Estábamos reunidos en la biblioteca –la
dirección, los maestros, la sociedad de alumnos y algunos padres de familia, la
escuela en pleno como muy pocas veces— lo que llamamos Consejo Técnico.
Nos convocaba un asunto por demás
delicado: un alumno de segundo grado había sido sorprendido distribuyendo
pastillas –pingas— entre sus compañeros y por la información recabada por
algunos maestros y la trabajadora social, hacía varios meses que lo venía haciendo.
Sus compañeros lo señalaban, le fueron encontradas en su mochila y él mismo lo
había reconocido. Su expediente estaba lleno de reportes de agresiones a sus
compañeros y mala conducta.
La verdad es que estábamos ante una
situación que nos tenía inquietos. Los padres de familia solicitaban la
expulsión del adolescente bajo el argumento de que era un elemento nocivo para
la población escolar –la manzana podrida entre todas las demás—, que su
conducta había pasado de una simple indisciplina escolar a una conducta
delictiva. Los estudiantes –representantes de sus compañeros al ser parte de la
sociedad de alumnos— seguían la postura de los padres. Los maestros, divididos
en dos grupos, uno con argumentos a favor de la postura manifestada por los
padres y el otro –un grupo muy pequeño— defendiendo la permanencia del chico en
la escuela bajo el argumento de no exclusión, del daño mayor que le causaría la
separación y la imposibilidad de la escuela para hacerlo.
En el debate aparecieron argumentos
para las dos posturas, aunque inevitablemente fue tomando fuerza la idea de la
separación de la escuela para el muchacho. La dirección de la escuela –el
director y subdirector— manifestaron su temor ante lo que parecía el rumbo de
la discusión. Lo han dicho muy claramente, no hay disposiciones oficiales que
normen asuntos disciplinares graves en las escuelas, pero si los hay que
prohíben estrictamente la expulsión de estudiantes bajo cualquier caso.
Pues bien, estimados colegas, de este
ejemplo –que espero sólo suceda en mi escuela y no en la suya, y que si ha
pasado sea una cuestión de drogas y no de violencia, agresión física o
atentados a la seguridad de los alumnos y maestros— reflexionemos en algunas
ideas relacionadas con el tema de la separación en las escuelas de educación
básica.
Al amparo de la Constitución, la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Ley General de Educación, la Ley
General para la protección de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes,
no se puede negar la educación a ningún estudiante y por tanto nadie puede ser
excluido. Entonces a partir de esto, para algunos, no hace falta un reglamento
pues ningún alumno puede ser expulsado, de hacerlo estaríamos atentando en
contra de sus derechos.
Dejemos ahí, solo por dejarlos sobre
la mesa, algunos cuestionamientos: ¿El derecho constitucional de un estudiante
que ha manifestado conductas extremas en la escuela está por encima de los
derechos de las demás personas que integran el plantel? ¿es conveniente
mantener a un alumno en la escuela a riesgo de los demás? ¿tiene la escuela la
responsabilidad de sancionar estas conductas? Se podría decir, en su favor, que
la expulsión no ayuda a la situación del estudiante, tal vez hasta que la
empeora –y se podría hacer toda una reflexión al respecto— ¿por eso expondremos
a los otros 30 o 40? ¿qué mensaje social damos con esto? ¿y si la expulsión no
es el camino, entonces qué opciones nos quedan? ¿habrá que considerar en eso
muchas variables y no solo a la escuela?
Para otros, por supuesto que hace falta
fijar criterios claros para sancionar a aquellos alumnos que presentan en las
escuelas comportamientos extremos. ¿Cuáles son esos comportamientos extremos,
esas faltas graves de indisciplina: introducción de armas o drogas al plantel,
agredir a los maestros, trabajadores o sus mismos compañeros, realizar actos
injustificados que perturben el desarrollo escolar?
Para otros, la sociedad debe atender
de fondo este asunto, es un problema social, el de la conducta de los
adolescentes, el acceso a las drogas, los contenidos de los medios y las redes
sociales, la violencia; es un asunto que rebasa las capacidades de los
planteles escolares y que debe ser atendido no sólo dentro sino también fuera
de ellas.
Si bien es cierto que una parte del
problema estará en la falta de buenas metodologías pedagógicas y prácticas que
logren captar el interés de los adolescentes, también lo es que, ahí dentro de
las escuelas se reproducen las conductas que fuera de ellas viven los
adolescentes.
Aquí vale la pena reflexionar si el
asunto de la indisciplina es solo un problema pedagógico o si va más allá de
esto y se trata de un problema psicológico o es también un problema social, si
la escuela es la única responsable de la conducta de nuestros adolescentes o de
la mejora de ésta, dónde entraría la intervención (obligada) de los padres, del
sistema educativo y del sistema social.
Por otra parte, los alumnos no
tendrían que salir a buscar apoyo fuera de la escuela si éstas tuvieran su
estructura completa, ¿dónde están los gabinetes de orientación, la mayoría de
nuestras secundarias apenas y tienen un prefecto y si acaso un trabajador
social, dónde están los trabajadores sociales, los médicos, los orientadores y
psicólogos educativos?
Se tendrá que pensar muy seriamente en
profundizar en cuáles son las causas de fondo en los problemas de
comportamiento de nuestros estudiantes, si sólo son pedagógicos corresponde a
la escuela trabajar en ellos, si no…habrá que aceptar que la sociedad como tal
tiene de frente un serio problema, aunque sin ser extremista aceptemos que habrá
una parte que le corresponda a las escuelas.
Finalmente, parece que la situación
dentro de los muros escolares tiene que ver con ¿qué medidas habrán de tomarse
para garantizar la seguridad en las escuelas?
Si, sé que están preguntando por la
salida que ha dado el Consejo Técnico al caso de arriba. Por supuesto que
acordamos que fuera la
Dirección la que enfrentara la situación y solicitara a los
padres del chico –dándole todas las facilidades posibles y hasta las
imposibles— para que su hijo fuera cambiado de escuela. Sí, sé que ahora están
pensando en que lo único que hicimos fue aventar la “bolita”, y así es. Las
escuelas nos pasamos la bolita en tanto no tengamos una reglamentación clara al
respecto.
El Maestro Roberto
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