viernes, 7 de agosto de 2015

Las reflexiones del maestro Roberto: lengua viva o una jaula de palabras

Seguramente como yo, ustedes han estado alguna vez haciendo espera en alguna sala, un banco, un consultorio o en la fila de las tortillas. En uno de estos lugares –que seguramente no en la fila de las tortillas--, para tratar de invertir provechosamente el tiempo, que irremediablemente tendría que pasar ahí y muy a mi pesar, tomé una revista que hojee inadvertidamente hasta que sin quererlo me topé con un encabezado que me atrapó: “una jaula de palabras”.
 ¿Sabían ustedes que el uso del lenguaje en la televisión, se limita a tan solo cuatrocientas palabras?

¡Vaya pobreza! y si se piensa que buena cantidad de gente –muchos de mis alumnos y sus padres, y hasta mis compañeros maestros… afortunadamente yo sólo los domingos-- pasan horas frente al televisor, resulta entendible que la tendencia señale que en un futuro no muy lejano nuestro lenguaje sea aún más pobre.

 

Por otro lado, si consideramos que en un diccionario de la lengua española –uno escolar para no vernos tan mal y de primaria para suavizar más el asunto—tenemos acceso a cuando menos 25 mil palabras con más de 80 mil significados o acepciones, la dimensión de esta pobreza del lenguaje se hace mucho mayor.

 

Así que, con las cifras anteriores, apenas utilizamos el 1% de las palabras de nuestro idioma; y aún no tomamos en cuenta las limitaciones en la capacidad de comprensión y el análisis de conceptos –en el que, al menos nuestros alumnos, no parecen estar muy preparados--. La cosa no pinta muy bien, ¿qué sería si tomáramos al pequeño Larousse Ilustrado como referencia?

 

Y mientras escribo esto un anuncio en la televisión me detiene en seco.

 

Es un anuncio de un refresco de cola –sí, ya adivinaron, en color rojo y blanco, y de envase contorneado-- que ha tenido la ocurrencia de acertar en una observación sobre el lenguaje de la juventud:

 

“Los jóvenes utilizan un lenguaje muy peculiar, cada dos palabras dicen groserías… hablan con groserías todo el tiempo”

 

No puedo dejar de verlo, está tan bien hecho que antes de terminar esta cuartilla ya lo vi otra vez –pero en otro canal--.

 

Inevitablemente recuerdo a mis alumnos y su “top ten” del lenguaje: wey, ese, ¿sabe?, manchado, el dese de la desa, no ma…nches, pen.. tonto, y tres impronunciables.

 

¿Y yo? un humilde y modesto maestro de secundaria --más humilde que modesto--, sólo atino a pensar y convencerme de que debo hacer algo para cultivar nuestra lengua entre mis alumnos, aunque no sea el maestro de español.

 

 

Maestro Roberto

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