lunes, 9 de noviembre de 2015

Del archivero: el adolescente y la escuela


No es tema nuevo la continua problemática que el adolescente enfrenta ante la realidad escolar. El adolescente está internamente en un proceso de diferenciación, madurez y autoconcepto, además a estos conflictos hay que agregarle salir bien en la escuela. Son muchos los aspectos que el adolescente tiene que atender; y es hasta hace relativamente poco que las escuelas han tomado un papel activo en este plano. Todavía en nuestro país, en algunos centros educativos la preocupación principal es llenar al alumno de datos, sin tomar en cuenta otros aspectos de su vida.

El dr. Manuel Isaías advierte que el aspecto cognoscitivo se refiere no sólo al ejercicio de funciones mentales que alcanzan progresivamente, durante la adolescencia, un alto grado de diferenciación. Las funciones psicológicas de percepción, pensamiento, juicio, etc. (funciones cognoscitivas, funciones de la esfera libre del yo) son definitivamente enriquecidas durante la adolescencia, al adquirir la nueva dimensión que les da la abstracción (pensamiento abstracto, pensamiento operacional formal), son definitivamente enriquecidas durante la adolescencia. Esta afirmación necesita ser puntualizada y matizada, puesto que muchos adolescentes, sobre todo en la secundaria, no han alcanzado un pensamiento abstracto propiamente dicho, y su preocupación principal es la inmediatez.


Respecto a la escuela sabemos que antes de la adolescencia el proceso de aprendizaje se caracteriza por relativo concretismo y memorización; y esto tiene que ser así, pues el niño está madurando su cerebro y la información que adquirirá necesita quedarse grabada, en ocasiones el niño aprende cosas que son adquiridas acríticamente, y puede repetirlas y reproducirlas sin mayor cuestionamiento.

Por el contrario al adolescente no solamente no le da la gana memorizar, sino que le es relativamente difícil por la movilidad que adquiere el aparato psicológico y que es altamente distractora de su atención. El chico nota, y desde luego sus maestros, que mucha información que recibe es rápidamente olvidada. Esto se explica con base en que, ahora, el aprendizaje ha de efectuarse a través de asociación (o incorporación) de datos (unidades preceptúales) a esquemas conceptuales que en la adolescencia temprana aún no se han establecido. Al no encontrar acomodo en un esquema conceptual, la información es suprimida.

Por eso es importantísimo modificar las metodologías de enseñanza en esta etapa. El conocimiento práctico y relacionado a las otras áreas de la vida tendrá más significado para el adolescente que los conocimientos aislados. Sistematizar el conocimiento, es decir que el adolescente lo entienda como un sistema, será más beneficioso que mantener aislado el conocimiento en su área respectiva.

Sin embargo, En el curso de la adolescencia los esquemas conceptuales se desarrollan progresivamente, a expensas de información que el presente y el pasado ofrecen en unidades perceptuales.

Los olvidos frecuentes de los adolescentes realmente llegan a desesperar a los profesores, pero estos no necesariamente son causados por conflicto (aunque pueden serlo). Más frecuentemente son resultado de la nueva modalidad de funcionamiento mental que, durante la adolescencia, es errático, aunque, a través del proceso mismo, se organiza progresivamente, tornándose, asimismo, más efectivo en cuanto al procesamiento de la información.

En la adolescencia temprana, para el proceso de aprendizaje, los chicos intentan hacer uso de sus funciones cognoscitivas en la forma que les ha sido familiar. Tratan de memorizar datos y con esto obtienen un resultado parcial. Cuando se enfrentan a materias escolares que exigen una capacidad de abstracción, como, por ejemplo, las matemáticas, sus recursos acostumbrados son ya insuficientes y se verán obligados a aprender la utilización de las funciones de abstracción recientemente adquiridas, si es que ya se han desarrollado. De otra manera, se presentarán problemas en el aprendizaje, y aquí es donde muchos adolescentes empiezan a odiar las matemáticas y desgraciadamente este sentimiento queda marcado en el resto de su vida académica. Por otra parte, nuestro sistema escolar no ha hecho nada para que nuestros jóvenes se convenzan de las bondades de las matemáticas. Es una pena que en nuestro país las matemáticas no tengan el impacto necesario desde el inicio, lo que provoca un efecto dominó en etapas posteriores, del cual nuestros jóvenes ya no se levantan; y como profesores e instituciones debemos asumir nuestra responsabilidad.

En ocasiones el chico no entiende la materia y da la impresión de tener problemas de atención o de concentración. Hasta recientemente, este problema se presentaba con frecuencia, y aún actualmente se presenta, cuando los chicos son expuestos prematuramente a materias que exigen funciones cognoscitivas que aún no se han desarrollado. He aquí una fuerte crítica a todas las instituciones de “estimulación temprana”. ¿Para qué queremos estimular pronto a los jóvenes? Pareciera que nos urgiera que crecieran para que como padres nos podamos deshacer pronto de ellos. Pero ese no es el camino natural. Lo normal es que el niño y los adolescentes desarrollen sus capacidades adecuadamente antes de llenarlos de datos.

