lunes, 28 de septiembre de 2015

La reflexiones del maestro Roberto: ¿Se acuerdan de esto?

¿Se acuerdan de esto? Sí, talleres generales de actualización, ¡otra vez! Sí, como cada año al inicio del ciclo escolar.

La pregunta de todos los que estamos sentados en esta aula parece ser ¿por qué nos aburrimos en estos cursos? y después de quince, veinte o más ciclos escolares parece que tenemos una sólida respuesta. Los talleres generales de actualización (TGA) nos sirven de muy poco pues carecen de rigurosidad y han perdido significado, sentido, entre los maestros.

Los hacemos tan a la carrera que pronto se nos extravían sus propósitos y finalidades. ¿A poco no ha pasado en su escuela que un taller planeado para tres días de trabajo --o tres sesiones si se quiere--   termina, por decisión unánime  --o por disposición de la dirección o de la inspección--  en dos sesiones maratónicas en las que se compactan las tres programadas? Eso tiene su precio y seguramente la factura se endosará a la calidad y profundidad de lo trabajado.


Los TGA son coordinados por maestros de la misma escuela. Todos sabemos lo que esto significa. Nuestro compañero, seguramente se preparó a unos días de “multiplicar el curso”, no tenía guía pues casi siempre llegan con el primer día de trabajo o después, si es alguien que lo ha hecho antes –los caballitos de batalla--  pensamos, otra vez él y si es un maestro que no lo había hecho, la  presión por dirigir a sus propios compañeros es enorme y se ve reflejada en la inseguridad con que se conduce  --siempre cuidando sus palabras, cuidando su imagen, tratando de no enfrentar a la clase docente con la clase directiva--, temeroso de lo que dirán sus colegas, esos a los que ve todos los días y que difícilmente critican su trabajo o hablan mal de él. Su mente, en los días previos  --y aún durante las sesiones--   se entretiene, o más bien se distrae, en preguntas como si ¿le harán caso?, ¿seguirán sus instrucciones? o simplemente le darán el avión, como dice un chico de segundo. La inseguridad se le ve en la cara, se le escucha en la voz…

Para desarrollar la guía en dos sesiones con apenas un reducido tiempo extra a lo planeado, hay que recortarla, compactarla para que el tiempo alcance. Así, varios contenidos van quedando fuera y la secuencia del trabajo se va recortando, perdiendo, difuminando y a veces, extraviando por completo. Esos recortes dependen mucho de quien dirige el taller y hay que hacer un acto de fe para que sus decisiones no afecten el propósito general de estos tres días de trabajo, perdón, digo, de estos dos días de trabajo.

Buena parte del tiempo repetimos como pericos las guías que nos entregan, pues no tenemos tiempo de profundizar en los textos, de analizarlos, de buscar implicaciones, de reflexionarlos y encontrar sus fundamentos. Nos quedamos solo con la lectura textual.

Y cuando el momento es propicio –que casi siempre lo es--  traemos del pasado experiencias significativas, las más de las veces con matices negativos, de fracaso o desilusión, de experiencias en las que el trabajo realizado no ha rendido los frutos esperados. Aunque hay que decirlo, este es uno de los momentos más productivos del taller, pues estas divagaciones, estas viciosas digresiones catárticas tan socorridas en las juntas de maestros, nos ofrecen un momento para hacer escuchar nuestra voz ante quien tiene el poder y la autoridad, aunque solo nos escuche y nunca nos atienda, una oportunidad de externar lo que en otro momento no podemos decir.

Si, el último año el TGA ha sido recortado, comprimido a dos sesiones, coordinado por un compañero maestro que lo ha hecho por vez primera a pesar de llevar más de quince años en la escuela. Ha perdido una pizca más de sentido y ganado otra de aburrimiento.

Hoy ya no tenemos más TGA, pero mes a mes tenemos CTE... ojalá no corra con la misma suerte!!!





El maestro Roberto.

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