lunes, 21 de septiembre de 2015

De cómo inscribirse a un posgrado y no morir en el intento

El receso de verano siempre me ha dado la oportunidad de disponer de una buena cantidad de tiempo para realizar muchas actividades. El anterior me lo pasé terminando la tesis de grado que había venido trabajando “a cuenta gotas” los fines de semana y periodos vacacionales. Por fin en esas cinco semanas pude darle gusto a mi director de tesis  --quiero decir, por fin he terminado la tesis--.

Así que en éste, con título en mano, más de diez años de servicio y muchas ganas, me he propuesto inscribirme en un postgrado, con la idea de dedicar un tiempo a la formación seria que me permita estar al día y prepararme mejor. He pensado en una especialidad o, si las cosas marchan bien, en una maestría...


Cuando me he tomado el tiempo de mirar con detenimiento la oferta educativa de postgrados, la verdad he quedado mareado. Programas hay, como chinos en China, tal vez no tantos, pero hay una muy buena cantidad, así que elegir sería la primera tarea difícil.

Y digo difícil pues no solo se trata de gustos y preferencias, además hay que tomar en cuenta que el programa tenga validez oficial, que esté en la lista de los postgrados con valor escalafonario, y algo muy importante, que sea de calidad. Digo, invertir dos o tres años de trabajo para un pobre resultado, como que no tiene mucha razón de ser.

En esta búsqueda me encontré con muchas ofertas. Las unas muy buenas en el papel, pero muy malitas en la realidad, habría que ver las instalaciones y… aún están en trámite para la validación oficial –argumento de otras tantas y que solo refleja que en realidad aún no lo tienen--  ¡Cuidado! ¡Mucho ojo! No sea que después de terminar el programa te digan que aún no lo tienen pero que seguirán tramitándolo.

Luego encontré otras muy buenas, programas de excelencia, instalaciones de lo mejor… pero, la mayoría son de instituciones particulares y los costos… uuhhh, por los cielos. Un semestre representa siete u ocho meses de sueldo, mi esposa y mis hijas se quedarían sin comer, sin casa, sin escuela, sin… mejor ahí le dejo.

Para colmo, la oferta del sistema educativo, es muy pobre. Hay muchos programas sí, pero la mayoría de baja calidad –algunos compañeros me han dicho que prevalece en ellos la cultura de la simulación, simulamos que somos estudiantes de postgrado, pero solo hacemos lo mínimo para cumplir y obtener el papelito… y los puntitos--  y los pocos de calidad demandan tanto del estudiante que solamente con beca y dedicado al cien por ciento se tendría un buen desempeño y creo que para obtener ambos se necesita más que el entusiasmo por prepararse.

En fin, me encuentro con que, como docentes de educación básica en el sistema oficial, tenemos muy pocas oportunidades de acceso a programas de calidad, pues el apoyo es muy poco, así que tienes que buscar por tus propios medios. Traducido sería algo como, estudia, pero debes seguir trabajando aun cuando el postgrado te demande tiempo exclusivo para el estudio, creo que por ahí va el asunto de la calidad y la simulación.

Luego, conseguir una beca es verdaderamente un vía crucis pues dependes de los presupuestos, de haber sido aceptado en el programa –lo cual implica ya haber pasado por un proceso de selección que corre por tu propia cuenta--, y de que no haya muchas solicitudes, pues seguro no alcanza para todos.

Con todo y que estudiar un postgrado es un verdadero reto, en septiembre empezaré el mío.





El Maestro Roberto

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