jueves, 24 de septiembre de 2015

Del Archivero: historia de la educación, el plan de los once años

Antecedentes

Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial obligaron a México a modificar su proyecto de desarrollo. Se inició el periodo de sustitución de importaciones, el crecimiento económico sostenido, la generación de empleos, migración creciente hacia las ciudades y un alineamiento con los aliados en contra del eje Roma-Berlín-Tokio. En la política, la institución presidencial reemplazaba la figura del caudillo y de la exacerbación de la lucha de clases se pasaba a la reconciliación nacional. La educación socialista que destacaba el reconocimiento de esa lucha y reivindicaba a los sectores populares, resulto disfuncional a la nueva situación. Por la vía de los hechos, más que por reformas a la constitución, la prescripción socialista dejó de tener vigencia.

Sin embargo la reforma tenía que hacerse para consolidar el proyecto de la Unidad Nacional que ponía el acento en la concordia y la armonía sociales por encima de aquel que insistía por la lucha de clases. Se necesitaba impulsar la idea de que lo fundamental era identificarse con la nación, ser mexicano debía ser superior a ser obrero o campesino. La afiliación por clase social –o etnia- pasaba a segundo lugar la Unidad Nacional reclamaba del concurso de todos bajo un mismo techo. El ideólogo y promotor de este proyecto, Jaime Torres Bodet, no era político profesional (aunque después si lo fue) ni un teórico del Estado era un poeta que llegó ocupar el cargo de Secretario de Educación Pública cuando los políticos profesionales habían fracasado en el intento por desmantelar la educación socialista u organizar las tareas de la SEP.


En contraste con los intensos debates del Congreso Constituyente o de las polémicas de 1933 y 1934. la reforma siguiente al artículo 3º fue más palaciega que parlamentaria. No obstante logró asentar un consenso antes y, se puede asegurar sin muchos riesgos, consolido los cimientos del actual Sistema Educativo Mexicano. Jaime Torres Bodet inspiró el cambio constitucional por varios motivos. Primero, porque la educación socialista era una expresión demagógica; segundo, por el dogmatismo que implica la noción del conocimiento exacto y, tercero, por convicción personal de que la educación socialista, tal como rezaba el texto del artículo 3º, no se impartía en ninguna parte de la República. Además, como uno de los más decididos patrocinadores de la creación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación del Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), Torres Bodet, en representación de México, había insistido en que la educación debía inculcar en los niños valores tales como la libertad, la justicia y la democracia.

De acuerdo con el mismo Torres Bodet, la reforma, sin embargo, no fue impuesta arbitrariamente por el gobierno. Él personalmente y también el presidente Ávila Camacho, hicieron consultas con representantes de fuerzas y sociales y coincidieron en algunas cuestiones importantes para asegurar un consenso básico a su proyecto. El propio Torres Bodet, consultó con el ex secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, quien aparentemente fue el redactor final del texto de 1934, quien se opuso a que se derogara la educación socialista, mas el acento lo puso en mantener a la Iglesia católica fuera de la educación. La iniciativa respetó ese punto y redundó en la libertad de las creencias ya establecida en el artículo 24. De Lombardo Toledano se aceptó la idea de definir a la democracia como un régimen que persigue el mejoramiento material y cultural del pueblo y que la educación se debía basar en el progreso científico. Puntos que se asentaron en la Constitución. De un grupo de dirigentes del Partido de la Revolución Mexicana (PNR), sucesor del PNR, el presidente aceptó la redacción de la fracción séptima que estableció que toda la educación que impartiera el Estado sería gratuita. El SNTE, manifestó su acuerdo con la reforma porque garantizaba la doctrina y el carácter revolucionario de la escuela mexicana.


El plan de once años


Con pocas variaciones, la política educativa del Estado hacia las minorías raciales es la misma desde los años cincuenta. Se induce al cambio de la visión cosmológica de la etnia, mas se pretende, al menos en las declaraciones, que a partir de la identificación de los intereses de las propias comunidades; se intenta usar la lengua materna como medio para la castellanización, pero preservando su existencia y se busca, con poco éxito, que la mayoría de los maestros a cargo de esas tareas sean de la misma etnia. En consecuencia, para los indios, más que reproducir habilidades y destrezas para el trabajo, la educación oficial otorga más importancia a la formación de la nacionalidad. Esto no obsta para que en la sociedad persista un racismo fuerte, pero sutil; no franco, pero efectivo.

Torres Bodet, esta vez sin la participación entusiasta de los intelectuales notables que reunió en la antigua Comisión Revisora, formó otro grupo para formular el Plan para la Expansión y Mejoramiento de la Escuela Primaria, el plan de once años.

La comisión recomendó que después de realizados los censos de 1960 se encomiende a un nuevo comité la tarea de rectificar los errores en que haya incurrido, y de ir ajustando el programa año con año a las necesidades que origina cualquier cambio importante en el crecimiento de la población, o en el decrecimiento de la deserción de los escolares.

El mencionado plan inició con muy buena dosis de entusiasmo, se reformó el plan de estudios de 1945 y se inició la aplicación de otros en 1959, también proponía una reforma cualitativa de la enseñanza.

En diciembre de 1958, el ejecutivo envió al Congreso de la Unión una iniciativa para que se constituyese una comisión para investigar y formular un plan para extender y mejorar la educación primaria la iniciativa fue aprobada el 30 de diciembre de 1958.

