miércoles, 23 de septiembre de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: entre maestros te veas


Trabajar con maestros es algo sumamente difícil. En este fin de ciclo escolar, como en muchas otras ocasiones, he participado en un curso de actualización para maestros, y también como en muchas otras ocasiones he podido confirmar esta primera idea: trabajar con maestros es algo sumamente difícil.

Junto a mi tenía a un poco más de treinta maestros y maestras  de secundaria que nos reuniríamos durante cinco sesiones de trabajo. Aprendí muchas cosas. Al igual que mis alumnos –los de primero y segundo de secundaria--, mis compañeros se concentran poco, se levantan y se distraen mucho. A la menor oportunidad dejan su lugar para salir del salón “a cualquier cosa” tal pareciera que la consigna es pasar el menor tiempo posible en el aula de trabajo.


En el trabajo en equipo la mayor parte del bullicio no es precisamente porque se estén comentando asuntos relacionados con la tarea encomendada sino  más bien de todo lo que no tiene que ver con éste.

Durante algunos minutos me he detenido a observar la cara del coordinador. Angustia, impotencia, a ratos frustración; a pesar de sus continuas e insistentes invitaciones al silencio, a poner atención, a concentrarse en el trabajo, no parecen ser escuchadas… mis compañeros siguen en sus pláticas en voz baja, en sus propios corrillos –que parecen más interesantes que el tema de estudio del propio curso--, en el bullicio: que si el papá de aquel alumno, que si aquella maestra ha dicho, que si te diste cuenta con quien se fue el director el otro día, que si saldremos pronto el día de hoy, que si alguien le propone al coordinador acortar las sesiones, que si… que si…

En el trabajo en equipo, me ha tocado trabajar con otros cuatro compañeros maestros, y muy a mi pesar, ha regido la ley del menor esfuerzo, ganó la mayoría, así que tendremos que trabajar cada uno un fragmento del texto y luego exponerlo así, fragmentado, con la sabida pérdida de profundidad. Solo dos maestros pretendíamos una metodología de trabajo diferente en donde el propósito era precisamente la profundidad.

Durante la puesta en común, plenaria como se dice, quien presenta el trabajo en equipo es escuchado solo por unos cuantos, pues la verdad no es más que la repetición de lo que dice la lectura, sin ir más allá, y en muchos equipos se sigue escuchando el cuchicheo a pesar de la invitación del coordinador  –tal vez ya con un síntoma de enfado y molestia—  que muy pocos atienden: “escuchamos, por favor”.

Habrá que reconocer –y con mucho pesar--  que muchos de mis compañeros maestros que hoy están aquí tienen un capital cultural muy bajo, conocimientos, habilidades y estrategias de trabajo docente muy limitadas. Que como maestros, muchos de nosotros estamos muy lejos de aquellos maestros que “sabían mucho y bien”. Maestros que se expresaban con pulcritud, con un manejo excepcional del lenguaje, maestros que vivían cotidianamente las más elementales reglas de urbanidad, maestros que reflejaban su personalidad con su propia imagen y que eran admirados y respetados por eso. Sí, hay que reconocer que de esos maestros quedan muy pocos.

Aunque también hay que reconocer que la clase magisterial está muy desvirtuada, y en buena parte, por lo que los maestros hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer.

Hoy solo quiero pensar que nuestro desempeño en este curso de actualización tiene más que ver con el cansancio acumulado y que nosotros, estos treinta y dos maestros, no representamos a todos los educadores de secundaria del país.




El Maestro Roberto

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