aplicada a la educación, particularmente en lo que atañe al proceso enseñanza aprendizaje, ha permitido que docentes y alumnos tomen conciencia de sí mismos y de sus actitudes, generando así un ambiente cada vez más humano y participativo en el aula.

 

La contraparte de los métodos cualitativos (los métodos cuantitativos), generan alumnos pasivos y poco comprometidos en el proceso enseñanza aprendizaje, lo cual se traduce en desinterés, en desmotivación para aprender.

 

La práctica educativa tradicional, la cual se inspira en la concepción positivista de la producción del conocimiento, ha traído como consecuencia una exagerada separación entre la docencia y la investigación, a tal grado de multiplicar la profesionalización de docentes, disminuyendo la formación de investigadores.

 

Es más, la práctica de la investigación en diversos campos del conocimiento científico, se ha percibido como una actividad de élites. Pocos son los investigadores que combinan la investigación con la docencia, o viceversa, pocos son los docentes que combinan la docencia con la investigación. Esto repercute profundamente en los conocimientos que adquieren los educandos, quienes más de la veces experimentan la descontextualización de lo que se aprende en la escuela, así como su carencia de identidad con lo que se enseña en los centros educativos.

 

El desigual desarrollo de las ciencias sociales humanidades, frente a las tecnológicas, es explicado por la cultura académica que se ha venido entretejiendo desde el sistema de enseñanza aprendizaje que han adoptado las instituciones educativas, así como las políticas educacionales que ha venido observando el sistema educativo.

 

La educación, fenómeno analizado por las ciencias sociales humanidades, se ha visto afectada en su desarrollo, aun aunque hayan surgido pensadores innovadores en la práctica docente. Cuando la realidad regional, nacional e internacional se vio interpretada únicamente desde la óptica tecnológica, disminuyó el porcentaje de profesionales que se ocupasen de la educación, para enseñarla o investigarla. Más aún, los gobiernos invirtieron más en la formación de tecnólogos, que en la formación de profesionales en la educación.

 

Las graves consecuencias de lo anterior son preocupantes para los que se ocupan de la educación de las generaciones de fin de milenio; y frente a tal preocupación, buscan nuevas alternativas que garanticen la recuperación de los espacios académicos, en donde se desarrollen habilidades que permitan releer y repensar el mundo que les rodea. Dicha relectura consiste en interesar cada vez más a los educandos en la reconstrucción de conocimientos, que les ayuden a repensar y a resignificar las redes de relaciones con el mundo-ambiente en el que están inmersos.

 

Los educandos no solo están en el mundo, también son con él. En ese estar y ser con él, tienen la responsabilidad de explicarlo y transformarlo. Pues de nada sirve explicar al mundo si no se transforma.

 

 

 

Jorge Luis Cruz Pérez

Maestro en Ciencias de la Educación

Doctor en Educación

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