El
siglo XVIII trajo consigo el inicio de la educación institucionalizada y
dirigida por el Estado. Esta al iniciarse presenta diferentes matices, quizá
por la falta de preparación y de no
existir un modelo que pudiera hacer funcionar la tarea de preparar un sistema
social que atendiera a los ciudadanos en lo educativo, de ahí que en la mayoría
de los casos, al iniciarse el siglo XIX aún no existía una estabilidad
educativa.
Tres son las
constantes que se presentan desde finales del siglo XVIII y principios del
siglo XIX y que se extendieron hasta finales del siglo, estas constantes son la
utilización de un método que fuera acorde con las necesidades del país
naciente, de estos métodos existieron, el tradicional, el método mutuo, el
deletreo, el lancasteriano hasta llegar a la propuesta positivista; otra
constante, se encuentran los personajes que tenían en sus manos la posibilidad
de educar, esta se disputaba entre la Iglesia, el Estado y los particulares,
poco a poco se fueron definiendo algunas líneas que se cargaron hacia el Estado
como el protector del precepto de educar, dicha cuestión no es nada simple,
esta tuvo que pasar poco a poco para que el estado se consolidase como el que
debe educar al pueblo, aunque se da cuenta que no puede cubrir al cien por
ciento dicha empresa, acepta que Iglesia y particulares intervengan en su
apoyo. Pero la constante más sobresaliente de este proceso histórico educativo
es el caso de la ideología. En este
último tópico se centra el desarrollo de este pequeño escrito, la importancia
de la ideología en el desarrollo de la labor educativa durante el siglo XIX.
Primero,
al principio el siglo XVIII el sistema colonial había imperado y, obviamente,
había transmitido una forma de pensar a los súbditos de la Nueva España;
después del movimiento de Independencia, se inicia todo el proceso de lograr
construir un sistema que apoyara el desarrollo del México independiente por
ello se vio la necesidad de proponer que la educación fuera obligatoria para
evitar el analfabetismo que existía en nuestro país, entre las clases mas
desfavorecidas.
La
época colonial había dado muestra de que el pobre no tenía derecho a la
educación, después de la Independencia este pensamiento trato de ser erradicado,
para ello se proclamaron algunas leyes pues se creía que “la educación, [...], no
debía ser de adopción libre por los individuos, ya que era una necesidad
social...”[1].
La
obligatoriedad en México se considera entre los años de 1836 y 1850[2]. Además
de erradicar este analfabetismo que no proporcionaba una estabilidad para el
florecimiento del nuevo régimen, también se incluyo la ideología como elemento
esencial, tras recibir la influencia de la ilustración que tuvo la necesidad de
cambiar la imagen de la sociedad que tenían los individuos.
Así
los encargados de realizar este proyecto influyeron por sus ideas para lograr
la implementación de la nueva forma de pensar. De este modo al terminar el
siglo anterior el panorama de la educación en México muestra aspectos
divergentes, por un lado se conservaba el cultivo del pensamiento tradicional,
especialmente en los que se vinculan con la Iglesia e inclusive los
particulares, pero ante esta situación se presenta los nuevos ideales por los
pensadores que proponen como única vía para educar la del pensamiento moderno,
emanado de ideas ilustradas.
Las
nuevas corrientes rompieron con la unidad de los conocimientos humanos en torno
a ideas escolásticas, ahora había que transformar el ideal del hombre en la
sociedad, por ello el nuevo problema en la educación se centro en la búsqueda
de soluciones para los problemas sociales: “el modelo que la enseñanza pública transmite es la del hombre liberal
[...] como base primordial de la
sociedad al hombre-individuo, y en rechazar los valores de la sociedad antigua”[3], dichos
problemas eran reconocer el origen de la autoridad, fundamentar la libertad del
individuo y de los pueblos.
De
este modo, el siglo XIX, en México, se caracteriza por una lucha en el campo
del pensamiento y de la acción, que se manifiesta en dos actitudes
fundamentales: la de aquello que pretenden conservar las estructuras políticas
y sociales que se habían heredado del sistema de vida colonial y la de aquellos
que pretendían que la vida individual y social de los mexicanos se rigiera por
los principios provenientes de algunos países europeos.
De
esto se desprende la idea que Juárez en torno a la uniformidad de la educación:
“Uniformización que pasa por la
progresiva apropiación de la educación por parte del estado, por su control
sobre el contenido de la enseñanza, por la creación de un grupo social, los
maestros de escuela, formado por el Estado...”[4]
Lo
anterior trajo consigo otra lucha, por un lado, los hombres que quieren borrar
la tradición y que se agrupan en torno a la ideología que se llamo Liberalismo
y de su complementaria el positivismo, las cuales se derivan del pensamiento
moderno, y los que quieren conservar lo que existía anteriormente, denominados
conservadores.
Estas
pugnas, dieron mayor énfasis a implementar la ideología, por ello “un gobierno es hijo de un partido con su
programa político y social y puesto que cobró sus títulos en determinados
principios que constatan en sus instituciones como programa y pacto con el
pueblo, la propaganda de esos principios es su deber para consolidarse y
aspirar al progreso”[5], este
pensamiento encierra la problemática en cuestión la educación esta más
impregnada de un pensamiento ideológico que de un pedagógico, durante la etapa
que nos concierne, y quizá también hasta nuestros días.
El
problema ahora es determinar que manera nos encontramos inmersos en este
ambiente ideológico, si somos capaces de descubrir la ideología que utilizamos
en nuestra educación, y esto lo expreso como docente, y como transmisor de una
ideología, y lo dice Francois: “El
maestro de escuela se convierte en el sacerdote de una nueva religión: debe
perfilar ante la imaginación de sus discípulos la divina figura de la patria y
colocarla con fe inquebrantable en el sagrario de la conciencia infantil,
fomentando la religión cívica del patriotismo, que es una agregia y divina
religión””[6],
esta reflexión del papel del docente trae consigo una conclusión del mismo
autor, pues el docente es: “apóstol del
Estado para crear al pueblo, aculturados y aculturadores, los maestros estaban
situados en lugar estrategico el que estallaban todas las contradicciones entre
la sociedad tradicional y el Estado moderno”[7]. Por
ello la preocupación actual es de qué modo participa el docente en esta
ideología, o peor aún una pregunta que debe estar presente en todos aquellos
que tengan en sus manos la labor educativa y que encierra mi preocupación ¿qué
tan consciente está el docente de la ideología que transmite en su labor
educativa?
Gabriel Osnaya Vargas
Maestro en Ciencias de la Educación y
Maestro en Administración
de Instituciones Educativas
[1] NEWLAND, Carlos,
“Educación en Hispanoamérica: desde la independencia hasta la centralización de
los sistemas educ. nacionales” en The Hispanic American History Review, Duke,
University Press, vol. 71 #2, mayo de 1991. Pag. 338
[2] Idem. P. 338.
[3] GUERRA,
Francois-Xavier, México: DEL ANTIGUO REGIMEN A LA REVOLUCIÓN, F.C.E. México,
1988, p. 427-428.
[4]
Idem, p. 418.
[5]
Idem, p. 429.
[6]
Idem, p. 430
[7] Idem, p. 443.
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