La comisión fue conformada por el Secretario de Educación Pública, un secretario general nombrado por éste; representantes del Poder Ejecutivo Federal; delegados de la Secretaría de Educación Pública, de gobernación y de Hacienda y Crédito Público, asesores del Banco de México; el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y de la Secretaría de Industria y Comercio. El 9 de febrero del siguiente año se instaló la comisión e inicio sus trabajos

El plan lleva como título, como ya se dijo, Plan para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria en México: el plan sólo enfoca las posibilidades de resolver el problema del gran número de niños y de edad escolar primaria que no reciben la primera enseñanza por falta de aulas de grados escolares de maestros o por cualquier otra razón de orden escolar, así como de aquella pequeña porción creciente que ahora no concurre por motivos ajenos al sistema educativo y que irá incorporándose muy lentamente a la escuela conforme vayan mejorando las condiciones económicas y sanitarias del país y generalizándose más todavía el interés por la educación. En resumidas cuentas los objetivos centrales serían la extensión y el mejoramiento de la educación primaria. El propósito se enfocaba a ampliar la oferta de la educación primaria y prever el crecimiento de la población para satisfacer toda la demanda; es decir, que ningún niño menor a los 14 años quedara sin escuela. El plan perseguía además abatir la deserción, sobre todo en las áreas rurales. Más no era fácil conseguir los medios para alcanzar tal fin. Durante la elaboración misma del plan, Torres Bodet enfrentó dificultades con los funcionarios de las secretarías de Hacienda e Industria y Comercio. Los primeros trataban de disminuir los presupuestos, los segundos hacían estimaciones estadísticas muy conservadoras, que no dibujaban la realidad demográfica.

Para su realización habría que erogar una suma de nueve millones de pesos. Para evitar que el desembolso de una cantidad tan considerable desquiciara la economía nacional, se propuso escalonar el gasto en once años (de donde derivó la denominación de Plan de once años)

  1. Se recomendó que para que se  desarrollara  de  acuerdo con lo previsto,  se  fijarían  de  manera equitativa  las  aportaciones económicas de los estados  y  municipios, que se exhortara a los particulares para que incrementarán su contribución en la misma medida que el gobierno federal.
  2. Exigía la construcción de miles de aulas y la rehabilitación de las ya existentes.
  3. Reforzar el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio.
  4. La nivelación en todo el país de las percepciones de los maestros; dotar campos deportivos, teatros, auditorios y bibliotecas a cuantas escuelas fuese posible.
  5. Crear departamentos de investigación educativa, estadística escolar y manejo mecánico de datos.

Resultados

Se construyeron aulas, se crearon plazas para maestros, se reformaron planes y programas de estudio, se imprimieron millones de libros de texto  se formaron los maestros que hacían falta, se dictaron las medidas administrativas pertinentes, y en cada informe de gobierno se daba cuenta con satisfacción de los avances del plan, se iban alcanzando las metas en un plazo más corto que el previsto. Se vio que el avance educativo no era uniforme y que algunos estados eludían en parte su cooperación en el esfuerzo.

Se indica que a pesar del aumento considerable en la matrícula de las escuelas primarias, resultado del plan, este sólo había resuelto el problema en un 33 % ya que en 1970 quedaron dos millones de niños sin escuela, cuando de haberse cumplido cabalmente el plan, ninguno se hubiera encontrado en esa situación.

El propio Torres Bodet reconoce en sus memorias que el plan partió de datos que no correspondían a la realidad y no previó el grado de crecimiento poblacional. Persistieron las diferencias educativas entre el medio rural y el urbano ya que por cada alumno egresado del sexto grado en las escuelas rurales, había seis en las urbanas. Pese a no haber logrado del todo su objetivo fundamental, el plan constituyó un esfuerzo generoso, un gran salto hacia adelante en el intentos de proporcionar educación primaria a todos los mexicanos y si no se hubiese realizado, actualmente el problema sería mucho más agudo.

Se proyectó el aula casa rural prefabricada, que garantizaba un grado aceptable de calidad; dicha aula iba provista de un equipo didáctico esencial, que incluía una pequeña biblioteca, la casa anexa contaba con el equipo y servicio indispensables con el propósito de que el maestro se  arraigara en la comunidad y no tuviera que recortar el tiempo laborable.

La UNESCO determinó fundar en nuestro país un Centro Regional de Construcciones Escolares para la América Latina (CONESCAL) , en vista de los logros alcanzados por México.
Sin embargo el plan de once años, pese a todas sus bondades fue quedando en el olvido, pues en el siguiente sexenio ya no atendió debidamente este noble programa, quedando inconclusas sus metas iniciales; no cabe duda que fue un gran intento por mejorar la educación en nuestro país. Además, por primera vez, en la historia de la educación en México, se atendía con propósitos bien definidos, a un sector básico de la enseñanza: la escuela primaria. Lástima que no arribó a sus metas el Plan de Once Años.


Bibliografía:
GUEVARA NIEBLA, Gilberto, La catástrofe silenciosa. Fondo de Cultura Económica, México 1992
MOCTEZUMA BARRAGAN, Esteban, La educación pública frente a las nuevas realidades. Fondo de Cultura Económica, México 1994
ORNELAS, Carlos. El sistema educativo mexicano, La transición de fin de siglo. Fondo de Cultura Económica, México  1996






Gabriel Osnaya Vargas
Maestro en Ciencias de la Educación

Doctor en Educación

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