Hoy me he sentido como seguramente se
han sentido los maestros de Español en muchas de las reuniones de evaluación.
¿No les ha tocado escuchar que cuando se aborda el tema de cómo leen y cómo
escriben los muchachos de secundaria, inmediatamente se mira a los docentes de
español?
En la mayoría de los cuerpos docentes
de las escuelas se mantiene la idea de que respecto a estos dos temas, los
responsables directos son quienes enseñan Español. De nada sirve argumentar que
son todas las asignaturas, y por tanto todos los docentes, quienes tienen que
trabajar estas dos habilidades en los estudiantes pues es uno de los propósitos
generales del plan de educación básica. A pesar de todo lo que se diga siguen
siendo “los de español” quienes deben trabajarlo y lograr que los chicos lean
adecuadamente, comprendan lo que leen, escriban con corrección y sepan
comunicarse eficientemente.
Pues sí, hoy me tocó a mí y a mis
compañeros de “Formación Cívica y Ética”. Les cuento.
Hablábamos del comportamiento de los
muchachos en la escuela, de la manera en que se relacionan con sus compañeros,
con sus maestros, aún de su conducta fuera del plantel. La conversación ha
girado de tal forma que ha sido a nosotros, los maestros “de formación”, a
quienes nos han hecho responsables de la manera en que los chicos se conducen
–así como les sucede a los de español—, pero no solamente de esto sino también
del cambio que deben de operar a fin de presentar una conducta más positiva
hacia los demás y hacia la misma escuela. La responsabilidad ha caído en solo
dos o tres maestros de una planta de más de cuarenta.
Pareciera que es una asignatura y unos
cuantos docentes quienes tienen que resolver una situación que tienen que ver
con la crisis de valores que no solamente se vive en el salón de clases, en los
pasillos, en las escuelas, en la comunidad en la que se encuentra el plantel,
sino que también se vive en las calles y en la vida social en general.
Cuando pasa esto pienso en la
asignatura, en sus propósitos, y me doy cuenta que lo que podemos hacer en las
aulas no alcanza para lograr lo que ésta se propone. La asignatura tiene una
gran cantidad de temas a cubrir que resulta inversamente proporcional a la
profundidad y al manejo que le podamos dar durante las dos horas semanales.
Toda la problemática humana de los
estudiantes, incluida como temática en el plan de estudios, la formación en la
sexualidad y el conocimiento de la normatividad, es un mundo de información difícilmente
digerida por los adolescentes.
Más aún, como la asignatura no es propiamente
académica como lo es matemáticas o español, por momentos parece más una
asignatura de relleno que no tiene el suficiente peso para ser atendida y
entendida no solo por la escuela, sino también por los alumnos y padres, su
fuerza se disipa y se pierde.
Por otra parte estamos los maestros,
un elemento fundamental en la educación y formación de los estudiantes, pues
somos los encargados de que se enseñe la cívica y la ética, los valores. ¿Pero
los valores se enseñan o se aprenden en lo concreto de la vida, en el modelaje,
en el ejemplo?
Si atendemos a esto último, lo
concreto de la vida, los maestros tenemos una tarea que va mucho más allá de un
campo académico, de un campo de conocimiento, de la simple enseñanza de los
valores y no tendría que ser sólo el maestro
de formación cívica y ética el que educa en los valores sino cada uno de los
docentes independientemente de su asignatura; ¿acaso los maestros no somos
modelo para muchos de nuestros alumnos?
Maestro Roberto
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