El receso de verano siempre me ha dado
la oportunidad de disponer de una buena cantidad de tiempo para realizar muchas
actividades. El anterior me lo pasé terminando la tesis de grado que había
venido trabajando “a cuenta gotas” los fines de semana
y periodos vacacionales. Por fin en esas cinco semana s
pude darle gusto a mi director de tesis
--quiero decir, por fin he terminado la tesis--.
Así que en éste, con título en mano,
más de diez años de servicio y muchas gana s,
me he propuesto inscribirme en un postgrado, con la idea de dedicar un tiempo a
la formación seria que me permita estar al día y prepararme mejor. He pensado
en una especialidad o, si las cosas marchan bien, en una maestría...
Cuando me he tomado el tiempo de mirar
con detenimiento la oferta educativa de postgrados, la verdad he quedado
mareado. Programas hay, como chinos en China, tal vez no tantos, pero hay una
muy buena cantidad, así que elegir sería la primera tarea difícil.
Y digo difícil pues no solo se trata
de gustos y preferencias, además hay que tomar en cuenta que el programa tenga
validez oficial, que esté en la lista de los postgrados con valor
escalafonario, y algo muy importante, que sea de calidad. Digo, invertir dos o
tres años de trabajo para un pobre resultado, como que no tiene mucha razón de
ser.
En esta búsqueda me encontré con
muchas ofertas. Las unas muy buenas en el papel, pero muy malitas en la
realidad, habría que ver las instalaciones y… aún están en trámite para la
validación oficial –argumento de otras tantas y que solo refleja que en
realidad aún no lo tienen-- ¡Cuidado!
¡Mucho ojo! No sea que después de terminar el programa te digan que aún no lo
tienen pero que seguirán tramitándolo.
Luego encontré otras muy buenas,
programas de excelencia, instalaciones de lo mejor… pero, la mayoría son de
instituciones particulares y los costos… uuhhh, por los cielos. Un semestre
representa siete u ocho meses de sueldo, mi esposa y mis hijas se quedarían sin
comer, sin casa, sin escuela, sin… mejor ahí le dejo.
Para colmo, la oferta del sistema
educativo, es muy pobre. Hay muchos programas sí, pero la mayoría de baja
calidad –algunos compañeros me han dicho que prevalece en ellos la cultura de
la simulación, simulamos que somos estudiantes de postgrado, pero solo hacemos
lo mínimo para cumplir y obtener el papelito… y los puntitos-- y los pocos de calidad demandan tanto del
estudiante que solamente con beca y dedicado al cien por ciento se tendría un
buen desempeño y creo que para obtener ambos se necesita más que el entusiasmo
por prepararse.
En fin, me encuentro con que, como
docentes de educación básica en el sistema oficial, tenemos muy pocas
oportunidades de acceso a programas de calidad, pues el apoyo es muy poco, así
que tienes que buscar por tus propios medios. Traducido sería algo como,
estudia, pero debes seguir trabajando aun cuando el postgrado te demande tiempo
exclusivo para el estudio, creo que por ahí va el asunto de la calidad y la
simulación.
Luego, conseguir una beca es
verdaderamente un vía crucis pues dependes de los presupuestos, de haber sido
aceptado en el programa –lo cual implica ya haber pasado por un proceso de
selección que corre por tu propia cuenta--, y de que no haya muchas solicitudes,
pues seguro no alcanza para todos.
Con todo y que estudiar un postgrado
es un verdadero reto, en septiembre empezaré el mío.
El
Maestro Roberto
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