miércoles, 4 de noviembre de 2015

Del Archivero: la rebelión en la adolescencia


La adolescencia es una etapa fundamental en el desarrollo del ser humano, a pesar de esto, los estudios sobre la adolescencia siguen siendo mínimos comparados con otros estudios como puede ser el nacimiento, los primeros años, e incluso los estudios referentes a los adultos mayores (geriátricos). En ocasiones los estudios referidos a los adolescentes se limitan a una serie de, aunque bien intencionados, malos consejos sobre la autoridad y sobre todo por la rebeldía. Sin tener claro un fundamento al respecto.

El dr. Manuel Isaías López escribió hace casi 20 años un texto llamado La encrucijada de la adolescencia, y fue publicado por ediciones Hispánicas. En este interesante libro, el autor se dedica a investigar lo más detalladamente posible el proceso de la adolescencia normal. Sin intervenir en las malformaciones patológicas que pueden ser resultado de una adolescencia no resuelta exitosamente. De este libro presento reflexiones en torno al tema de la adolescencia.


De las conductas más preocupantes de la adolescencia, la rebeldía es la más visible y conflictiva socialmente. Evidentemente hay conflictos internos, como puede ser la sexualidad, la autoestima, etc. Pero la agresión desbordada de los adolescentes es un elemento que los padres deben manejar y encausar, y aunque se dice fácil, esto implica inicialmente un desbalance para los padres, y un reto del cual se espera que salgan triunfantes.

Efectivamente el desarrollo del adolescente implica un reto personal para cada individuo, pero inevitablemente los padres, principalmente, se ven involucrados directamente en esta etapa; en otras palabras, también los padres viven la adolescencia del hijo. Por esto es de suma importancia revisar la tolerancia y el manejo que tienen los padres ante la rebelión de sus hijos. Padres tolerantes serán capaces de manejar el estrés que esto provoca, padres intolerantes lucharán irremediablemente hasta ver sometido a su hijo y por lo tanto anulado, generando dependencia en los hijos, o bien generarán resentimientos que serán muy difíciles de superar por parte de todos los involucrados.

¿Por qué son rebeldes los adolescentes? El adolescente está en un momento crucial de su vida, en donde tiene que generar su propia identidad. En la infancia había desarrollado esta identidad en relación con los padres, lo que hasta cierto punto es placentero y retribuye a los padres sentimientos de satisfacción, ya que los padres, generalmente, se vuelven los modelos a seguir. En esta relación de espejo, donde los padres se ven reflejados en sus hijos y viceversa, el conflicto es relativamente llevadero.

En la adolescencia, el individuo busca su propia identidad más allá del ejemplo de los padres, por eso esta búsqueda entra en conflicto con las respuestas que los padres ya estaban acostumbrados esperar en etapas anteriores. El afán de individuación (de volverse realmente individuo) hace que rechace sistemáticamente las reglas y obligaciones que puedan representar para él un sometimiento a sus padres, lo que sería regresar a una etapa anterior, continuar teniendo como referencia a los padres y nunca lograr su individuación.
El oposicionismo se manifiesta en rechazos sistemáticos a consejos u opiniones que les ofrecen los padres. Los que inicialmente se niegan a ser acompañados a la escuela, de pronto denotan una actitud antagónica a las normas familiares y escolares, incluso religiosas. Evidentemente que si el adolescente se encuentra en un ambiente propicio para la explosión de esta agresividad puede llegar a tener episodios que rayan en el bandalismo y conductas antisociales. Curiosamente, algunos padres en lugar de facilitar la individuación, se aferran a no dejar crecer al adolescente, lo que provoca una batalla en la que se desafían por el control.

Aceptar las normas con las que creció cuando infante, implica para el adolescente un retroceso en su independencia. Por ejemplo, se vuelve menos cariñoso con los padres y evita complacerlos, hace chistes crueles y se burla arteramente de ciertas situaciones.

Los padres ya no son los modelos a seguir, y para algunos padres que no están preparados para enfrentar el crecimiento de sus hijos, la experiencia de ya no ser los ideales de los hijos se vuelve en algo sumamente doloroso, pues se sienten no solo desplazados, sino agredidos. Sin querer, no se dan cuenta que este proceso es igualmente doloroso para los hijos.

El adolescente vive un conflicto: por una parte no tiene una identidad definida, pero por otra parte no quiere ya el paradigma de sus padres; entonces recurre al grupo de pares que se encuentran en la misma situación. Para los adolescentes el grupo de amigos cobra gran importancia y se hacen promesas cuasi religiosas que fortalecen la identidad que individualmente no son capaces de generar. Entonces de esta manera se sienten independientes, paradójicamente dependiendo de su grupo.

La realidad hace regresar al adolescente a casa, y este re-encuentro con los padres puede ser vivido como una terrible derrota, o bien como la oportunidad de demostrar sus avances de independencia, en este momento la retroalimentación de los padres es sumamente importante. Tarde o temprano el adolescente se desencantará del grupo de pares y valorará las relaciones individuales, así como los puntos de vista de los padres. Este proceso es distinto en cada individuo y produce incomodidades emocionales a veces intolerables para el mismo adolescente.

Los adolescentes son en ocasiones soberbios y tienen una falsa autoestima en la que se sienten casi omnipontentes, pero que es solamente la expresión de su inseguridad. Precisamente por esto los chicos necesitan límites y un principio de autoridad como puntos de referencia. Por lo mismo los padres tienen que ser capaces de evaluar las reglas y la conducta del adolescente para valorar los castigos y las consecuencias que tendrán los chicos por sus acciones.

La tendencia a mentir se presenta con relativa frecuencia durante la adolescencia, y se acrecienta si se combina con la rebeldía. La tendencia a mentir no se inicia en la adolescencia, se cultiva desde la infancia, precisamente por esto es importante limitar todo reforzador a mentir que se genere en la edad temprana. Evidentemente el mentir es una actitud socialmente reprobada y que es sumamente dañina en la vida psíquica. Una cosa es que el adolescente no diga, no comparta y comunique, y otra es que mienta. El no compartir parte de la vida emocional es una necesidad del adolescente; la mentira es producida por la ingerencia de los padres al exigirle una información que él ha de evitar comunicarles. “Si unos padres saben que su hijo está incurriendo en una conducta inaceptable, es preferible que se lo digan, manifestándole su desaprobación o imponiéndole una sanción. Si en lugar de decirle, le preguntan, se propiciará la mentira. No es posible que los padres puedan ya, cuando el hijo ha llegado a la adolescencia, controlar toda su conducta. Los padres podrán prohibir determinada conducta en presencia de ellos, pero es inútil, desde el punto de vista formativo, prohibir determinada conducta cuando su hijo se encuentra fuera del alcance de su vigilancia, ya que la prohibición será transgredida y también se propiciará la mentira”. Un adolescente tendrá que poner a prueba la validez de sus valores y de las enseñanzas que ha recibido.

“Sin duda el papel de los padres es el de estar ahí, representando al sentido de realidad y a los valores estéticos y morales que, en la adolescencia, ya debieron haber sido introyectados. El papel de los padres es estar ahí, en la arena del crecimiento adolescente, para que el hijo pueda cuestionar sus actitudes y para servir de punto de referencia en la búsqueda que ha de ejercer para encontrar sus valores y realidades propios. Los padres no pueden partir de la esperanza de que los hijos adolescentes van a actuar de acuerdo a las líneas que consideran adecuadas. Si dan por hecho que esto va a ocurrir, se condenan al fracaso y a la frustración.




Omar Reyes

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