lunes, 26 de octubre de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: los menos por los más

 Estábamos reunidos en la biblioteca –la dirección, los maestros, la sociedad de alumnos y algunos padres de familia, la escuela en pleno como muy pocas veces— lo que llamamos Consejo Técnico.

Nos convocaba un asunto por demás delicado: un alumno de segundo grado había sido sorprendido distribuyendo pastillas –pingas— entre sus compañeros y por la información recabada por algunos maestros y la trabajadora social, hacía varios meses que lo venía haciendo. Sus compañeros lo señalaban, le fueron encontradas en su mochila y él mismo lo había reconocido. Su expediente estaba lleno de reportes de agresiones a sus compañeros y mala conducta.

La verdad es que estábamos ante una situación que nos tenía inquietos. Los padres de familia solicitaban la expulsión del adolescente bajo el argumento de que era un elemento nocivo para la población escolar –la manzana podrida entre todas las demás—, que su conducta había pasado de una simple indisciplina escolar a una conducta delictiva. Los estudiantes –representantes de sus compañeros al ser parte de la sociedad de alumnos— seguían la postura de los padres. Los maestros, divididos en dos grupos, uno con argumentos a favor de la postura manifestada por los padres y el otro –un grupo muy pequeño— defendiendo la permanencia del chico en la escuela bajo el argumento de no exclusión, del daño mayor que le causaría la separación y la imposibilidad de la escuela para hacerlo.


En el debate aparecieron argumentos para las dos posturas, aunque inevitablemente fue tomando fuerza la idea de la separación de la escuela para el muchacho. La dirección de la escuela –el director y subdirector— manifestaron su temor ante lo que parecía el rumbo de la discusión. Lo han dicho muy claramente, no hay disposiciones oficiales que normen asuntos disciplinares graves en las escuelas, pero si los hay que prohíben estrictamente la expulsión de estudiantes bajo cualquier caso.

Pues bien, estimados colegas, de este ejemplo –que espero sólo suceda en mi escuela y no en la suya, y que si ha pasado sea una cuestión de drogas y no de violencia, agresión física o atentados a la seguridad de los alumnos y maestros— reflexionemos en algunas ideas relacionadas con el tema de la separación en las escuelas de educación básica.

Al amparo de la Constitución, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Ley General de Educación, la Ley General para la protección de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, no se puede negar la educación a ningún estudiante y por tanto nadie puede ser excluido. Entonces a partir de esto, para algunos, no hace falta un reglamento pues ningún alumno puede ser expulsado, de hacerlo estaríamos atentando en contra de sus derechos.

Dejemos ahí, solo por dejarlos sobre la mesa, algunos cuestionamientos: ¿El derecho constitucional de un estudiante que ha manifestado conductas extremas en la escuela está por encima de los derechos de las demás personas que integran el plantel? ¿es conveniente mantener a un alumno en la escuela a riesgo de los demás? ¿tiene la escuela la responsabilidad de sancionar estas conductas? Se podría decir, en su favor, que la expulsión no ayuda a la situación del estudiante, tal vez hasta que la empeora –y se podría hacer toda una reflexión al respecto— ¿por eso expondremos a los otros 30 o 40? ¿qué mensaje social damos con esto? ¿y si la expulsión no es el camino, entonces qué opciones nos quedan? ¿habrá que considerar en eso muchas variables y no solo a la escuela?

Para otros, por supuesto que hace falta fijar criterios claros para sancionar a aquellos alumnos que presentan en las escuelas comportamientos extremos. ¿Cuáles son esos comportamientos extremos, esas faltas graves de indisciplina: introducción de armas o drogas al plantel, agredir a los maestros, trabajadores o sus mismos compañeros, realizar actos injustificados que perturben el desarrollo escolar?

Para otros, la sociedad debe atender de fondo este asunto, es un problema social, el de la conducta de los adolescentes, el acceso a las drogas, los contenidos de los medios y las redes sociales, la violencia; es un asunto que rebasa las capacidades de los planteles escolares y que debe ser atendido no sólo dentro sino también fuera de ellas.

Si bien es cierto que una parte del problema estará en la falta de buenas metodologías pedagógicas y prácticas que logren captar el interés de los adolescentes, también lo es que, ahí dentro de las escuelas se reproducen las conductas que fuera de ellas viven los adolescentes.

Aquí vale la pena reflexionar si el asunto de la indisciplina es solo un problema pedagógico o si va más allá de esto y se trata de un problema psicológico o es también un problema social, si la escuela es la única responsable de la conducta de nuestros adolescentes o de la mejora de ésta, dónde entraría la intervención (obligada) de los padres, del sistema educativo y del sistema social.

Por otra parte, los alumnos no tendrían que salir a buscar apoyo fuera de la escuela si éstas tuvieran su estructura completa, ¿dónde están los gabinetes de orientación, la mayoría de nuestras secundarias apenas y tienen un prefecto y si acaso un trabajador social, dónde están los trabajadores sociales, los médicos, los orientadores y psicólogos educativos?

Se tendrá que pensar muy seriamente en profundizar en cuáles son las causas de fondo en los problemas de comportamiento de nuestros estudiantes, si sólo son pedagógicos corresponde a la escuela trabajar en ellos, si no…habrá que aceptar que la sociedad como tal tiene de frente un serio problema, aunque sin ser extremista aceptemos que habrá una parte que le corresponda a las escuelas.

Finalmente, parece que la situación dentro de los muros escolares tiene que ver con ¿qué medidas habrán de tomarse para garantizar la seguridad en las escuelas?

Si, sé que están preguntando por la salida que ha dado el Consejo Técnico al caso de arriba. Por supuesto que acordamos que fuera la Dirección la que enfrentara la situación y solicitara a los padres del chico –dándole todas las facilidades posibles y hasta las imposibles— para que su hijo fuera cambiado de escuela. Sí, sé que ahora están pensando en que lo único que hicimos fue aventar la “bolita”, y así es. Las escuelas nos pasamos la bolita en tanto no tengamos una reglamentación clara al respecto.



El Maestro Roberto

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