¿Se acuerdan de esto? Sí, talleres generales de
actualización, ¡otra vez! Sí, como cada año al inicio del ciclo escolar.
La pregunta de todos los que estamos
sentados en esta aula parece ser ¿por qué nos aburrimos en estos cursos? y
después de quince, veinte o más ciclos escolares parece que tenemos una sólida
respuesta. Los talleres generales de actualización (TGA) nos sirven de muy poco
pues carecen de rigurosidad y han perdido significado, sentido, entre los
maestros.
Los hacemos tan a la carrera que
pronto se nos extravían sus propósitos y finalidades. ¿A poco no ha pasado en
su escuela que un taller planeado para tres días de trabajo --o tres sesiones
si se quiere-- termina, por decisión
unánime --o por disposición de la
dirección o de la inspección-- en dos
sesiones maratónicas en las que se compactan las tres programadas? Eso tiene su
precio y seguramente la factura se endosará a la calidad y profundidad de lo
trabajado.
Los TGA son coordinados por maestros
de la misma escuela. Todos sabemos lo que esto significa. Nuestro compañero,
seguramente se preparó a unos días de “multiplicar el curso”, no tenía guía
pues casi siempre llegan con el primer día de trabajo o después, si es alguien
que lo ha hecho antes –los caballitos de batalla-- pensamos, otra vez él y si es un maestro que
no lo había hecho, la presión por
dirigir a sus propios compañeros es enorme y se ve reflejada en la inseguridad
con que se conduce --siempre cuidando
sus palabras, cuidando su imagen, tratando de no enfrentar a la clase docente
con la clase directiva--, temeroso de lo que dirán sus colegas, esos a los que
ve todos los días y que difícilmente critican su trabajo o hablan mal de él. Su
mente, en los días previos --y aún
durante las sesiones-- se entretiene, o
más bien se distrae, en preguntas como si ¿le harán caso?, ¿seguirán sus
instrucciones? o simplemente le darán el avión, como dice un chico de segundo.
La inseguridad se le ve en la cara, se le escucha en la voz…
Para desarrollar la guía en dos
sesiones con apenas un reducido tiempo extra a lo planeado, hay que recortarla,
compactarla para que el tiempo alcance. Así, varios contenidos van quedando
fuera y la secuencia del trabajo se va recortando, perdiendo, difuminando y a
veces, extraviando por completo. Esos recortes dependen mucho de quien dirige
el taller y hay que hacer un acto de fe para que sus decisiones no afecten el
propósito general de estos tres días de trabajo, perdón, digo, de estos dos
días de trabajo.
Buena parte del tiempo repetimos como
pericos las guías que nos entregan, pues no tenemos tiempo de profundizar en
los textos, de ana lizarlos, de
buscar implicaciones, de reflexionarlos y encontrar sus fundamentos. Nos
quedamos solo con la lectura textual.
Y cuando el momento es propicio –que
casi siempre lo es-- traemos del pasado
experiencias significativas, las más de las veces con matices negativos, de
fracaso o desilusión, de experiencias en las que el trabajo realizado no ha
rendido los frutos esperados. Aunque hay que decirlo, este es uno de los
momentos más productivos del taller, pues estas divagaciones, estas viciosas digresiones
catárticas tan socorridas en las juntas de maestros, nos ofrecen un momento
para hacer escuchar nuestra voz ante quien tiene el poder y la autoridad,
aunque solo nos escuche y nunca nos atienda, una oportunidad de externar lo que
en otro momento no podemos decir.
Si, el último año el TGA ha sido recortado,
comprimido a dos sesiones, coordinado por un compañero maestro que lo ha hecho
por vez primera a pesar de llevar más de quince años en la escuela. Ha
perdido una pizca más de sentido y gana do
otra de aburrimiento.
Hoy ya no tenemos más TGA, pero mes a mes tenemos CTE... ojalá no corra con la misma suerte!!!
El maestro Roberto.
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