lunes, 2 de noviembre de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: el peso de la Formación Cívica y Ética


Hoy me he sentido como seguramente se han sentido los maestros de Español en muchas de las reuniones de evaluación. ¿No les ha tocado escuchar que cuando se aborda el tema de cómo leen y cómo escriben los muchachos de secundaria, inmediatamente se mira a los docentes de español?

En la mayoría de los cuerpos docentes de las escuelas se mantiene la idea de que respecto a estos dos temas, los responsables directos son quienes enseñan Español. De nada sirve argumentar que son todas las asignaturas, y por tanto todos los docentes, quienes tienen que trabajar estas dos habilidades en los estudiantes pues es uno de los propósitos generales del plan de educación básica. A pesar de todo lo que se diga siguen siendo “los de español” quienes deben trabajarlo y lograr que los chicos lean adecuadamente, comprendan lo que leen, escriban con corrección y sepan comunicarse eficientemente.

Pues sí, hoy me tocó a mí y a mis compañeros de “Formación Cívica y Ética”. Les cuento.


Hablábamos del comportamiento de los muchachos en la escuela, de la manera en que se relacionan con sus compañeros, con sus maestros, aún de su conducta fuera del plantel. La conversación ha girado de tal forma que ha sido a nosotros, los maestros “de formación”, a quienes nos han hecho responsables de la manera en que los chicos se conducen –así como les sucede a los de español—, pero no solamente de esto sino también del cambio que deben de operar a fin de presentar una conducta más positiva hacia los demás y hacia la misma escuela. La responsabilidad ha caído en solo dos o tres maestros de una planta de más de cuarenta.

Pareciera que es una asignatura y unos cuantos docentes quienes tienen que resolver una situación que tienen que ver con la crisis de valores que no solamente se vive en el salón de clases, en los pasillos, en las escuelas, en la comunidad en la que se encuentra el plantel, sino que también se vive en las calles y en la vida social en general.

Cuando pasa esto pienso en la asignatura, en sus propósitos, y me doy cuenta que lo que podemos hacer en las aulas no alcanza para lograr lo que ésta se propone. La asignatura tiene una gran cantidad de temas a cubrir que resulta inversamente proporcional a la profundidad y al manejo que le podamos dar durante las dos horas semanales.

Toda la problemática humana de los estudiantes, incluida como temática en el plan de estudios, la formación en la sexualidad y el conocimiento de la normatividad, es un mundo de información difícilmente digerida por los adolescentes.

Más aún, como la asignatura no es propiamente académica como lo es matemáticas o español, por momentos parece más una asignatura de relleno que no tiene el suficiente peso para ser atendida y entendida no solo por la escuela, sino también por los alumnos y padres, su fuerza se disipa y se pierde.

Por otra parte estamos los maestros, un elemento fundamental en la educación y formación de los estudiantes, pues somos los encargados de que se enseñe la cívica y la ética, los valores. ¿Pero los valores se enseñan o se aprenden en lo concreto de la vida, en el modelaje, en el ejemplo?

Si atendemos a esto último, lo concreto de la vida, los maestros tenemos una tarea que va mucho más allá de un campo académico, de un campo de conocimiento, de la simple enseñanza de los valores y no  tendría que ser sólo el maestro de formación cívica y ética el que educa en los valores sino cada uno de los docentes independientemente de su asignatura; ¿acaso los maestros no somos modelo para muchos de nuestros alumnos?




Maestro Roberto

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