La etapa por la que atraviesa nuestro
país, es de una situación de crisis en los diferentes aspectos de la vida
nacional: crisis económica, política y cultural.
Esta situación de crisis es el punto
de partida de muchas reflexiones que proponen diversas alternativas a estas
problemáticas. La situación es difícil, pero comenzar por plantear ideas,
propuestas y programas que vayan en el rumbo de contribuir a solucionar estos
problemas, es un gran paso.
En la discusión que se está dando a
nivel nacional acerca de los distintos retos que se presentan a los mexicanos,
se encuentra el papel y contribución de la educación al desarrollo justo y
equilibrado que requiere nuestro país.
En este espacio quisiera plantear algunas
reflexiones mínimas que desean contribuir a esclarecer la relación entre
educación y desarrollo de cara al presente siglo. Si partimos del planteamiento
de que la educación debe ampliar la capacidad de participación de los
individuos en la sociedad; podemos constatar que en este momento en el país no
hay un balance entre los egresados de las universidades o institutos superiores
y la posibilidad que tienen para insertarse en el mercado de trabajo.
El enfoque que se ha mantenido en las
últimas décadas en México, acerca de cómo se debe impulsar la educación, sobre
todo en lo que se refiere a las políticas gubernamentales hacia el sector
educativo, podemos constatar que se ha pasado del populismo inconsciente de los
años sesenta y setenta al enfoque competitivo y especulativo que plantea el
neoliberalismo a partir de la década de los ochentas.
El balance que podemos sacar de estas
últimas décadas, en relación con la política hacia el sector educativo, es que
la educación ha sido aplicada con una orientación antidemocrática y que esto ha
contribuido a ampliar las diferencias sociales a lo largo y ancho del
territorio nacional.
El elemento educativo está íntimamente
ligado a los económicos, políticos y culturales, de allí que se plantea que es
verdad que la educación no es suficiente
para salir del atraso, que no basta para acceder rápidamente a puestos
de trabajo, pero sí puede impactar en la disminución del crecimiento
poblacional, en la mayor participación política y social de los mexicanos.
Fernando Savater al referirse al papel
que juega la educación en el desarrollo de las personas y los países menciona
que “Los enemigos de la democracia, es decir, el mayor problema que tiene la
democracia es la conjugación de la miseria con la ignorancia” (Savater, 2005).
De todo esto deducimos que lo que se
requiere en México es un modelo distinto de desarrollo, que sea menos
excluyente, donde existan oportunidades de participación en las diferentes
esferas de la vida nacional, sin el temor de quedar fuera de las transformaciones
que vive el país.
El Estado debe vigilar que junto al
avance tecnológico vaya aparejado el derecho al “trabajo” y al “empleo”;[1] ya que
ante la tecnificación de la industria y de las empresas, en la búsqueda de
mayor eficiencia, se desplaza a las personas de sus puestos. Sin importar las
consecuencias económicas, psicológicas y sociales que pueda traer dichas
medidas (Sennet, 2006).
Una nueva propuesta de desarrollo
debería contemplar el florecimiento de las capacidades humanas (Boltvinik, 2007)
también asegurar nutrición y salud propicias, disponer de vivienda digna y
sobre todo poder utilizar y aplicar los conocimientos en una actividad
concreta. Se debe ampliar las oportunidades para que la gente pueda elegir que
hacer. La promoción de todo esto le corresponde al Estado: brindar a los
ciudadanos oportunidades que les ayuden a conseguir su bienestar y el de su
familia.
Tener muchos conocimientos no es
suficiente, se tiene que dar la posibilidad de ponerlos en práctica, de allí
que sólo cuando la educación y la formación coinciden con las oportunidades de
conseguir empleo, se puede decir que están sentándose las bases de un
desarrollo justo y equitativo.
Debemos entender que
educar es ampliar la capacidad de inserción y de participación en la sociedad y
en la cultura. El proceso educativo no se reduce en acumular información vacía,
sino, más bien en comunicar un método
para hacer más inteligible, más comprensible el mundo. Los conocimientos
adquiridos deben ser significativos, deben tener una utilidad. Si lo vemos
desde las comunidades marginadas, la
educación representa un vehículo para conectar al pequeño universo aislado con
el mundo exterior. Los métodos pedagógicos tienen que relacionarse, imbricarse
estrechamente con el contexto donde viven niños y jóvenes, contribuyendo con
esto a un aprendizaje activo que enseñe,
sobre todo, a aprehender, es decir, no sólo memorizar, sino a relacionar los
conocimientos adquiridos en la escuela, con su mundo cotidiano y que los ayude
a resolver los problemas que se les presentan.
Se debe pasar de los
simples deseos a impulsar la educación como un elemento que contribuya a la
democracia, es decir, a la participación activa de los individuos como
verdaderos sujetos de su propio desarrollo y que dejen de ser dependientes de
los programas asistenciales o de combate a la pobreza. La educación debe ser un
factor decisivo en toda idea de desarrollo; debe estar íntimamente ligada a la
comunidad y sus dinámicas, sólo así se logrará acabar con las desigualdades.
La educación debe ser
concebida como un ingrediente fundamental de las políticas públicas encaminadas
a promover un verdadero desarrollo; pero esto sólo funcionará si las políticas
económicas tienen un marcado acento en la búsqueda del bienestar social.
Debemos concebir por
ello a la educación como un elemento decisivo en la formulación de un proyecto
nacional incluyente y democrático.
Hoy se lucha por la
democracia electoral; es decir, que se respete la voluntad ciudadana, para que
pueda dejarse atrás el sistema autoritario en la forma de gobernar en México;
pero en este recorrido también se debe buscar que los mexicanos estén bien
alimentados y educados, pues la democracia política sin la democracia social es
insuficiente para construir un país más igualitario y justo.
Biliografía
Boltvinik
Julio (2007) “De la pobreza al florecimiento humano: ¿teoría crítica o utopía?”
Revista Desacatos Núm. 23 Enero-abril, México.
Sennet
Richard (2006) La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del
trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama. España.
Savater
Fernando (2005) Conferencia Magistral. Foro Internacional “Educación, política
y desarrollo”, dentro de la Feria Internacional del libro Universitario de la
Universidad Veracruzana del 12 al 14 de Septiembre de 2005.
Manuel Hernández Pérez*
Sociólogo e historiador.
Profesor de la Facultad de Sociología-
SEA de la Universidad Veracruzana
[1] Entiendo el término trabajo
como la posibilidad de toda persona a realizar labores en sus espacios donde
viven o se desarrollan: campesinos, comerciantes, amas de casa, obreros, etc;
es decir, que cuenten con las capacidades e instrumentos que les permitan
desarrollar sus vidas plenamente y en relación al término empleo, lo entiendo
como la posibilidad de que el Estado ofrezca los medios y recursos para que los
nuevos profesionistas se incorporen al mercado de trabajo en el país y no
tengan que migrar o dedicarse a otras actividades ajenas a lo que estudiaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario