Estas estadísticas representan, para
los administradores de los planteles educativos, una forma de enlistar a las escuelas
secundarias bajo criterios como reprobación, deserción y aprovechamiento
escolar y para los docentes una oportunidad de reflexión sobre los resultados
de su práctica docente.
De entre las 19 escuelas que forman su
sector, la del maestro Roberto ocupó el último lugar en reprobación, con un
30.65 %. La noticia, en la primera reunión de maestros en el nuevo ciclo
escolar, alarmó a más de uno, es un porcentaje muy alto pensó Roberto.
Al poner más atención en los números
se ha dado cuenta que hay que ver con cuidado y con reserva este atemorizante
30.65 %. En ese porcentaje, según lo visto por Roberto, está incluida no solo
la reprobación sino también la deserción y el ausentismo (entendidas como los
alumnos que han abandonado la escuela y aquellos que constantemente faltan). La
pregunta llegó a la mente del maestro Roberto: ¿qué representa entonces ese
30.65%? ¿representa que 30 de cada 100 de los alumnos verdaderamente están
reprobados? Sí y no.
Sí, porque verdaderamente 30 alumnos
de cada cien han reprobado al menos una materia de las nueve que llevan en un
ciclo escolar. ¡Ahhh! Entonces ese porcentaje corresponde a la reprobación de
alumno materia, es decir, que de todas las materias cursadas por la totalidad
de alumnos –que son muchas si se tiene en cuenta que son 398 estudiantes que
llevan entre nueve materias, algo así como 3 582--, entonces ese 30.65% de
reprobación tiene un sentido muy particular: que 119 del total de alumnos de su
escuela reprobaron, al menos una materia, pero ¿todos ellos reprobaron el curso?
¿los 119 no han sido promovidos al grado siguiente? ¿no sería más útil un
porcentaje por asignaturas que uno general? Tal vez lo más apropiado sea tomar
este porcentaje por asignatura, tendría más significado que un porcentaje
general que no alcanza a explicar matices importantes, pues cuando se habla de
la reprobación en una escuela es este el porcentaje de referencia, pensó el
maestro.
No, porque ese 30.64 % no representa
cabalmente la idea de reprobación como “no promoción” al curso siguiente, puesto
que de los 119 alumnos que reprobaron una materia sólo 26 no pasaron al
siguiente grado. Esto es que solo el 6.53% del total de alumnos de la escuela reprobaron
el curso escolar. Otra razón para ver con recelo ese porcentaje. Así, en rigor,
el porcentaje real de reprobación de la escuela al final del ciclo escolar es de
apenas del 6.53%. Muy lejos del 30.65% tomado como referencia para el inspector
del sector y seguramente para la Secretaría.
Pero además, observó el maestro
Roberto, también se ha incluido en ese porcentaje la deserción y ausentismo de los
alumnos. Inmediatamente vino a su mente el caso de Ana, aquella chica que ya no
asistió al último período y a la que los maestros de la escuela debieron
asentarle calificación –cinco, según la normatividad—a las nueve materias que
cursaba, y de los otros tantos casos similares. Esto quiere decir que las bajas
de todo el año son tomadas en cuenta para sacar el porcentaje pues se obtiene a
partir de la inscripción. El maestro Roberto tomó sus cosas, se fue un tanto
más tranquilo, con su nuevo horario en las manos y con la esperanza de que este
año sea mejor que los anteriores.
PARA RECORDAR:
A PROPÓSITO DE
EVALUACIONES
Los últimos meses hemos
escuchado y leído los muchos comentarios y afirmaciones de la crisis por la que
pasa la escuela secundaria, algo que tal vez muchos docentes conocíamos ya
desde hace mucho tiempo, pero ¿de dónde salieron los diagnósticos que han hecho
desatar una escrupulosa observación a esta etapa de la educación básica?
Uno de ellos, posiblemente
el que más eco ha tenido, surgió de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), quien desde el año 2000 inició un programa de
evaluación global de los resultados alcanzados por los sistemas educativos de
sus países miembros llamado PISA (Programa Internacional de Evaluación de los Estudiantes).
Entre los países miembros se encuentra México.
El propósito de este
programa ha sido medir y comparar los conocimientos, aptitudes para la vida y
actitudes hacia el aprendizaje de los estudiantes de quince años de los 28
países miembros y de otras cuatro naciones invitadas.
Todos sabemos que México
ocupó el lugar 31 de los 32 evaluados, que aunque fue el más alto para los
países latinoamericanos, no es un buen resultado para nuestro sistema educativo
nacional y sí un buen parámetro para analizarlo.
Un aspecto importante del
informe es que relaciona el índice de calidad de vida como una influencia
importante en la calidad de la educación.
Así, según esta evaluación, los países
con más altos resultados son aquellos cuyas acciones han reducido notablemente
las diferencias socioeconómicas entre su población; un aspecto que debería ser
considerado seriamente por la Reforma Integral de la Educación Secundaria
(RIES).
Como parte de la exploración del programa
tiene que ver directamente con el desempeño de los estudiantes en aspectos como
lectura, matemáticas y ciencias, aporta un buen referente para conocer las
habilidades básicas de los estudiantes evaluados.
Otro aspecto que llama la atención, es
que destaca el hecho de que en casi 14 países más de la cuarta parte de los estudiantes
no asumen una actitud positiva hacia la escuela y que ésta es un lugar al que
no quieren ir. Actitud que cada día se hace más notoria en nuestras escuelas,
los estudiantes no muestran una motivación interna por el estudio, muchos
asisten solo porque tienen que hacerlo.
Finalmente habría que insistir en que lejos
de evaluar conocimientos o la disposición de información en los estudiantes,
como muchos podríamos pensar, el programa PISA trata de averiguar si los
estudiantes poseen la preparación, los elementos necesarios para enfrentar el
futuro, si tienen la capacidad de análisis, razonamiento, habilidades
comunicativas y si todas estas actitudes y capacidades les permitirán seguir
aprendiendo.
Maestro Roberto
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