La investigación educativa
durante la primera mitad y parte de la segunda del presente siglo, se vio
influenciada por la tradición positivista, traducida ésta en la utilización de
métodos cuantitativos, no sólo para su investigación, sino también para su
ejecución. Ello trajo como consecuencia la utilización de métodos memorísticos
en la práctica docente, teniendo como criterio de aprendizaje la exacta repetición
de información transmitida por el profesor dentro del aula, haciendo a un lado
la creatividad de los educandos en el proceso enseñanza aprendizaje.
Las políticas educativas
institucionales, así como los planes y programas de estudio se subordinaron, mejor
dicho están subordinados a una concepción positivista de la práctica educativa,
lo cual se refleja en los planteamientos de objetivos y procedimientos que
guían las actividades docentes dentro del aula. Cada vez más los centros
educativos multiplican esfuerzos para adiestrar a los educandos, convirtiéndose
los profesores más que en educadores, en instructores.
Indudablemente que la
práctica educativa de la naturaleza arriba mencionada, trae como consecuencia
la domesticación del hombre, pues su principal finalidad es adaptarlo para
reproducir y garantizar la permanencia del orden social, al no formarle una consciencia
crítica que le permita leer por sí mismo, mediante la recreación, el mundo en
el que está inmerso.
Las graves y profundas
crisis académicas de un alto porcentaje de estudiantes, radican en la vigencia
de la utilización de métodos meramente cuantitativos en el proceso de aprender
y en su evaluación, lo cual coloca a los educandos en una situación
desventajosa que les hace sentir impotencia y frustración, que la mayoría de
los casos llega a causar deserción escolar.
La problemática
ampliamente mencionada, dio origen al surgimiento de nuevas formas para investigar
y ejercitar la práctica educativa, pues a finales de las décadas de los 80’s y
lo que va de los 90’s, fundamentándose en estudios de tipo etnográfico, es decir,
en la observación directa de fenómenos educativos en su hábitat natural, surgen
métodos cualitativos que permiten, no solo describir el hecho educativo, sino
también analizarlo e interpretarlo.
Los estudios cualitativos
de la práctica docente han permitido en la última década, explicar, a través de
la interpretación e intelección de las significaciones, aquellas actitudes y acciones
que decrementan la optimización del proceso enseñanza aprendizaje, pues del significado
que se dé al hecho educativo, así como a sus actores, depende su práctica.
La investigación
cualitativa aplicada a la educación, particularmente en lo que atañe al proceso
enseñanza aprendizaje, ha permitido que docentes y alumnos tomen conciencia de
sí mismos y de sus actitudes, generando así un ambiente cada vez más humano y
participativo en el aula.
La contraparte de los
métodos cualitativos (los métodos cuantitativos), generan alumnos pasivos y
poco comprometidos en el proceso enseñanza aprendizaje, lo cual se traduce en
desinterés, en desmotivación para aprender.
La práctica educativa tradicional,
la cual se inspira en la concepción positivista de la producción del conocimiento,
ha traído como consecuencia una exagerada separación entre la docencia y la investigación,
a tal grado de multiplicar la profesionalización de docentes, disminuyendo la formación
de investigadores.
Es más, la práctica de la
investigación en diversos campos del conocimiento científico, se ha percibido
como una actividad de élites. Pocos son los investigadores que combinan la
investigación con la docencia, o viceversa, pocos son los docentes que combinan
la docencia con la investigación. Esto repercute profundamente en los
conocimientos que adquieren los educandos, quienes más de la veces experimentan
la descontextualización de lo que se aprende en la escuela, así como su
carencia de identidad con lo que se enseña en los centros educativos.
El desigual desarrollo de
las ciencias sociales humanidades, frente a las tecnológicas, es explicado por
la cultura académica que se ha venido entretejiendo desde el sistema de enseñanza
aprendizaje que han adoptado las instituciones educativas, así como las
políticas educacionales que ha venido observando el sistema educativo.
La educación, fenómeno
analizado por las ciencias sociales humanidades, se ha visto afectada en su
desarrollo, aun aunque hayan surgido pensadores innovadores en la práctica docente.
Cuando la realidad regional, nacional e internacional se vio interpretada
únicamente desde la óptica tecnológica, disminuyó el porcentaje de profesionales
que se ocupasen de la educación, para enseñarla o investigarla. Más aún, los
gobiernos invirtieron más en la formación de tecnólogos, que en la formación de
profesionales en la educación.
Las graves consecuencias
de lo anterior son preocupantes para los que se ocupan de la educación de las generaciones
de fin de milenio; y frente a tal preocupación, buscan nuevas alternativas que
garanticen la recuperación de los espacios académicos, en donde se desarrollen habilidades
que permitan releer y repensar el mundo que les rodea. Dicha relectura consiste
en interesar cada vez más a los educandos en la reconstrucción de
conocimientos, que les ayuden a repensar y a resignificar las redes de
relaciones con el mundo-ambiente en el que están inmersos.
Los educandos no solo
están en el mundo, también son con él. En ese estar y ser con él, tienen la
responsabilidad de explicarlo y transformarlo. Pues de nada sirve explicar al mundo
si no se transforma.
Jorge
Luis Cruz Pérez
Maestro en Ciencias de la Educación
Doctor en Educación
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