A nivel de educación secundaria y preparatoria, la información que el medio escolar ofrece recae en diferentes modalidades de funcionamiento cognoscitivo y, por lo tanto, adquiere distinta utilidad al servicio del desarrollo del aparato psicológico en su totalidad. Lo que antes era aprendido sin chistar, ahora es cuestionado y utilizado en contra de los mismos profesores, los adolescentes evalúan el conocimiento (desde su jerarquía de valores) que los maestros les imparten y ellos deciden qué es lo “importante” y qué no. Es decir, el adolescente es ahora más activo a la información que recibe.

El entrenamiento de los profesores en el área psicológica es fundamental. La nueva dimensión que adquiere el aparato psicológico en el adolescente, no solamente se pone al servicio del aprendizaje formal, sino que adquiere un papel fundamental en el desarrollo de la personalidad en forma global, donde toda la persona del individuo se ve involucrado. Específicamente, estas funciones se traducen en la capacidad de juicio y de autocrítica que determinan la cristalización de la identidad.

La actuación del maestro, enfocada al aprendizaje formal, asiste al alumno en la mejor utilización de sus funciones cognoscitivas para ponerlas al servicio de dicho aprendizaje formal que, a su vez, se pone al servicio del desarrollo global de la personalidad. Esta es la parte formativa del medio escolar y, específicamente, de la labor del maestro. El maestro coadyuva al adolescente a generar una integración de todo su aparato psíquico.

Las vicisitudes en el desarrollo de la identidad: identificación con la figura parental del mismo sexo, ansiedad producida por la regresión obligatoria a los vínculos afectivos tempranos, ansiedad en torno a la incorporación de la identidad sexual y al enfrentamiento con la propia sexualidad, etc., son afectadas en el movimiento entrelazado de todas las líneas del desarrollo y específicamente por el desarrollo y organización de los esquemas conceptuales y de la utilización del pensamiento abstracto.

Como podemos inferir, es muy amplia la diversidad de problemas del desarrollo del aparato psicológico que afectan el aprendizaje del adolescente y que se manifiestan muchas veces en déficit de la concentración y de la atención. Otras veces se manifiestan en desgano y desinterés por el estudio. En agresión a las figuras de autoridad, depresión, etc. Por otra parte el déficit de desarrollo de las funciones cognoscitivas afecta el proceso normal de individuación del adolescente, dando por resultado ansiedad y defectos en el desarrollo del juicio crítico, y por lo tanto, de su identidad y ubicación en la realidad.

A nivel de actuación en la esuela, siguiendo la experiencia de Peter Blos (1946), los adolescentes que presentan problemas en el medio escolar se pueden clasificar en la siguiente forma: 1) el estudiante que no puede estudiar y se queja de dificultades para concentrarse; 2) el estudiante que es solitario y no puede hacer amigos, 3) el estudiante que es temeroso de los exámenes y que no puede hablar en clase; 4) el estudiante sin propósitos ni metas vocacionales, 5) el estudiante evasor, obstruccionista habitual y que siempre se queja de todo; 6) el estudiante en conflicto agudo con su familia, 7) el estudiante con defectos físicos y 8) problemas especiales.

Las funciones que tiene la escuela en el desarrollo global del adolescente son mucho más extensas que el mero proceso de aprendizaje que se realiza en su seno. El medio escolar se ve involucrado en la inmensidad de fenómenos emocionales que implica el proceso adolescente y que se entrelazan con su crecimiento y con su aprendizaje. Cualquier desviación en cualquiera de las líneas de desarrollo afecta y repercute en el desarrollo global. La detección oportuna y el entendimiento de las alteraciones del desarrollo permiten un manejo que hace a las funciones de la escuela propicias al desarrollo de cada caso en particular, ya que la movilidad y plasticidad del desarrollo adolescente originan que el mismo adolescente presente problemas de orden académico en un semestre y problemas sexuales o vocacionales en otro.

Los profesores ocupan un lugar sumamente importante en la formación del niño y del adolescente, y el efecto que su actuación ejerce en los movimientos decisivos que toma el desarrollo es determinante. Esto último es particularmente cierto si nos referimos a su función como figuras disponibles para el desarrollo de identificaciones y de inversiones emocionales provenientes de la vida anterior de los menores.

Desgraciadamente en nuestro país pocas son las escuelas que cuentan con un departamento psicopedagógico. Sabemos que la inclusión de servicios de orientación psicológica en las escuelas ha facilitado las labores del medio escolar, sobre todo en lo que se refiere al papel formativo que tiene la función educacional. Cuando los problemas que se presentan en la escuela se han derivado de conflictos internalizados, la detección oportuna que se puede realizar en el medio escolar determina una intervención psicoterapéutica adecuada y una motivación del adolescente y su familia para aprovecharla.

Para saber más:
Este artículo está basado en el texto de Isaías López, Manuel, La encrucijada de la adolescencia, Editorial Hispánica, 1990.




Omar Reyes

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